Durante quince largos años, de 1998 a 2012, la mayoría del pueblo venezolano (entre 55% y 60%) votó por el chavismo. Fueron los años del carisma y del discurso incesante del líder, de las promesas, de las ?misiones?, de la ilusión y de la devoción de las masas. Pero fueron también, y principalmente, los años del alza sin precedente de los precios del petróleo en el mercado internacional que permitió volcar miles y miles de millones de bolívares y dólares al torrente circulatorio. Sin ese apoyo Chávez no hubiera podido proyectarse como lo hizo.En el último sufragio de 6 de diciembre, el resultado electoral se invirtió a favor de la oposición. Dos millones de votantes chavistas se abstuvieron de votar o lo hicieron a favor de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD). Chávez había muerto ya, pero su imagen y sus palabras fueron utilizadas en la aplastante campaña oficialista como si ese hecho no hubiera ocurrido jamás. La caída de los precios del petróleo y las dificultades económicas derivadas de ella erosionaron al chavismo como no lo hicieron la corrupción, la inseguridad y la ineficacia administrativa que siempre estuvieron presentes. Diecisiete años antes, el bipartidismo adeco-copeyano experimentó el mismo resultado y por la misma causa, cuando los precios petroleros cayeron de treinta y siete dólares en la década de los setenta a siete dólares por barril en la siguiente.Estamos otorgando a la renta petrolera el papel decisivo del auge y caída de los dos últimos sistemas políticos de Venezuela. Esta conclusión puede parecer simple y esquemática, pero es comprobadamente exacta. Los ideólogos de la izquierda empoderada, con sus profundos razonamientos y sus grandes teorías que todo lo explican mediante complicados procesos dialécticos, no estarán de acuerdo con nosotros. Para ellos lo ocurrido el 6-D es producto de la  confabulación de fuerzas internas y externas del capitalismo internacional y del imperialismo, unidas en un pacto infame contra el sufrido pueblo venezolano. Así explican el hecho real de un mercado petrolero que sufrió grandes cambios en los últimos años por el desarrollo tecnológico que incrementó la producción petrolera de Estados Unidos mediante nuevos métodos de extracción y minimizó la influencia del cártel de los países productores y exportadores. Una guerra típicamente capitalista en la que Venezuela ha participado activamente como miembro importante de la OPEP (fue su fundadora)La nueva realidad cambio las cosas en el país. Muchos venezolanos, cansados de las colas, la escasez y la inflación, rompieron lanzas con el chavismo como lo hicieran antes con AD y Copei. La terca  realidad de los hechos les hizo ver que el ?socialismo del siglo XXI? y la ?revolución bolivariana? no eran sistemas mejores que el ?bipartidismo adeco-copeyano? y la ?cuarta república?, que la situación del país era peor y que las ?cúpulas podridas de los cogollos? eran más visibles ahora que antes.Un gobierno sensato y democrático en tales condiciones emprendería de  inmediato un dialogo abierto y amplio con la oposición que ahora es la mayoría nacional. En ese dialogo, necesariamente, tendría que estar sobre la mesa de negociaciones el ?proyecto de la revolución bolivariana? para ser evaluado y corregido para evitar que siga causando daños al país. Pero eso es pedir demasiado. La mentalidad revolucionaria de la cúpula en el poder no acepta esa alternativa. Prefiere sumir al país en el caos que traicionar los principios irreductibles del confuso conjunto de ideas, mitos, ilusiones, intereses  y complicidades que conforman el chavismo.En esas condiciones el futuro del país es incierto. Cualquier cosa puede ocurrir: una explosión popular producida por el malestar y la desesperación de la gente, una rebelión del estamento militar que no querrá sepultarse con sus compañeros de andanzas, fantasías y tracalerías; una implosión del sistema chavista al estilo soviético, o una combinación de esas y otras posibilidades.*Profesor Jubilado de la UCV


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