Las tres amigas habían pasado el día comprando comida en la capital haitiana cuando emprendieron el camino de regreso a su pueblo, un recorrido de 20 millas a pie porque los minibuses no funcionaban tras el colapso de un puente.Sus cuerpos se encontraron a la mañana siguiente en una zanja del camino. Habían sido golpeadas, apuñaladas y quemadas, y los parientes que las identificaron en la morgue dijeron que se les había cortado la lengua en un aparente acto de barbarie ritual.Los familiares y amigos de las mujeres sospechan que fueron atacadas porque eran sordas, en un país donde según los expertos sigue habiendo un estigma sobre las personas con minusvalías como la sordera, que pueden provocar terribles crueldades debidas a la superstición. Las mujeres y niñas discapacitadas son especialmente vulnerables.Debido a los prejuicios culturales y a un débil sistema de justicia, otros crímenes contra ciudadanos discapacitados se vieron ignorados en gran parte. Pero los asesinatos de Jesula Gelin, Vanessa Previl y Monique Vincent han unido a los haitianos discapacitados y provocado pocas habituales protestas de sus grupos defensores.La indignación es especialmente fuerte en el pueblo de Leveque, donde vivían las víctimas en una comunidad de 168 hogares para personas sordas desplazadas por el terremoto de 2010, establecida por organizaciones religiosas. El marido de Gelin, Micheler Castor, ahora lucha por criar sólo a sus seis hijos.Algunos haitianos creen que otras minusvalías son contagiosas o causadas por maldiciones. Las personas sordas, ciegas o con minusvalías mentales o de desarrollo siguen viéndose marginados y afrontan abandono y abuso.Sobre el papel, Haití tiene protecciones legales para los minusválidos, pero las leyes no se aplican bien. Los haitianos minusválidos tienen pocas oportunidades de trabajar y muchos jóvenes languidecen en casa fuera de la vista en lugar de ir a la escuela. Algunos padres pobres abandonan a sus hijos minusválidos ante instituciones estatales o los envían como empleados domésticos de otras personas.Los vecinos sordos de Leveque se sienten ahora tan vulnerables que varios se plantean abandonar sus hogares. Ahora duermen con machetes junto a la cama.?Tengo miedo de que lo que les ocurrió a ellas pueda pasarme a mí?, dijo Fedeline Saint Previl, que tiene problemas de audición, junto a una iglesia en la colina donde otros vecinos sordos rezaban casi en completo silencio.


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