Se confiesa cristiano. Un católico “bastante activo”. ¿Sus rezos? El breviario, sobre todo por las noches. Y las oraciones tradicionales, repetidas casi con nostalgia cada día.

Con una religiosidad “de viejita”. Conceptos que podrían ser la normalidad, en cualquier fiel de a pie. Pero sorprenden por quién los pronunció: Gianni Vattimo.

El conocido filósofo italiano, ícono del partido radical, padre del “pensamiento débil” y estudioso del existencialista alemán Nietzsche.

En una entrevista, aseguró que Francisco “es una oportunidad” para que la Iglesia se deshaga de estructuras superficiales. Y advirtió que “si hablan mal del Papa”, es porque está en lo correcto. 

Nacido en 1936, igual que Jorge Mario Bergoglio, Vattimo acusa el peso de los años. De pelo cano, camina lentamente y con bastón. Pero el paso de los años no ha afectado su lucidez, ni la vena polémica de sus declaraciones. Casi irreverente. Siempre filoso, bromea con el final de sus días.

Asegura estar escribiendo un nuevo libro, e imagina la posibilidad de dejarlo inconcluso. Porque “todo buen filósofo debe dejar algún texto inédito”. 

“Francisco es una gran ocasión para la Iglesia. Existen Papas que representan una oportunidad para la renovación y la transformación. Por ahí exagero, comprendo que el Papa es siempre el Papa, debo recordarme muy a menudo que un Papa no puede hacer todo, sólo algunas cosas. Pero estoy convencido que él tiene una buena intención y paradójicamente tienen razón aquellos que lo ven como una amenaza para la Iglesia porque es una amenaza para la Iglesia tradicionalista, es uno que –en el fondo- afronta los problemas”, dijo.  

Quien fuese parlamentario europeo, ganador de premios y doctorados “honoris causa” por universidades de varios países, dijo estar convencido que si desde diversos sectores “hablan mal del Papa” es porque él “es uno que recorta, que purifica un poco, que hace cosas no necesariamente placenteras”. 

Al mismo tiempo, como “un fiel periférico”, se mostró preocupado. Espera que el pontífice pueda ser tan equilibrado como para deshacerse de muchas cosas obsoletas de la Iglesia sin “arruinar” la experiencia de fe de los creyentes.  

“El Papa, en su esfuerzo de renovación y actualización, de poner la Iglesia al nivel de los pobres, afronta un problema de equilibrio, él debe actuar correctamente y lo que hace no debería escandalizar. Es un delicadísimo momento de transformación en la Iglesia”, señaló. 

En otros tiempos había dicho que era “ateo gracias a Dios”, pero ahora parece haber cambiado de opinión. Aunque no lo acepta, abiertamente. Quizás porque nunca dejó de considerarse católico, a su manera, pese a ser un férreo crítico de la Iglesia misma. O, quizás, porque está volviendo sobre sus pasos.  

“Yo mismo vivo un cristianismo muy de ‘viejita’, digo las oraciones tradicionales y a veces me pregunto si esto deriva de una cierta nostalgia por la Iglesia tradicional”, reconoció en la conversación. Y su entusiasmo por Francisco es ya una contradicción con su pasado de opositor a la autoridad del Papa como representante de Dios.  

Más adelante, explicó que ese ateísmo se deriva de su negación a creer en el “Dios de los filósofos”, el “Dios moral”, supremo garante del orden en el mundo capitalista. “¿A nosotros qué nos interesa de ese Dios capitalista?”, cuestionó. 

Abundó: “La Iglesia durante muchos siglos, especialmente en Europa, ha sido una especie de instrumento de conservación, pero actuando así terminó por conservar sus propios privilegios. Esto es algo que el Papa está dejando atrás. En este momento la tarea de los cristianos debería ser la de dejar ‘las cantidades’ de la Iglesia, por ejemplo su excesivo patrimonio. Ojo, no quiero decir que se deben vender los Museos Vaticanos, no exageremos. Pero quizás tener alguna cosa menos no hará ningún daño”. 

Así, Vattimo se mostró abierto a los matices. Para nada radical. Si bien insistió en su convencimiento de que la Iglesia se reduzca, en algunas de sus partes, jamás postuló su desaparición, ni mucho menos. Reconoció que sin el catolicismo, él jamás habría tomado contacto con el evangelio. Hasta se puso como ejemplo. 

