El Vaticano no había terminado de sortear la indignación generada por las denuncias de abusos sexuales cometidos por curas en Chile cuando esta semana estalló un nuevo escándalo que volvió a poner a la Iglesia católica en el ojo del huracán: los “sacerdotes depredadores” de Pensilvania (EE UU).

La Corte Suprema de ese estado publicó esta semana un reporte de un gran jurado que documenta evidencias de que más de 1.000 menores fueron víctimas de abuso desde 1940 por parte de más de 300 sacerdotes, que fueron encubiertos por la Iglesia.

Y, aunque no era la primera vez que un jurado popular publicaba un informe que develaba escándalos de pederastia en el seno de la Iglesia estadounidense, jamás se habían revelado tantos casos.

“La mayoría de las víctimas eran niños, pero también hubo niñas. Algunos eran adolescentes; muchos, prepúberes. Algunos fueron manipulados con alcohol o pornografía”, señala el informe de 1.400 páginas de la investigación presentado el martes pasado y que habla sobre los abusos que tuvieron lugar en seis de las ocho diócesis de Pensilvania.

“Algunos fueron forzados a masturbar a sus atacantes o fueron manoseados por ellos. Algunos fueron violados”, pero en todos los casos hubo jerarcas eclesiásticos “que prefirieron proteger a los abusadores y a su institución por encima de todo”, agregó el informe redactado por un gran jurado al cual fueron entregadas las conclusiones de la investigación.

“Los sacerdotes estaban violando a niños y niñas, y los hombres de Dios que eran responsables de ellos no solo no hicieron nada, sino que lo escondieron todo durante décadas”, denuncia el informe. 

Pero lo más preocupante, según advirtió el gran jurado, es que el número de víctimas de abuso podría aumentar, pues es posible que los registros de las denuncias de los menores hayan desaparecido o que muchos de los afectados hayan decidido guardar silencio. 

A eso se suma que la mayoría de los casos son anteriores al año 2000, lo que quiere decir que son demasiado antiguos como para ser juzgados. Por eso, solo se emitieron acusaciones contra un sacerdote de la diócesis de Greensburg y otro de la de Erie, que presuntamente han abusado a menores en la última década.

Por eso, el gran jurado propone varias medidas, como reformar la ley para alargar el plazo de prescripción de los delitos de abuso sexual contra menores, dar más tiempo a las víctimas para presentar demandas civiles y endurecer la legislación que obliga a reportar los abusos. 

Como ha ocurrido en el pasado con otros escándalos de abusos, el Vaticano se pronunció y afirmó que sentía “vergüenza y dolor” tras las denuncias. 

“Las víctimas deben saber que el Papa está de su parte. Aquellos que han sufrido son su prioridad, y la Iglesia quiere escucharlos para erradicar este trágico horror que destruye la vida de los inocentes”, declaró la Santa Sede en un comunicado. 

Además, el Vaticano recordó que la mayor parte de los casos mencionados son anteriores al comienzo de los años 2000, cuando la revelación de varios escándalos llevó a la Iglesia estadounidense a emprender “reformas”.

Por su parte, la Conferencia Episcopal de EE UU anunció el viernes pasado un plan integral para abordar la “catástrofe moral” que sufre el seno de la Iglesia estadounidense tras el nuevo escándalo de abusos sexuales.


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