Star Wars (1977)Hace ya tanto tiempo que no puedo acordarme,pero sé que ocurrió. No sé dónde. En galaxiasimprobables, difusas. Acaso en mi cerebrotan solo. No recuerdo ni el tiempo ni el lugar,pero pasó. Las cosas importantes que pasanparecen no pasar. Una chica muy pálidavenía de algún astro a jugar en tu sueñocontigo: era tu amiga, la que se fue de viajepor el cielo, y volvía para no abandonartenunca más. Sonreía como una apariciónsurgida de las páginas de una novela góticay, a la vez, como un hada de los hermanos Grimm.Se hacía llamar Leia en nuestros juegos. LeiaOrgana, para ser más precisos. Un nombreque sonaba a romance galáctico, a baladaespacial, a cantar de gesta del futuro.Un nombre que sabía a chicle americanoy a bolsa de patatas fritas en el descansode una doble sesión de cine, y a cariciasdesmañadas, y a celos, y a promesas de amor.Hace ya tanto tiempo que no puedo acordarme,pero sé que ocurrió. Y sé que a la princesaLeia irán dirigidas mis últimas palabrascuando la luz se apague, y que repetirésu nombre en mi agonía, como si ella tuvieseun nombre, antes de hundirme en la noche total. La mosca del hotel Alfonso XIIILo mismo. Siempre. Cambian las medidasde la que te acompaña, pero siemprees lo mismo. La cruz de la ansiedadreclamando el deseo que no encuentra.El martirio de no reconocerse.La tortura sin fin del egoísmo.Y la mosca, la moca que se posaen tu nariz, ajena a todo aquelloque no sea su vuelo y su zumbido,la mosca circula por el cuellode la botella de champán vacíaen busca de una gota de amor líquido. La mujer del vampiroPara no verme triste, has dibujadomi rostro en los espejos de la casa,y has afilado minuciosamentela estaca de madera que tú mismaclavarás en mi pecho, atravesándomeel corazón.


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