Jaime Bayly ha sido y es, a los 51 años de edad, un niño terrible, un hombre feliz, un escritor que duda todo el tiempo de su valía, una persona que no ha sabido «gobernar su entrepierna, esa república independiente que tiene sus propias leyes» y que, afirma, ha sido la causa de muchos de sus problemas.Para problemas, los que cuenta, sin pelos en la lengua, sin pudor, como es habitual en todo cuanto dice y escribe, en su nueva novela: El niño terrible y la escritora maldita (Ediciones B), un libro que considera un ajuste de cuentas y, claro que sí, una venganza.Bayly, que se reconoce como su mejor y principal personaje, algo que le preocupa ?»me encantaría tener la inventiva y la ambición de poder escribir una gran novela que no comience ni termine en mí»?, ha escrito este libro para contar lo vivido en los últimos años, desde que conoció a la que es su segunda esposa, Silvia Núñez del Arco, la «escritora maldita», Lucía en la ficción-realidad del libro, y madre de su tercera hija, Zoe. Una «lolita», cuando la conoció, veintitrés años más joven que él, que le enamoró locamente entonces y de la que hoy sigue enamorado locamente. «Es bella, loca, maldita, no le tiene miedo a nada», escribe Bayly, que sueña con envejecer junto a ella. «Dicen que uno tiene la edad de la persona a la que ama. Algo de eso hay», asegura, aunque no oculta su temor a no estar a la altura, no solamente en la cama. «El principal temor que yo he tenido, y sigo teniendo, pero ella lo conoce, ella me conoció así, es que de pronto, un buen día, me ocurra que conozco a un hombre y me enamore de él. Y esto sería…». «El libro es un ajuste de cuentas, sí», con su familia, con su ex novio, con su ex mujer, con su país, Perú, con…»Es mi versión de la historia», asegura Bayly, quien a lo largo de la entrevista cita una y otra vez a su paisano Mario Vargas Llosa. «Me ha pasado lo mismo que a él con Isabel Preysler. A él con 80 años y a mí con unos cuantos menos». Otra diferencia con el Nobel: «Él, lo suyo, sale en la ¡Hola! Lo mío no, aunque me encantaría, la verdad», bromea. 


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