“No puedo pensar que la Iglesia se reduzca más allá de cierto límite de presencia porque, de otra manera, ¿quién predicará el evangelio? ¿Quién hará conocer a Cristo? Pero las dos cosas se pueden conciliar. Además, y sobre todo, se puede proyectar un Jesús más conforme a la imagen que él quería dar de sí”, precisó. 

No sólo, además ofreció una interpretación teológica a esa reducción. Porque, afirmó, en la historia del cristianismo “el debilitamiento religioso tiene un carácter providencial”. Y se explicó: “Una religión fuerte a menudo ha acompañado el colonialismo, las potencias, la disciplina pública, las dictaduras. Que ahora exista un movimiento de reducción lo encuentro muy acertado y creo que entra en el plan de salvación divina”.  

Al mismo tiempo destacó la importancia del papado, como “potencia histórica” que representa a más de mil millones de fieles. Pero aclaró que, quien ocupa ese espacio, puede actuar como poderoso o como pobre y Francisco optó por actuar como pobre. Por eso lo consideró como el “primer debilista” del mundo. Exponente del pensamiento débil, como él lo concibe. 

“Los poderes fuertes están muy atentos, porque se han dado cuenta que (el Papa) tiene una cierta ‘vena comunista’. Eso lo salva (ríe). Prefieren adoptar la actitud de siempre cuando los Papas predican la pobreza: lo dejan decir mientras no les molesten demasiado. Pero el Papa Francisco está tirando la cuerda lo más posible, para actuar de una manera distinta. Estoy contento porque gracias a él me siento orgulloso de ser católico, cuando en otros momentos llegué incluso a avergonzarme de serlo”, afirmó. 

¿El proceso de renovación iniciado por Francisco durará en el tiempo? Al respecto contestó con realismo: “Sinceramente no lo sé. Desearía que no, pero me parecería bastante comprensible que en la Iglesia estén preparándose movimientos en sentido contrario. Aun así, ciertos pasos que él ha dado no se podrán echar para atrás. Consideramos siempre que el Papa no puede transformar la Iglesia al 100 por ciento, pero la puede transformar al 50 y sobre el resto podría verificarse un reflujo. Pero, en resumen, muchas cosas permanecerán”. 

El Santo Padre, en concreto, pidió “al Señor Resucitado” que “sostenga en modo particular los esfuerzos de cuantos trabajan activamente para llevar alivio y consuelo a la población civil de Siria, víctima de una guerra que no cesa de sembrar horror y muerte. Que conceda la paz a todo el Oriente Medio, especialmente a Tierra Santa, como también a Irak y a Yemen”.

Asimismo, pidió “que los pueblos de Sudán del Sur, de Somalia y de la República Democrática del Congo, que padecen conflictos sin fin, agravados por la terrible carestía que está castigando algunas regiones de África, sientan siempre la cercanía del Buen Pastor”.

En el Mensaje Pascual, el Pontífice también se acordó de América Latina: “Que Jesús Resucitado sostenga los esfuerzos de quienes, especialmente en América Latina, se comprometen en favor del bien común de las sociedades, tantas veces marcadas por tensiones políticas y sociales, que en algunos casos son sofocadas con la violencia”.

Francisco también rezó por Europa, para “que el Señor Resucitado, que no cesa de bendecir al continente europeo, dé esperanza a cuantos atraviesan momentos de dificultad, especialmente a causa de la gran falta de trabajo sobre todo para los jóvenes”.

En especial, tuvo palabras para la población ucraniana: “Que el Buen Pastor ayude a Ucrania, todavía afligida por un sangriento conflicto, para que vuelva a encontrar la concordia y acompañe las iniciativas promovidas para aliviar los dramas de quienes sufren las consecuencias”.

Tras pronunciar el mensaje, el Papa Francisco impartió la Bendición Urbi et Orbi (a la ciudad de Roma y al mundo).

Texto completo

Queridos hermanos y hermanas,

Feliz Pascua.

Hoy, en todo el mundo, la Iglesia renueva el anuncio lleno de asombro de los primeros discípulos: Jesús ha resucitado. Era verdad, ha resucitado el Señor, como había dicho (cf. Lc 24,34; Mt 28,5-6).

