El domingo pasado vivimos una gran jornada, histórica sin duda. Se ha abierto para Venezuela una dinámica de cambios cuyo manejo exitoso requiere evocar aquellas sabias palabras del general Eleazar López Contreras: Calma y cordura.El año 2016 será social y económicamente más difícil que el actual. La unidad de análisis económico del Centro para la Democracia y el Desarrollo proyecta que, luego de una contracción económica de 7,2% para el cierre de 2015, experimentaremos una caída similar y adicional del PIB en 2016. El primer trimestre del próximo año se avizora agravado en materia de abastecimiento y de inflación, que se estima escalará al cierre del trimestre a una proyección de 240% anualizada.Toca hacer una lectura meditada de lo acontecido. Triunfó la ruta electoral. Los planteamientos de cínicos y críticos quedaron desmentidos en los hechos, porque el resultado arroja una ventaja de 2 millones de votos a favor de la MUD, lo que reafirma el mérito de la plataforma unitaria.Alguien podría decir que el triunfo no podían desconocerlo porque es muy amplio. Parece así, pero no es exacta esa apreciación. El reconocimiento del triunfo de la oposición también fue estrecho en muchos circuitos electorales, para muestra el del diputado 112, que configuró la pesadilla para el gobierno de las 2/3 partes de la Asamblea en manos de la MUD. Ese curul se adjudicó por diferencia mínima de 86 votos. Hay que repasar no menos de 20 circuitos reconocidos por diferencia muy estrecha de votos a favor de la MUD, y al hecho de que la mayoría calificada de las 2/3 partes es también resultado exponencial del sistema creado por el oficialismo para rentabilizar sus votos: al quedar derrotados hasta donde pensaban les era natural ganar, cayeron en su propia trampa, porque en las peores circunstancias, y con la mayor torpeza de su liderazgo, el movimiento oficialista obtuvo 41% de los votos frente a 56,5% de la MUD.En suma, lo cierto es que somos mayoría. Y desde allí se impone la difícil tarea de reivindicar la autonomía del poder legislativo; ejercer la función contralora y presupuestaria para incidir positivamente en la crisis; proponer caminos de recuperación institucional y económica; y no quedar reducidos a la conflictividad que desean algunos. Hay que ganar la confianza del elector que ejerció el voto castigo. Hay que promover la reconciliación y la amnistía política. Y hay que acabar con la impunidad frente a la corrupción, así como otros crímenes que azotan al país, recuperando la autonomía de las instituciones judiciales a través de una reforma legal integral.Pero también hay que entender que las elecciones parlamentarias no suponen un cambio en el Poder Ejecutivo; y que una de las cosas que debe hacerse desde la Asamblea es ejercer las facultades de control sobre aquel para incidir en la solución de la crisis, que en definitiva corresponde resolver al Gobierno.Insisto, la Asamblea debe ser percibida como parte de la solución, no como parte del problema. Para ello, la conflictividad política y la pugna de poderes que se avecina, (si es esa la ruta que pretende el régimen, como da toda la impresión), debe enfrentarse con un plan propositivo, una narrativa política de cambio, una hoja de ruta para el país, incluidos aquellos sectores del chavismo que estén dispuestos a dar el paso, asumiendo que es la hora de la democracia.Al oficialismo le toca hacer su lectura. El chavismo sin Chávez ya no está envuelto en un aura de invencibilidad. El miedo y las dudas quedaron derrotados por el hecho electoral; y esto permite a los ciudadanos y de la alternativa política al régimen escalar en la conquista de espacios que permitan construir una mayoría política sólida, sostenible y más amplia en las elecciones regionales del 2016 y las municipales de 2017.Las excusas de «guerra económica» y conspiraciones no funcionaron. El gobierno de Nicolás Maduro fue castigado por su responsabilidad en el desastre y por sus evasivas a la profunda crisis económica donde se encuentran los venezolanos tras décadas de bonanza petrolera, lo que hace que ese sufrimiento sea inexplicable.La élite oficialista no captó que las dificultades no solo acrecentarían el descontento, sino que también golpearían su credibilidad por presentar excusas o culpar a otros, como el sector privado. El pueblo de Venezuela los hizo responsables directos de su negligencia para abordar los problemas con reformas económicas creíbles y eficaces; y les cobró caro el cinismo y la mentira sistemática. La narrativa oficialista de la «guerra económica y la conspiración» se convirtió en una ofensa al ciudadano, incluyendo amplios sectores del voto oficialista.Y así llegamos a las preguntas más importantes: ¿El Gobierno entenderá el mensaje?¿O seguirá embarcado en esa estrategia autodestructiva del escapismo y la radicalización? ¿Puede el país esperar, si los resultados electorales no se traducen en cambios concretos que alivien la pesadilla diaria del venezolano? Y la oposición, ¿se encaminará a un referéndum revocatorio o se enfocará en la consolidación de espacios políticos regionales y locales, con base en el calendario electoral?Es una dinámica a observar con cuidado y sentido de la oportunidad. El referéndum revocatorio puede llegar en tiempo hábil para permitir otra elección presidencial o desembocar en una Presidencia encargada al Vicepresidente para concluir el periodo de Maduro: Esto dependerá de si ocurre este mismo año y no después del cuarto año de la Presidencia cuyo mandato quedaría revocado. En definitiva, falta entender si esto es el principio de un proceso espinoso, pero posible, o su será el catalizador de un escenario de ruptura histórica con desenlaces inmediatos.El desafío que el 6- D ha arrojado sobre los hombros de los líderes emergentes en ambos lados del espectro político es comenzar un nuevo capítulo en la historia del país donde prevalezca el sentido común, que, como se sabe, suele ser el menos común de los sentidos.Nos leemos por Twitter @lecumberry 


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