Parece que todas las revoluciones en la democracia se deben achacar a los demagogos, por su interés en agitar la politeia en provecho propio: delatando a los ricos, por una parte, y, por otra, concitando a las muchedumbres contra la alianza que han hecho los ricos para defenderse. Aristóteles, La política. ¿Crónica de una derrota anunciada? No pretendo hacer una analogía con el título de una interesante novela de Gabriel García Márquez; pero era evidente y predecible el resultado electoral que tendríamos en relación con los diputados que conformarán el Poder Legislativo para el período 2016-2021. Cuando Maduro asumió el poder en 2013, inmediatamente planteamos la necesidad de convocar una Asamblea Nacional Constituyente¹, ante la crisis política, económica y social que, obviamente, desde ese entonces se ha agudizado en todos los órdenes debido a la ignominia de una dirigencia retrógrada que en vez de haber tomado las medidas urgentes para la conducción del Estado y, por ende, del país, prefirió jugar a la ruleta rusa, ?esperando? que subieran los precios del petróleo con el propósito de suplir las necesidades básicas de la población, y terminó agotando nuestras reservas monetarias en el medio de una recesión económica aunado con una terrible escasez y una perversa inflación, lo cual se tradujo en el empobrecimiento acelerado de la población. Que hoy la oposición se haya convertido en mayoría en el seno de la Asamblea Nacional no solo es una derrota parlamentaria. Maduro ha recibido un descalabro en términos de aceptación popular, aunque sus panegíricos vengan a decirnos lo contrario. Que nadie se llame a engaño. En esta elección, los nombres de los(as) diputados(as) se convirtieron en algo secundario, debido al inducido ?protagonismo? que Maduro (¿pensando en ser  Chávez?) quiso hacer de la misma durante el transcurso de la campaña. Conforme en 2013 las elecciones de alcaldes fueron de aprobación para Maduro, ahora ese mismo pueblo le ha dicho que su gestión al frente de Ejecutivo nacional ha sido nefasta, sectaria, corrupta y ramplona. Maduro y su ?equipo de gobierno? no pueden seguir hablando de que existe una política ?social? porque se regalen viviendas, taxis, equipos electrónicos, cocinas, neveras y hasta comida, porque ello lo que origina es un efecto de clientelismo entre gobierno y electores, algunos de ellos(as) ni siquiera por necesidad sino como prebenda partidista. Eso es una aberración. En tal sentido, se hace necesario que esta nueva Asamblea Nacional prohíba a través de una ley tales donaciones en tiempos de campaña electoral. Y no vengan a llamarnos excluyentes. ¡No! Es simple. Las entregas de recursos a los ciudadanos provenientes del presupuesto del Estado no pueden ser empleados como herramienta política. Si se quiere hablar de política social, es necesario comprender que la mejor política social es aquella en donde la educación y la salud sean prioridad para el Estado, y donde la inflación sea extirpada de la economía, para así poder abrirle espacio al salario como fuente de desarrollo social. ¿Cómo hacerlo? Allí estará la tarea de entendimiento entre la nueva Asamblea Nacional y el gobierno de Maduro. Igualmente, el ?madurismo? al colocar al líder de la revolución bolivariana en el medio de la campaña, multiplicó en el pensamiento de genuinas bases revolucionarias el sentido de la podredumbre y la traición de las cúpulas del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) contra Hugo Chávez. ¡Craso error! Jamás debió Nicolás Maduro asumir una elección parlamentaria con tintes presidencialistas. Maduro debe comprender que la contemporaneidad exige un presidente de la República que se encuentre en la búsqueda de solucionar los problemas del país. Por ello, no debe seguir siendo el ?jefe? del PSUV, y Cabello secundarlo como parte de una nefasta dirección en esa organización, aunque por aquello de la ?realpolitik? es evidente que este último se convertirá en vicepresidente de la República y, en consecuencia, los espacios al diálogo y al entendimiento es posible que en vez de multiplicarse terminen por cerrarse, salvo que la sindéresis sea el espacio que conjugue la comprensión del poder; lo contrario sería muy lamentable para Venezuela. ¡Maduro y Cabello deben renunciar! Deben renunciar a seguir estando en las cúpulas del PSUV. En consecuencia, si ellos quieren asesinar la revolución bolivariana, tengan claro que con sus actitudes y nefastas decisiones y acciones en la conducción del país, primero el pueblo los despojará constitucionalmente de sus funciones, antes que Chávez sea borrado por culpa de ellos del imaginario histórico, político y social del pueblo bolivariano. Lo más grave de los resultados es que el gobierno, conociendo la debilidad y pérdida de apoyo popular que había minado su condición política, a pesar de que surgieron voces como Marea Socialista para evitar el hundimiento de la revolución, desde lo más alto del PSUV torpedearon su conformación como partido político y, por ende, aquellos sectores chavistas que, al no tener alternativa donde expresar su frustración, prefirieron votar por sectores de oposición. ¿Cuánto estará pesando hoy esa infeliz decisión en lo más alto del gobierno? Un 6 de diciembre de 1998 Hugo Chávez llegó al poder por fuerza del pueblo. 17 años después el pueblo ha vuelto a hablar. La voz del pueblo es la voz de Dios. ¹ http://www.aporrea.org/actualidad/a164093.html 


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