El atractivo internacional del apocalipsis zombi ha sido motivo de crítica cultural e investigaciones académicas en la última década. El zombi encarna una figura relativamente neutral, susceptible de reflejar los temores de múltiples momentos históricos. Con el estreno hoy de la sexta temporada The Walking Dead, se aviva el entusiasmo por un tema que ha tenido distintas aristas desde hace décadas. Antes de su comercialización masiva para los aficionados del horror, los zombis eran verdaderos habitantes en las sombras de ciertas sociedades. En Haití se decía que eran cadáveres reanimados por curas vudú ?llamados bokor? para efectuar trabajos de esclavitud. Años después investigaciones científicas determinaron que eran casos de enfermedades mentales interpretadas a través de la superstición e intoxicaciones inducidas por los ?bokor?, que después de llevar a sus víctimas a una parálisis parecida a la muerte, les daban un psicotrópico vegetal que los hacía vulnerables a la manipulación mental.Para entonces, la figura del zombi ya había pasado al cine estadounidense de los años treinta en White Zombie como expresión de la impotencia del trabajador frente a la crisis de 1929. Sin embargo, el hito de la cultura zombi es la película La noche de los muertos vivientes (1968). En ella, el guionista y director George Romero le puso nuevas reglas al tema: sus criaturas eran una plaga hambrienta de carne humana, contagiosa con una mordida y solo moría otra vez por decapitación. Romero afirmó que quiso reflejar el fracaso de las utopías pacifistas.Max Brooks, escritor del libro Guerra mundial Z, indicó que los humanos que viven en ?tiempos inciertos? encuentran en las historias de zombis un lugar donde explorar sus miedos apocalípticos. ?Las historias de zombis le dan a la gente la oportunidad de ser testigos del fin del mundo que han estado imaginando en secreto, pero que, al mismo tiempo, les permite dormir en la noche porque el catalizador de ese evento es ficticio?, dijo en 2013.


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