Una decena de muertos y más de 60 heridos es el resultado del atentado realizado ayer con un carro bomba en una academia de policía, en el sur de Bogotá. El Ministerio de Defensa de Colombia confirmó que la fuerte explosión registrada a las 9:30 am fue producto de una “acción terrorista”, la más grave que ha sacudido esa capital desde que disminuyó la intensidad del conflicto armado por el pacto de paz con las FARC a finales de 2016.

De acuerdo con la información suministrada por las autoridades, un hombre llegó conduciendo una camioneta hasta la portería de la Escuela de Cadetes General Santander, donde se celebraba una ceremonia de ascenso.

En los controles de seguridad, un perro antiexplosivos detectó el peligro y cuando los policías intentaron detener al terrorista, este aceleró el vehículo y arrolló a uno de los agentes. A continuación, avanzó a toda velocidad poco más de 200 metros y explotó cuando pasaba cerca del alojamiento de las mujeres en la academia.

Las víctimas fatales son algunas de las estudiantes de la escuela que estaban en la entrada de esa edificación, además de los guardias que perseguían al agresor. Una de las fallecidas es la cadete Érika Chicó, de 27 años de edad, de origen ecuatoriano. La confirmación de su muerte la hizo el mismo presidente de Ecuador, Lenín Moreno, por Twitter. Entre los heridos también se encuentran otra ecuatoriana y tres panameños.

Atacante identificado. El autor del atentado, que figura entre los muertos, fue identificado como José Aldemar Rojas Rodríguez, de 56 años de edad. Conducía una camioneta gris Nissan Patrol, modelo 1993. Tenía la mano derecha amputada y su sitio de residencia era la vereda Boja, de Cubará, en Boyacá, una región donde la presencia del ELN es muy fuerte. 

Rojas había comprado el carro utilizado para el atentado en mayo del año pasado. No tenía antecedentes penales.

Explosivistas reportaron que el vehículo tenía 80 kilos de pentolita. “Todas nuestras capacidades están desplegadas y en el curso de las investigaciones estamos orientados a establecer quiénes son los autores intelectuales”, dijo el Fiscal general, Néstor Humberto Martínez, quien al llegar al lugar de los hechos aseguró que “no habrá impunidad”.

Al conocer sobre el ataque, el presidente Iván Duque canceló un consejo de seguridad en Boyacá y volvió a la capital para reunirse con altos funcionarios y fuerzas militares. “Todos los colombianos rechazamos el terrorismo y estamos unidos para enfrentarlo. Colombia se entristece, pero no se doblega ante la violencia”, escribió el mandatario en un tuit.

Ciudad conmocionada. La detonación afectó los edificios en los alrededores. “Yo vivo en un quinto piso y la casa vibró, se escuchó muy fuerte la explosión”, narró uno de los testigos.

Rosalba Jiménez, de 62 años de edad y vecina del lugar, estaba abriendo su local de confecciones cuando de repente estallaron los vidrios. “Estábamos abriendo cuando sentimos una explosión, pero pensamos que era la bomba de gasolina que queda aquí”, relató. “Al voltear a mirar hacia la escuela el cielo estaba gris de humo. La gente corría, las sirenas… horrible, fue horrible, parecía el fin del mundo”, agregó.

Un fuerte dispositivo de seguridad se instaló en el sur de la ciudad. En varios sectores de la capital se escuchaban sirenas.

Los heridos fueron trasladados al hospital de El Tunal, al Policlínico del Olaya, el Hospital Policlínica de la Policía Nacional, el Hospital Militar y la Clínica de Occidente.

Las hipótesis. De acuerdo con fuentes de alto nivel, la investigación parte de tres hipótesis. La primera hace pensar en las milicias del ELN, que en Bogotá volaron un baño de mujeres del centro comercial Andino en junio de 2017 y también fueron responsables del ataque que mató a un policía en febrero del mismo año. La segunda señala al clan Úsuga y su jefe, “Otoniel”, y finalmente, la tercera apunta a las disidencias de las FARC.

Aunque el autor del ataque arremetió contra la guardia y murió en la explosión, es poco probable que ese desenlace estuviera en sus cálculos. Lo que creen los investigadores es que o bien la carga fue activada a distancia o que estallaría por temporizador. Sin embargo, cuando el perro antiexplosivos dio la alarma, el hombre no pudo huir y optó por seguir en el vehículo.

“Estábamos abriendo cuando sentimos una explosión, pero pensamos que era la bomba de gasolina que queda aquí. Al voltear a mirar hacia la escuela el cielo estaba gris de humo. La gente corría, las sirenas… horrible, fue horrible, parecía el fin del mundo”

Rosalba Jiménez

Vecina de la escuela de cadetes


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