Eramos un pueblo desprovisto por completo del sentimiento trágico de la vida. En su obra, el filósofo español Miguel de Unamuno decía que ese ?sentimiento? no sólo se manifestaba en individuos con una sensibilidad particular, sino también en ciertos pueblos y razas, cuyo pasado había creado en ellos una conciencia desgarrada e hiperlúcida de la condición humana. Al contrario, si algo hemos conocido mucho los venezolanos es del sentimiento lúdico de la vida, el humor ha sido el rasgo distintivo de nuestra identidad cultural, tal vez  porque todo lo habíamos tenido tan fácil como para entender a cabalidad los vía crucis históricos que han tenido que recorrer otros pueblos, en su búsqueda de la prosperidad, la estabilidad y la paz. Viéndolo con optimismo, quizás no deje de haber algo bueno en todo el sufrimiento que venimos padeciendo los venezolanos, sin tener agua, ni luz, ni alimentos, ni medicinas, a ver si dejamos la resignación y reaccionamos de una vez por todas. Las desesperantes colas que hace la gente, muchas veces durante más de 24 horas -donde abundan personas mayores, jóvenes embarazadas o amamantando- son un verdadero calvario. Es la procesión del pueblo que irremediablemente produce una larga «corte de los milagros». La minusvalía ciudadana pareciera haber reducido todas las aspiraciones cívicas a sólo dos: comer cada día y emigrar, o mejor dicho, huir, apenas se pueda de este infierno. Los salarios no llegan a 20 dólares, los jabones y la pasta de dientes se desechan como símbolo de higiene consumista, a falta de Malecón habanero, cada vez más muchachas se sitúan en las calles para proveerse un dinero que les permita comprar un champú a esos esperpentos producidos por la revolución  conocidos como ?bachaqueros?. Todo este dolor tiene que generar una verdadera conciencia en el colectivo, para que  la inmensa mayoría de la sociedad no se deje someter de esa manera tan lastimosa y tan indigna, como paso en Cuba o en Corea del Norte, donde aniquilaron el espíritu de resistencia  y se apoderaron de las conciencias y hasta de los sueños de los ciudadanos.  No hay faena más fatigosa que la sobrevivencia. Intentemos restituir en esta Semana Santa algo de su contenido espiritual, y tratemos de vivirla con dignidad, sobre todo orar por los disidentes y presos políticos  que se pudren en las cárceles o viven sometidos a la vejación y el vituperio cotidianos. Su coraje los realza y muestra lo admirable que son, ¡que Dios los bendiga!. Sudario grisAl terminar la Semana Santa, el ministro de Energía Eléctrica, Luis Motta Domínguez, sin duda alguna dirá que los feriados obligatorios decretados en todo el país para ahorrar energía no fueron suficientes y  que no se cumplieron con los objetivos. El jueves pasado tuvieron que parar la CMI (Casa de máquinas 1) de Guri, que representa 40% de la represa, estiman tenerla así durante estos días santos  para ahorrar 55 centímetros de agua y extender la arruga unos días más. Se trata de la primera parada en la historia del Guri. El gobierno tiene previsto grandes cortes escalonados por racionamiento, para seguir amargándonos la vida y destrozar nuestra cotidianidad. Cuba ha recomendado perseguir el despilfarro de electricidad  a través de unos supervisores al consumo, que no son otra cosa que una policía energética. Motta Domínguez es considerado en la FANB como un comunista ?rajao?. Tic tacUn grupito de militares de izquierda radical sueñan con un apagón nacional que los obligue a tomar el poder y dar al traste con el deseo mayoritario de cambio. 


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