La antigua fiesta de Pascua, memorial de la liberación de la esclavitud del pueblo hebreo, alcanza aquí su cumplimiento: con la resurrección, Jesucristo nos ha liberado de la esclavitud del pecado y de la muerte y nos ha abierto el camino a la vida eterna.

Todos nosotros, cuando nos dejamos dominar por el pecado, perdemos el buen camino y vamos errantes como ovejas perdidas. Pero Dios mismo, nuestro Pastor, ha venido a buscarnos, y para salvarnos se ha abajado hasta la humillación de la cruz. Y hoy podemos proclamar: ‘Ha resucitado el Buen Pastor que dio la vida por sus ovejas y se dignó morir por su grey. Aleluya’ (Misal Romano, IV Dom. de Pascua, Ant. de la Comunión).

En toda época de la historia, el Pastor Resucitado no se cansa de buscarnos a nosotros, sus hermanos perdidos en los desiertos del mundo. Y con los signos de la Pasión –las heridas de su amor misericordioso– nos atrae hacia su camino, el camino de la vida. También hoy, él toma sobre sus hombros a tantos hermanos nuestros oprimidos por tantas clases de mal.

El Pastor Resucitado va a buscar a quien está perdido en los laberintos de la soledad y de la marginación; va a su encuentro mediante hermanos y hermanas que saben acercarse a esas personas con respeto y ternura y les hacer sentir su voz, una voz que no se olvida, que los convoca de nuevo a la amistad con Dios.

Se hace cargo de cuantos son víctimas de antiguas y nuevas esclavitudes: trabajos inhumanos, tráficos ilícitos, explotación y discriminación, graves dependencias. Se hace cargo de los niños y de los adolescentes que son privados de su serenidad para ser explotados, y de quien tiene el corazón herido por las violencias que padece dentro de los muros de su propia casa.

El Pastor Resucitado se hace compañero de camino de quienes se ven obligados a dejar la propia tierra a causa de los conflictos armados, de los ataques terroristas, de las carestías, de los regímenes opresivos. A estos emigrantes forzosos, les ayuda a que encuentren en todas partes hermanos, que compartan con ellos el pan y la esperanza en el camino común.

Que en los momentos más complejos y dramáticos de los pueblos, el Señor Resucitado guíe los pasos de quien busca la justicia y la paz; y done a los representantes de las Naciones el valor de evitar que se propaguen los conflictos y de acabar con el tráfico de las armas.

Que en estos tiempos el Señor sostenga en modo particular los esfuerzos de cuantos trabajan activamente para llevar alivio y consuelo a la población civil de Siria, víctima de una guerra que no cesa de sembrar horror y muerte. Que conceda la paz a todo el Oriente Medio, especialmente a Tierra Santa, como también a Irak y a Yemen.

Que los pueblos de Sudán del Sur, de Somalia y de la República Democrática del Congo, que padecen conflictos sin fin, agravados por la terrible carestía que está castigando algunas regiones de África, sientan siempre la cercanía del Buen Pastor.

Que Jesús Resucitado sostenga los esfuerzos de quienes, especialmente en América Latina, se comprometen en favor del bien común de las sociedades, tantas veces marcadas por tensiones políticas y sociales, que en algunos casos son sofocadas con la violencia. Que se construyan puentes de diálogo, perseverando en la lucha contra la plaga de la corrupción y en la búsqueda de válidas soluciones pacíficas ante las controversias, para el progreso y la consolidación de las instituciones democráticas, en el pleno respeto del estado de derecho.

Que el Buen Pastor ayude a Ucrania, todavía afligida por un sangriento conflicto, para que vuelva a encontrar la concordia y acompañe las iniciativas promovidas para aliviar los dramas de quienes sufren las consecuencias.

Que el Señor Resucitado, que no cesa de bendecir al continente europeo, dé esperanza a cuantos atraviesan momentos de dificultad, especialmente a causa de la gran falta de trabajo sobre todo para los jóvenes.

Queridos hermanos y hermanas, este año los cristianos de todas las confesiones celebramos juntos la Pascua. Resuena así a una sola voz en toda la tierra el anuncio más hermoso: «Era verdad, ha resucitado el Señor». Él, que ha vencido las tinieblas del pecado y de la muerte, dé paz a nuestros días. Feliz Pascua.


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