Si crees que tu cerebro es tuyo, Paul Gilbert te tiene una noticia: estás equivocado; ese cerebro es de la naturaleza y tú no lo escogiste. Así que la próxima vez que rumies algún pensamiento, o sientas que el miedo te roba la paz, no pierdas tiempo creyendo que esto solo te ocurre a ti porque tu mente no funciona correctamente. Suponiendo que no existe una lesión o enfermedad mental grave, tu cerebro funciona de manera tal que fácilmente entra en ciclos de pensamientos recurrentes y preocupaciones.Gilbert es el creador de la Terapia Centrada en la Compasión, sistema que entrena la mente para cultivar estados de bienestar. El fundamento reside en reconocer las tendencias y procesos naturales de la mente para intervenirlos conscientemente y generar emociones positivas. Este es un trabajo progresivo en el que la clave es «darnos cuenta» de lo que sucede en la mente para romper algunos patrones aprendidos.Partiendo de la base de que el cerebro humano es un órgano en constante evolución, hace la distinción entre un primer nivel de la mente que surgió para generar las emociones y otro de posterior aparición capaz de regularlas. Entendiendo que las emociones han sido un factor imprescindible para el desarrollo del ser humano (nuestros más lejanos ancestros se movían impulsados por la rabia, la alegría o el asco, aunque de forma más primitiva que nosotros) lo que sucedió fue que fuimos desarrollando tres sistemas mentales para manejar esos impulsos: uno de protección ante el miedo, otro de impulso para buscar recursos y un tercero para calmarnos.Aquí es donde Gilbert nos recuerda que no somos dueños de nuestro cerebro porque, en realidad, hemos recibido unos sistemas que son el producto de milenios de evolución biológica. Esos sistemas son los que convierten la reacción ante un estímulo, digamos, la necesidad de buscar alimento, en un complejo proceso mental que puede desembocar en estrés cuando el sistema del miedo se descontrola, por ejemplo, al rumiar pensamientos de que no podremos proveer el sustento familiar. Es la mente y su tendencia a reaccionar la que convierte una situación en algo mucho más grande y complejo, incluso cuando ni siquiera el problema es real o la necesidad está presente.Aceptar que el cerebro funciona así no significa que hay que resignarse. Al contrario, la terapia basada en la compasión, propuesta por Gilbert, ayuda a tomar conciencia de estos sistemas para modularlos con técnicas sencillas que rompen los ciclos negativos. Por ejemplo, respirar.Un ejercicio sencillo y efectivo para controlar la ansiedad es respirar conscientemente haciendo énfasis en la exhalación. Al tomar aire de manera pausada para luego dejarlo salir en una exhalación prolongada estamos activando el sistema nervioso parasimpático cuyas funciones, entre otras, regulan los estados de ánimo. Si a esta respiración se le agrega una sonrisa, el efecto es mayor, pues el movimiento de los músculos en el rostro envía una señal de felicidad al cerebro.Otra técnica para la ansiedad es recordar que no somos la emoción que estamos sintiendo. Estar ansiosos es un estado temporal, pero no nuestra identidad. Eso que estamos sintiendo es producto de un estímulo interno o externo que ha generado una cadena de reacciones en nuestro cerebro. Nosotros no creamos ese proceso, no lo pedimos, nos llegó así por evolución natural. La oportunidad fabulosa y liberadora es reconocer su existencia y entrenar la mente para no engancharnos.


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