Venezolanos que decidieron mudarse a Cúcuta, porque no pueden vivir en su país a causa de la situación económica, denuncian que un grupo de ciudadanos de la misma nacionalidad embaucan a migrantes que viajan a la capital del Norte de Santander para cobrar sus remesas con el objeto de comprar comida y alimentos.

En grupos de tres a cinco personas, estos venezolanos les dicen varios argumentos a quienes llegan a las filas de las compañías de servicios financieros para procurar obtener dinero y hacerlos tomar otras decisiones.

“No te puedes ubicar ahí, porque solamente atienden a 40 personas y ya están anotadas en lista y marcadas”, dijo una mujer con claro acento caraqueño a otra que llegó con una maleta para hacer la fila en la empresa de encomiendas.

“Te doy dos opciones: por 20.000 pesos te doy uno de los primeros puestos o te llevo a otra oficina que queda a cuadra y media donde no haces cola. Eso también te cuesta 20.000 pesos”, agregó la dama a la que identifican con el apodo de “La Caraqueña”.

La viajera atribulada, sacó el dinero colombiano que equivale a 4.000 bolívares soberanos y permitió que le colocaran un número en la palma de la mano con lapicero.

Minutos después, llegó una pareja a la fila de la misma oficina ubicada frente a Parque Santander, en el centro de Cúcuta. La mujer los abordó y les dio la similar explicación. Sin embargo, la pareja no prestó atención pero minutos después se les acercó un muchacho que previamente había hablado con «La Caraqueña» y en tono fuerte les advirtió que no serían atendidos.

El hombre le contestó que no era la primera vez que los veía y que iba a la empresa de remesas, que era mejor que buscaran oficio decente y serio en vez de embaucar a la gente.

“Yo puedo sacar la pistola y quitarle la plata que a ustedes les envían pero no. Estoy haciendo un trabajo decente de orientación”, replicó el muchacho.

Personal de seguridad salió a la entrada del establecimiento y en voz alta advirtió que la empresa de remesas no cobraba por puestos en la fila y atendería a todo el que llegara dentro del horario de trabajo y por orden de llegada.

Quienes estaban en la cola, al menos 25 personas, reclamaron airadamente a los muchachos y a la mujer que optaron por irse rápidamente del lugar.

Los sacan y regresan

Uno de los empleados de la empresa de remesas contó que en reiteradas oportunidades han sido detenidos, llevados a la frontera y expulsados de Colombia por el acoso permanente a las personas pero regresan. Contó que están llegando nuevamente porque ha empezado a aumentar el flujo de clientes para retirar dinero.

Mientras se hacía la hora de inicio de actividades de la empresa de remesas, «La Caraqueña» le contaba a otra persona que necesitaba 30.000 pesos para pagar el arriendo del sitio donde vivía y que tenía cuatro hijos que mantener.

Ramón y Mirtha, quienes no cedieron ante los timadores, son jubilados de la administración pública. Viven en San Cristóbal y van con regularidad a buscar el dinero que les envían sus hijos, ambos ingenieros, desde Perú.

“Enviaron algo para la Navidad y para comprar medicinas pero qué ánimos. Nos quedamos tres y ellos dos están allá. Están bien pero no es lo mismo”. 


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