Hemos podido ver y constatar últimamente las múltiples actuaciones políticas nefastas del presente régimen en Venezuela. Lo inocultable, además, es la capacidad del presente régimen para terquear sus políticas económicas en contra de la voluntad de la gran mayoría de los venezolanos. Comentaba con un grupo de amigos que en mis años de vida, dedicado al estudio de la política, jamás había visto un gobierno tan ineficaz e ineficiente como el actual. La demagogia lo obnubila y la mediocridad de sus decisiones lo encierra en el círculo de lo inimaginable.Ciertamente, el presidente Maduro acaba de aumentar los sueldos de los empleados públicos y del mismo modo el salario mínimo de los trabajadores al servicio de la administración pública, con la sola y clara intención de convertir el manifiesto descontento de la población en la idea de que el pueblo trabajador se sienta complacido y compensado frente al alto costo de la vida, y todo lo que ello significa en su vida diaria. Es una clara manifestación de populismo y demagogia, porque, entre muchos argumentos, no existe posibilidad alguna de que esos aumentos en los salarios o sueldos puedan de una u otra forma compensar la alta inflación que tiene este desafortunado país en los últimos años producto de las políticas ideadas por el presidente de la república. El gobierno está enloquecido, atormentado, insultando, divagando y rememorando las políticas de los clásicos demagogos de América Latina que tanto daño han hecho al gentilicio de estas naciones.Entonces, la idea es desde ya, inculcar en la mente de los venezolanos de las nuevas generaciones la necesidad urgente de salir de este gobierno a como dé lugar, lo cual significa el incremento mental y real de una gran cantidad de venezolanos ansiosos de corregir un rumbo y de ampliar la idea de que existe la posibilidad cierta de reconstruir y construir una auténtica democracia dejando de lado la autocracia corrupta que nos gobierna.La democracia tiene, como en varias oportunidades lo hemos dicho, muchas nociones y definiciones, pero una de ellas, consiste en la obligación democrática de protestar y salir adelante frente a la ignominia y la desfachatez. La pasividad conspira contra la decencia y la omisión actúa en favor de la impunidad. La tranquilidad exagerada de un pueblo ayuda al demagogo y la protesta continuada y sistemática estimula la democracia. Por esta razón tan dialéctica es urgente la asunción de un modelo de conducta que implique y proponga un gobierno distinto y libre, plural y honesto, donde la serenidad y la armonía en las toma de sus decisiones se ajusten a las leyes y al derecho. Desde luego, esta situación ?reconozco difícil de ajustar y encauzar? presupone la toma de la conciencia de cada quien y la asunción de un compromiso con nosotros mismos y con los demás, y todo lo que ello significa, ya con la visión de un país donde la libertad de los ciudadanos sea la guía esencial de su presente y de su futuro.A pesar de lo expresado, las cosas hay que verlas con optimismo y esperanza. Todos debemos en esta hora tan crucial ser políticos practicantes, como lo dice el papa Francisco. La verdad debe imponerse, y el bien común debe prevalecer. No es la hora de ver si el vaso está o no vacío. Hay que ver que el vaso está definitivamente lleno. Así lo creo. [email protected]


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