Hay momentos en que me asaltan ciertas fantasías o, siendo más preciso, debería llamarlas quimeras, porque son ideas que mi imaginación pinta como posibles, pero en realidad no lo son. Por ejemplo: amanecer con mis buzones de correos electrónicos completamente al día, tener un orden absoluto en mis archivos, finalizar con todas las reparaciones pendientes en casa o subir a mi velero y que todo funcione a la perfección. La lista podría extenderse, pero no deseo agobiarte. Seguramente ya entiendes a qué me refiero.La quimera viene de no reconocer el carácter cambiante de las cosas. Es que por instantes pienso que si hago un esfuerzo supremo, hipereficiente y magistral, podré llegar a la última línea de la lista del «por hacer» y podré descansar tranquilo, ya que todo estará engranado y así permanecerá por siempre.Pero entonces llega la vida y sin consideraciones derrumba mi casa de naipes.Porque sucede que los e-mails llegan a una velocidad superior a mi capacidad de respuesta, los papeles se multiplican como hongos, los más de sesenta años de la estructura de mi casa salen a la luz y el velero… bueno, está más que comprobado que un barco tiene vida propia y nunca deja de tener achaques. Es un pozo sin fondo adonde van tiempo y dinero sin lógica alguna. El único sentido es el placer de navegarlo. Sin embargo, ese es otro tema.Sé muy bien que existen cursos y talleres para optimizar esto y mucho más. Las personas muy exitosas te dirán que gerenciar su tiempo y las tareas cotidianas es una clave para sobresalir. Tienen razón.El detalle está en reconocer que la lista del «por hacer» nunca se acaba. Que todo esto es un proceso cambiante y que no se trata de alcanzar ciertas metas para entonces llegar al orden total. Es como quien dice que será feliz cuando alcance A, B y C. Lo más probable es que luego descubra que le falta de la D a la Z y, lo más importante, que no hay que completar el abecedario para ser feliz ahora.¿Significa esto que es mejor lanzar la lista a la papelera? Si quieres terminar enterrado entre papeles, de espaldas a tus responsabilidades y con tus proyectos a mitad de camino, inténtalo. En cuestión de semanas el caos será de película.De lo que hablo es de observar el proceso de cambio en todo lo que te rodea y descubrir la mejor manera de fluir con ese proceso. O para no ponerme etéreo: de olvidarte de alcanzar un estado de perfección y aceptar las cosas como están. Así, en lugar de resignarte y abandonar todo esfuerzo por mejorar ese proceso, tomar las medidas necesarias para responder y actuar en la dirección que sea más conveniente. La vida y sus cambios no van a esperar por ti. La lista de actividades seguirá creciendo, pero ¿de verdad tienes que atenderla en su totalidad y a la perfección?Aprender a asignar prioridades y reconocer qué es importante ayuda a manejar el tiempo y las energías. También es fundamental saber enfocarse para no perder la concentración. No obstante, creo, el secreto reside en reconocer que nada en esta vida se puede llevar a un punto de equilibrio, armonía y orden ideal, pues surgirán otras condiciones que cambiarán la situación y la realidad será distinta.Por lo pronto seguiré trabajando en borrar, archivar y responder mis e-mails, limpiaré el archivador, repararé el grifo del lavamanos y lijaré las maderas del barco. Cada día, de manera más eficiente, intentando disfrutar cada actividad, pero sin dejarme arrastrar por la idea de que el día del orden perfecto llegará.


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