Por JOSÉ ANTONIO PARRA

El más reciente trabajo de Carmela Fenice es de una gran depuración. En efecto, su Diálogo íntimo con la memoria, que recién fue inaugurado en el Maczul (Museo de Arte Contemporáneo del Zulia) es un trabajo en el que la artista se aproximó a sus más profundos afectos a través de la reconstrucción de la memoria en torno a su madre. Esta mirada se dio desde una perspectiva no solo en relación a su madre biológica, sino al arquetipo de la madre per se. En tal sentido, esta propuesta viene a cerrar un ciclo vital de la creadora e inaugura la posibilidad de dirigirse hacia nuevos caminos y nuevas exploraciones sobre lo estético y sobre el alma misma. La muestra contó con la impecable curaduría de María Teresa Govea-Meoz.

El perfil de los tópicos que ha venido trabajando esta creadora reviste una dimensión muy peculiar en el sentido de que podrían estar evidenciando el devenir de un fenómeno de culto. Ello también se ve en una propuesta anterior en la cual la fotógrafa reflexionó en torno a la inteligencia artificial y al azar mismo. En el caso de Diálogo íntimo con la memoria, Fenice requirió un tiempo de profundo aislamiento, silencio y reflexión de forma de concretar la propuesta. En ella y a través de la revinculación con objetos de su madre, se fue armando todo un discurso en el que las expresiones del alma fueron lo esencial. El momento a partir del cual se detonó este tránsito del alma ocurrió luego de que Carmela viese una foto de Alfred Stieglitz. En ese punto nació la pregunta demoledora de ¿cómo darle perpetuidad al Ser de mi madre? Así, fueron apareciendo uno tras otro los diversos objetos que pertenecieron en vida a su madre y mediante ellos, la creadora pudo representar esta experiencia. La aproximación, en este caso, fue desde un ángulo subjetivo y desde los afectos y las emociones. Una a una fueron dándose asociaciones en esta vivencia estética que tenían el valor de lo iniciático, de lo trascendental.

Una vez detonado el proceso, Fenice requirió seis meses de íntimo encuentro consigo misma, en los cuales se gestó un despliegue del “teatro de lo simbólico”. El proyecto fue, asimismo, apareciendo al público de forma paulatina. Era el año 2015 cuando nació la experiencia y primeramente fue seleccionada en Meridafoto. De igual modo, un preludio del proyecto apareció en Slideluck Caracas, de manera que hubo una aparición gradual de la obra total. Incluso, uno de los aspectos más hermosos de la misma, como lo fue la circularidad y el carácter orgánico, se dio justo al llevar a cabo la museografía del trabajo. Así, el espectador se topará con varias instancias en el devenir de esta poética: Matriz, Inconclusa, Ausencia, Variaciones (Ausencia I, Ausencia II, Ausencia III), Sempiterno I, Sempiterno II, Serie Plenitudes (Molestia, Reflexión, Conciencia, Comunión, Gracia), Vestigios, Reminiscencias, Desvanecencia y Obituario. Esta última constituye un verdadero knock out, en el sentido de que es el espejo volteado de la madre, el momento cuando ya esta no está.

Hay que tomar en cuenta que Carmela Fenice proviene de la industria de la publicidad y del trabajo con creadores del calibre de Franco Rubartelli, por lo cual sus acabados y formas están revestidos de gran depuración. Asimismo, en su haber están las propuestas Dissonant dialogue (2015) y Homo phone (2014). En esta oportunidad su aproximación es sin duda desde una mayor intensidad poética y confesional. Diálogo íntimo con la memoria es un recorrido por una diversidad de estados emocionales, los cuales son instancias que el mundo de hoy tiende a esconder, según apunta Fenice. Hay en esta aproximación a lo indecible el uso de la paradoja, quizá ello desde una perspectiva del misticismo oriental en tanto que la fotógrafa en muchos casos revive la memoria a través del vacío. En el caso de Carmela Fenice, asistimos a la hechura de la obra de una artista que se vincula con el hecho estético desde el intimismo y lo depurado.


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