Emmerson Mnangagwa se dispone a asumir el poder en Zimbabue, en reemplazo de Robert Mugabe, y promete ponerse a trabajar de inmediato en la reconstrucción del país, que sale desangrado de los 37 años de reinado de su predecesor.

Mnangagwa será investido hoy de manera oficial como presidente de Zimbabue, solo tres días después de la histórica renuncia del más anciano dirigente del mundo, de 93 años de edad, que cedió su lugar por presiones del Ejército, la calle y su propio partido.

La ceremonia se anuncia grandiosa, el partido Zanu-PF convocó a los ciudadanos de todos los sectores a acudir desde desde las 8:30 am al Estadio Nacional Deportivo, que tiene capacidad para 60.000 personas. “Vengan y sean testigos de la historia en marcha, nuestros primeros pasos en una nueva era y un país mejor conducido por nuestro adorado camarada Mnangagwa”, proclamaron los organizadores.

De 75 años de edad, este leal al régimen con sueños de poder frustrados durante mucho tiempo, logró finalmente su objetivo.

A quien los zimbabuenses apodan el Cocodrilo no la tiene tan fácil. “Hereda una economía en ruinas, un partido dividido y una población con muchas expectativas”, subrayó en su editorial de ayer el diario opositor NewsDay.

Zimbabue vivió la jornada de ayer con tranquilidad, después de haber resuelto la crisis militar y política con la caída de Mugabe, y con impaciencia ante la toma de posesión del nuevo presidente, el primer cambio de liderazgo en el país desde su independencia en 1980.

Mnangagwa, sin embargo, no entusiasma a todos en el país. Tras la caída de Mugabe, al que muchas potencias extranjeras han calificado de dictador, los medios piden libertad de prensa y las organizaciones defensoras de derechos humanos reclaman que se dejen atrás las prácticas represivas que durante años acompañaron al régimen de Zimbabue.

El nuevo líder aseguró que se ha vuelto suave como la lana para desmarcarse de hechos de su carrera política pasada como la llamada operación Gukurahundi, en la que fue clave como ministro de Seguridad, considerada por muchos como un genocidio por haber acabado con la vida de miles de miembros de la etnia Ndebele en la década de 1980.

Las palabras no convencen a organismos como Human Rights Watch, que exigió que el Ejército revele el paradero de los detenidos durante las operaciones militares de la semana pasada, entre ellos algunos ministros.

El titular de Finanzas, Ignatius Chombo, continúa bajo arresto, mientras que el de Educación, Jonathan Moyo, parece haber sido liberado después de haber retomado su habitual actividad en su cuenta de Twitter.

Las informaciones de los días posteriores al alzamiento hablaron también de la detención del ministro de Gobierno Local, del segundo a cargo de los servicios de inteligencia y del líder de las juventudes de la ZANU-PF.

En cuanto a los políticos que se mantuvieron del lado de Mugabe hasta el final, su otro vicepresidente y técnicamente presidente en funciones, Phelekezela Mphoko, ha evitado regresar de un viaje a Japón y, según el diario local NewsDay, estaría intentando encontrar asilo en Mozambique o en Zambia.

La población de Zimbabue desconoce hasta ahora dónde está Mugabe, qué va a hacer a partir de ahora y qué le impulsó el martes a dimitir.

Una cuenta no oficial vinculada a la ZANU-PF se hizo eco ayer de una fotografía del ex presidente junto con varios asesores y su esposa, Grace, de 52 años de edad, de la que tampoco se sabía nada desde que los militares confinaron a la pareja presidencial en su residencia. Algunos medios apuntan a que Mugabe habría conseguido inmunidad a cambio de su renuncia y otros afirman que se exiliará en Singapur, donde posee activos y donde viaja a menudo para recibir tratamiento médico.


Mnangagwa se ganó el apoyo de los militares

Emmerson Mnangagwa nació el 15 de septiembre de 1942. Se le consideró el delfín de Robert Mugabe. Ocupó varios puestos de ministro en su régimen, fue un pilar del aparato de seguridad y ejecutó fielmente las tareas sucias del anterior líder. Fue durante años el responsable de implementar las decisiones políticas. Despierta más temor que respeto entre la población, pero ha sabido ganarse durante décadas el apoyo estratégico de los militares y las fuerzas de seguridad, una de las claves de su ascenso al poder.

Hijo de un militante anticolonialista, cuando era un adolescente se unió a las filas de la guerrilla independentista contra la minoría blanca que gobernaba Rodesia.

Fue entrenado en Egipto y China en la década de 1960.

Lo detuvieron por un ataque guerrillero y, aunque evitó la pena capital, purgó pena de 10 años de prisión. En 1975 se convirtió en asistente y guardaespaldas de Mugabe.

Cuando Zimbabue se independizó fue nombrado ministro de Seguridad. Dirigió en 1983 la brutal represión de las fuerzas de seguridad en las provincias disidentes de Marabeleland y Midlands. La represión habría dejado cerca de  20.000 muertos, cifra nunca confirmada.

Es también uno de los hombres más ricos de un régimen criticado por su corrupción, con intereses en minas de oro. Un cable diplomático estadounidense de 2008, revelado por WikiLeaks, aludía a su patrimonio extraordinario.

Se le culpa de planificar los ataques contra votantes de la oposición en las elecciones de 2008.


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