El 1° de diciembre de 1934 es asesinado de un tiro en la cabeza, cerca de su despacho en el palacio del Smolni, en Leningrado, el secretario general del partido bolchevique de la región, Sergio Kirov. El autor, de nombre Leonid Nikolaiev, es detenido al minuto. La noticia cae como una bomba en Moscú, y Stalin, de inmediato, toma un tren en compañía de sus más cercanos colaboradores rumbo a Leningrado. Es la primera vez que un miembro del Buró Político del PC pierde la vida en un atentado.

El diario Pravda y la agencia de noticias TASS difunden el hecho, y atribuyen el crimen a una organización de guardias blancos emigrados que han estado enviando terroristas vía Polonia y Rumania. Ya en la tarde del 10 de diciembre de 1934, y habiendo interrogado personalmente al asesino, Stalin toma la decisión, sin la aprobación del Buró Político ni del Consejo de Gobierno, de dictar una severísima ley antiterrorista que es anunciada al público por Avel Yenukidze, secretario del Comité Central Ejecutivo del Consejo. La ley contiene las siguientes disposiciones:

“1.- Se ordena a los servicios de investigación que aceleren los casos de las personas a quienes se acuse de la preparación y ejecución de actos de terror.

2.- Se ordena evitar la instancia de llamados a testigos.

3. – Se ordena a los organismos judiciales que sentencien los casos a la brevedad posible, y que no aplacen las ejecuciones de las penas de muerte dictadas para crímenes de esta categoría.

4.- Se ordena que no sean examinadas las posibilidades de indulto, porque el Presidium del Comité Central Ejecutivo de la URSS no considera posible aceptar peticiones de esta índole.

5. – Los organismos del Comisariado de Asuntos Interiores deben ejecutar las penas de muerte contra los criminales de la categoría arriba mencionada inmediatamente que se dicten las sentencias”.

A fines de diciembre, un despacho noticioso anuncia que el asesino Nikolaiev había formado parte en 1926 del grupo antipartido de Gregori Zinóviev, y agrega que once miembros de dicho grupo, incluyendo a Lev Kámenev, han sido arrestados. Según lo explica Pravda, su objetivo era tomar el poder; empezando por Leningrado, “con la secreta intención de restablecer el régimen capitalista”.

Dada la envergadura de la acusación, son encargados de las investigaciones los mejores esbirros, con Yakov Agranov a la cabeza, responsable del Departamento de Operaciones Secretas de la República y delegado de la VeCheKá. Y en Leningrado lo hace el jefe de la NKVD local, Leonid Zakovski, conocido por haber dicho una vez esta fanfarronería: “Dejen en mis manos a Marx y ya verás que pronto canta confesando que fue agente de Bismark”.

Sin embargo, el expediente levantado careció de pruebas concluyentes. El asesino Nikolaiev, miembro del partido en Leningrado, exhibía un comportamiento psíquico anormal y llevaba un diario en el que asentó en una ocasión que se preparaba para dispararle a Kirov. Una vez quiso suicidarse con su propia arma, y ya preso dijo “Me he vengado al fin”. Su mujer y dos cuñados fueron apresados y liquidados.

Por otra parte, Stalin tenía en muy buena estima a Kirov, y lo puso al frente del partido en Leningrado luego de sacar de allí a Zinóviev. Cuando Nikita Jrushchov denunció los crímenes de Stalin en su informe secreto al XX Congreso del partido en 1956, pronunció estas palabras:

“Después del asesinato criminal de S. M. Kirov, el amigo más íntimo de Stalin, miembro del Politburó y jefe del Partido en Leningrado, comenzaron las persecuciones en masa y las violaciones brutales de la legalidad soviética… Debe afirmarse que hasta el momento las circunstancias que rodean el asesinato de Kirov encubren muchos asuntos inexplicables y misteriosos que exigen un examen más cuidadoso. Hay razones que permiten suponer que el asesino de Kirov, Nikolayev, fue ayudado por uno de los hombres asignados para proteger la persona de Kirov. Mes y medio antes del asesinato, Nikolayev fue apresado por suponérsele un comportamiento sospechoso, pero se le dejó en libertad y ni siquiera se le registró. Es causa de sospecha el hecho de que cuando el miembro de la Cheka designado para proteger a Kirov fue conducido para ser interrogado el 2 de diciembre de 1934, murió en un accidente automovilístico, del cual salieron ilesos todos los otros ocupantes del vehículo. Después del asesinato de Kirov, altos funcionarios del NKVD en Leningrado fueron condenados sin severidad, pero en 1937 se les fusiló. Podemos presumir que se les fusiló con el objeto de cubrir los rastros de los organizadores del asesinato de Kirov (agitación en la sala)”.

Cabe suponer otra explicación: el asesinato de Kirov disparó los estigmas psicóticos de la mentalidad de Stalin. Apoyado en el servilismo de la burocracia que lo rodeaba, inició en grande la liquidación de sus adversarios políticos: Kámenev, Zinóviev, Bujarin, Rikov, Tujachevski. De Leningrado exilaron a Siberia a 663 funcionarios que habían trabajado con Zinóviev, y 325 a otros lugares. Los implicados en la investigación, tales como Yenukidze, Agranov, Zakovski, fueron fusilados.

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Bibliografía 

Donald Rayfield. “La liquidación de la vieja guardia”, cap VI. En: Stalin y los verdugos. 2003, pp. 281-297.

N. Jrushchov. Informe secreto al XX Congreso del PCUS, 1956, Internet.

Vitali Shentalinski. Crimen sin castigo. 2007.

L. Trostki. La burocracia stalinista y el asesinato de Kirov. 1935.


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