Haber nacido sin piernas no ha sido una barrera para que Alfonso Mendoza haya ido lejos en la vida, alcanzado metas y siga rodando hacia sus sueños.

Él no sabe lo que es patear un balón o calzarse unos zapatos, pero su espíritu está por encima de eso y lo ha dotado de una fortaleza que hoy le permite ir y venir por donde desee. Así mismo, estar rodeado de mucha gente que lo quiere y trabaja de manera incansable por conseguir sus sueños.

Reconoce que nacer con una discapacidad es duro y le tocó aprender a vivir así: “duré años que no salía de la casa, solo me quejaba: Dios mío por qué a mí y no a mi hermano o un amigo. Vivía muy deprimido y pensaba en suicidarme, hasta que me di cuenta que el que estaba encerrado era yo”.

Sintió la necesidad de tener amigos y entendió que tenía que aceptarse primero para que los demás lo hicieran. “Hoy llevo una vida normal como cualquier persona y es lo que quería demostrarme. No hago las cosas para demostrarle nada a nadie, sino para demostrarme a mí que tan independiente soy”.

Una niñez difícil

Alca cuenta sin pena ni tristeza que no tuvo un ámbito familiar ideal. Cuando nació su madre lo abandonó en el hospital. “De hecho nací así porque cuando ella (su mamá) estaba embarazada se practicaba abortos y eso generó que naciera con génesis femoral, un desequilibrio muscular. Mi abuela me recogió y nos fuimos a vivir al estado de Mérida”.

Pero la historia con la abuela fue corta. Recuerda que una noche ella lo llamó. “A los 9 años me hizo prometerle que iba a estudiar que saldría adelante que no se podía sentirse menos que los demás. Era una promesa simple. Cuando me levanté en la mañana siguiente me dieron la noticia que mi abuela estaba muerta”.

Para Alca no tener a su abuela al lado fue algo que marcó su niñez y le dejó un gran vacío. “Ella era mi resguardo, me protegía por sobre todas las cosas”.

Se fue a vivir con un tío materno, quien pese a que le brindó todo, asegura que fue una casa en la que hubo mucho maltrato. “No era el mismo ámbito familiar que tenía con mi abuela”. 

En el colegio fue víctima de bullying, pero también hubo mucho resguardo de compañeros, mientras unos lo protegían otros lo molestaban. Alca es el menor de cuatro hermanos, con quienes no compartió, puesto que no se crió con ellos.

La música lo salvó

No olvida que su época más dura fue la de adolescente. Pensaba en todo momento en quitarse la vida. No le encontraba sentido a nada y vivía sumido en depresiones.

Hoy asegura que salió de ese momento oscuro y triste cuando escuchó a Cancerbero, un rapero que interpreta la canción «Mañana será otro día». Desde ese día comenzó a ver las cosas de otra manera, decidió vivir como una persona normal. “En la música encontré una puerta de escape”.

El skate  es otro de los deportes que práctica con gran habilidad. Foto: EL TIEMPO

Hoy es un cantante del género urbano, en el que siente que expresa lo que siente y como quiere. “Ya he pasado por estudios de grabación, en donde grabé de manera exitosa varios temas”.

Se sube en los buses y entona sus letras cargadas de historias de gratitud, sueños y mensajes de superación. “A través de la música quiero transmitirle a la gente mensajes positivos, como el que me sacudió a mí, pero también darles mi testimonio de vida”.

Un hombre sobre ruedas

La primera vez que Alca se montó en una patineta fue a los siete años cuando su tío Omar Morales le hizo una. Al poco tiempo los doctores se la prohibieron porque se le estaban mal formando los brazos. Por eso le recomendaron la silla de ruedas, que hoy detesta porque se siente que depende de los demás para que lo suban  o bajen de un andén cuando va por la calle.

No olvida aquella vez que pasó por un parque de patinaje y vio a un grupo de muchachos practicando skate. Le llamó lo atención y comenzó a verlos hacer piruetas con las patinetas. 

“Hasta que un día uno se me acercó, su nombre es Dahory González, y me preguntó que si me gustaría aprender a patinar. Pensé que se estaba burlando hasta que me explicó que había personas con discapacidad que patinaban, y me mostró un video. Allí nació mi amor por la patineta”.

La música es una de las grandes pasiones de Alca. Foto: EL TIEMPO

En esta tabla se siente libre, independiente y rueda por el mundo con la fuerza y alegría que le impulsan a cantar y componer letras sobre la vida y sus adversidades.Recuerda haber recibido propuestas para prótesis, sillas nuevas, pero no le gustan, asegura que se siente muy cómodo y bien en la patineta.

Hace pocos días, mientras estaba en una esquina de Barranquilla, la patineta se deslizó y rodó a la calle y fue destrozada por un bus. Un amigo lo cargó en los hombros y llevó a la casa a buscar otra de repuesto. Cuando regresó al lugar se encontró con la sorpresa que agentes de la Sijín, que lo han visto ganarse la vida en los buses cantando rap y moviéndose con rapidez en la patineta, le tenían una tabla nueva. 

“No tengo confianza ni los conozco, pero de verdad que me sorprendieron con este bello gesto”.

Alca practica el skateboard o monopatinaje, y con gran destreza se desliza sobre la tabla con ruedas en la que realiza diversos trucos, gran parte de ellos elevando la tabla del suelo, haciendo figuras y piruetas con ella en el aire.

Luego sus amigos lo llevaron a la playa y allá le pidieron una tabla para surfear. El director de una escuela de surf al verle la destreza lo acogió en su grupo y allí comenzó otra de sus hazañas. Luego siguió el Hydro Flying y el parapente, lo que lo proyectó como un para atleta de deportes extremos.

Allí fue descubierto por el Gustavo Zulbarán, un productor audiovisual, quien le pidió permiso para tomarle fotografía para unas revistas. Luego llegó la propuesta para un documental que se grabó. Se llamó El Plan de Dios, que ganó premios en Venezuela, y le dio a Alca la oportunidad de viajar por varias ciudades de México, Ecuador y Colombia a dar charlas y contar su experiencia. “Es una producción que llama a la motivación y se basa en los deportes que practico”.

Sus sueños

Alca sale todos los días del barrio Mequejo en su patineta, con una mochila cruzada en la que lleva la cartera y una libreta que la que anota las letras y composiciones cada vez que se le aparece una idea.

Allí vive con su esposa, Mileidis Dayana Peña Meza, a quien conoció desde niños, y se reencontraron hace un año. Ella está embarazada y en los próximos días traerá al mundo a Auralis Mairin, como se llamará la niña.

En los buses de Barranquilla se gana la vida cantando rap. Foto: EL TIEMPO

Sabe la responsabilidad que le espera con la niña, a la que cree que debe preparar desde pequeña para que sepa manejar el bullying por la discapacidad de él. Pero además necesita conseguir un empleo formal, con ingresos fijos y prestaciones sociales que le permitan sacar adelante a la familia.

“En Venezuela trabajaba como diseñador, me defiendo en el diseño aprendí de manera autodidacta y estoy capacitado para sentarme frente a una computadora y ser creativo. También puedo trabajar como recepcionista”.

Pese a los retos Alca asegura estar tranquilo, al confiar y repetirse todas las mañanas que “el propósito de Dios conmigo es dar a conocer  que las limitaciones están en la mente”, y entonces se siente un hombre completo, que no necesita pedir que le regalen nada, y que debe salir a ganarse la vida.


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