Tras 100 años del nacimiento de Juan Rulfo, la Fundación que lleva su nombre busca conservar su legado a través de la «recepción auténtica» de los lectores, esquivando el «lucro político» que se pueda sacar de la imagen del escritor mexicano, una estrategia que no ha estado exenta de polémica.

El director de la Fundación Juan Rulfo, Víctor Jiménez, afirma en una entrevista que la familia del jalisciense (1917-1986) es consciente de que tiene que ser «la estima de los lectores» la que ubique a una obra «en el lugar adecuado».

«En la época del ‘marketing’ puedes hacer que cualquier autor, cualquier obra, pronto incremente su demanda, pero son siempre fenómenos, como todos los comerciales, que pueden tener un ascenso pero después un descenso», apunta.

Este pensamiento ha hecho que la Fundación, formada en 1996 por la familia del escritor y fotógrafo, haya rechazado varias de las actividades que se realizan en México centradas en esta figura, como el recorrido cultural anunciado por los municipios de Sayula, San Gabriel y Tuxcacuesco (Jalisco) inspirado en Rulfo.

Hace unas semanas, Jiménez pidió a los organizadores del Festival del Libro y de la Rosa de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) que retiraran todas las imágenes que pensaran desplegar de Rulfo en cualquiera de sus tamaños.

«Autores menos conocidos podrían recibir bien este tipo de apoyos, pero la obra de Rulfo, desde los años en los que se publicó, ya gozaba de una reputación muy grande», apunta al respecto Jiménez, quien defiende que la recepción ya es «sólida», por lo que «no necesita estímulos».

El director de la institución carga contra la explotación «comercial» de los artistas -incluso a través del ámbito oficial- con iniciativas que tienen una «etiqueta cultural» y que conllevan a un «lucro indirecto».

«En un momento en el que hay Gobiernos cuya legitimidad cojea, utilizar la cultura puede ser una tentación fuerte, para decir: ‘estamos respaldados por estas imágenes'», reflexiona.

Pone como ejemplo de este beneficio político el billete de 500 pesos mexicanos, que tiene de un lado la imagen de Diego Rivera y de otro la de Frida Kahlo: «Es un caso claro de cómo la cultura se convierte en la buena imagen de un gobierno».

En cuanto a iniciativas como la mencionada feria del libro de la UNAM, Jiménez las enmarca dentro del terreno del «espectáculo», que es «ajeno a la obra literaria».

«Se ha hecho hábito pensar que el espectáculo debe regir toda la cultura, pero eso, en primer lugar, es (una concepción) reciente y, en segundo lugar, dista mucho de ser respaldado de forma unánime», asevera.

No obstante, la Fundación sí apoya las conferencias y mesas redondas de corte académico que celebrará esa universidad a partir del 16 de mayo, día del centenario: «Es el público que nos interesa».

Los desencuentros de la Fundación con aquellos que emplean la imagen de Rulfo para unos u otros fines son conocidos. Uno de los casos más sonados en los últimos meses ha sido la discrepancia con la autora mexicana Cristina Rivera Garza por su obra experimental «Había mucha neblina o humo o no sé qué», con la que aporta una visión muy personal del jalisciense.

Jiménez, para quien la escritora «lleva muchos años tratando de atraer los reflectores con el nombre de Juan Rulfo», criticó a Rivera en un artículo por no citar correctamente textos de otros autores y por «denigrar a Rulfo atribuyéndole palabras que él no empleaba».

A lo que Rivera respondió con una carta en la que dijo a sus lectores que lo que ha hecho ha sido ofrecer a su propio Rulfo, «uno entre los tantos que seguirán existiendo si continuamos con su lectura»: «(Es) mi Rulfo mío de mí, que no intenta ni sustituir al tuyo ni eliminarlo, sino más bien multiplicarlo, expandirlo».

«Es necesario leer más, y no leer menos, a Rulfo», aseguró la autora. 


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