¿Le has prestado atención a todo lo que llevaste a tu boca en las últimas 24 horas? De hacerlo, te aseguro que la lista podría ser sorprendente. Pensemos solo en los alimentos y dejemos por fuera bolígrafos, labios del ser amado, uñas… ¿Cuáles fueron esos alimentos, en qué cantidad, cómo los combinaste? Prestarle atención a lo que comemos y cómo lo hacemos es el mejor punto de partida para un peso saludable. Esa es la maravilla de una conciencia despierta: permite darnos cuenta de lo que hacemos y descubrir las causas que impulsan nuestras acciones.¿Por qué comemos? Para alimentarnos, claro, pero también para llenar vacíos, aliviar la ansiedad, saciar hambre emocional, entre otras razones. De esta forma, un acto fisiológico se transforma en un proceso de cuerpo, mente y alma. Basta que la mente imponga sus patrones más profundos para que en cuestión de meses el cuerpo refleje todo lo que se ha tragado. Con el consiguiente peso en el alma.No soy nutricionista ni experto en fitness, pero puedo decir que hoy en día uso los mismos pantalones con los que me casé hace doce años. Bueno, con un ligero esfuerzo, porque el almanaque no pasa en vano, pero en líneas generales he conservado mi peso (el cabello es otra historia). Uno de los comentarios más interesantes que he escuchado en los últimos tiempos es «¡No has engordado nada!», como si esto fuera un logro extraordinario. En realidad el comentario apunta al reconocimiento de que muchos amigos han expandido su cuerpo… varias tallas.¿Algún secreto? Ninguno. Yo como de todo y a veces me excedo. No tengo metabolismo milagroso y tampoco voy al gimnasio. Mi receta es sencilla: prestarle atención a la forma como me alimento, elegir de manera consciente las comidas, conectar con las sensaciones del cuerpo y observar mis emociones cuando voy a comer. En otras palabras: una dosis de mindfulness aplicada a la mesa.Alimentación consciente es prestarles atención a los alimentos para elegir aquellos que nos hacen bien. También es reconocer las emociones y pensamientos detrás del acto de comer para identificar los impulsos que nada tienen que ver con el hambre y trabajarlos fuera del plato. De la misma manera es estar activamente presentes al comer para disfrutar los alimentos con moderación. No se trata de régimen, dieta o contar calorías. Es percatarnos de nuestro comportamiento al comprar, cocinar, ordenar y comer.Te propongo este ejercicio para que practiques la alimentación consciente. Primero, cuando vayas de compras, tómate un instante para respirar antes de llenar el carrito. Ve con calma, observa los impulsos que te llevan a elegir un alimento u otro. Piensa cuál será el impacto que tendrán en tu salud. Antes de pagar, dale un vistazo al carrito. ¿Es ese el mercado que necesitas para alcanzar tu peso saludable?Al cocinar, tómate un instante para considerar las mejores opciones. En muchas ocasiones, como consecuencia de la prisa, nos lanzamos con las recetas de siempre o las menos indicadas. Cocina teniendo en mente que esos alimentos determinarán tu salud presente y futura.Al comer, mastica con calma. No tienes que tragar como una serpiente. Recuerda que tienes la oportunidad de masticar y degustar los alimentos. Suelta el smartphone, apaga el televisor… Conecta con el acto de comer y escucha tu cuerpo, pues seguramente te dirá cuando ha saciado su apetito. En ese momento detente. Comer de más no te traerá más felicidad.Por último, disfruta el placer de comer. Conscientemente. Eso significa que si vienes de días de festines, elige algo más ligero. Asunto que quizás ya sabes, pero que no aplicas por no estar consciente al comer.


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