Soplan aires huracanados de cambio en América Latina. Llega a su fin el ciclo abierto el 4 de febrero de 1992, con el golpe de Estado en Venezuela y la fundación del Foro de Sao Paulo en Brasil. Tiempos de esperanzas y expectativas para un renacimiento de la democracia, hoy severamente extraviada en las huestes del populismo de izquierdas.Menos de dos puntos de diferencia entre el candidato oficialista y el principal referente opositor constituyen la gran sorpresa de los comicios presidenciales celebrados en la Argentina, cuyo electorado impone el llamado balotaje: ir a una segunda vuelta. Contrariando todas las encuestas, que situaban a Scioli muy por encima de su principal contendor, Mauricio Macri, el combativo alcalde de Buenos Aires sorprendió con un muy ajustado segundo lugar. Por primera vez tras doce años de victorias, el kirchnerismo ve seriamente amenazada su hegemonía, ante la muy concreta y real posibilidad de tener que proceder a lo que, según dijera en frase célebre el ex presidente chileno Ricardo Lagos, constituye la esencia de la democracia: ?Hacer las maletas?. ?Vuelco total en una larguísima noche electoral argentina. Mauricio Macri logra el 34,8%, frente al 36,2% de Daniel Scioli, tras el recuento del 90% de los sufragios. El resultado es casi un empate técnico que supone una enorme derrota para el peronismo oficial, que confiaba en la victoria en primera vuelta?, subtituló la versión para Latinoamérica del más importante periódico de habla hispana, El País, de Madrid. Horas antes, el mismo corresponsal reportaba las enormes dificultades y los grandes empeños del candidato de Cristina Kirchner, Daniel Scioli, por alcanzar esa mágica diferencia de diez puntos que le permitiría lograr la victoria en primera. La diferencia, para asombro del mismo kirchnerismo, alcanzó apenas a 1,4 puntos. Un empate técnico.Se lee fácil. Provoca asombro. Pues quienes saben de la maquinaria del aparato kirchnerista, sus prácticas populistas, su afianzamiento en los sectores de la pobresía argentina y el empleo abusivo de todos los poderes del Estado, sus medios y el inmenso peso de la tradición peronista, particularmente en el interior de la república, no hubieran creído jamás que un empresario exitoso, de talante liberal, claramente diferenciado del peronismo podría estremecer las bases de la mafiosa parafernalia partidista y sindicalera de los Kirchner. Es un vuelco, sin duda alguna, de inmensas proyecciones para el futuro argentino.Y sin suda ninguna, también para la región. La presencia de Mauricio Macri en el gobierno de uno de los dos países más importantes de América del Sur le dará un inédito impulso a la lucha por la defensa de los derechos humanos en Venezuela. Tal como él mismo lo afirmara el 7 de octubre pasado: ?Si llego a la presidencia de Argentina exigiré la liberación de Leopoldo López inmediatamente. Si Nicolás Maduro no lo acepta exigiré la aplicación de la cláusula democrática del Mercosur (Mercado Común Suramericano)?. Amigo personal de su par venezolano, el alcalde metropolitano Antonio Ledezma, resulta natural que esa exigencia se extienda también a su caso y el de los restantes presos políticos venezolanos.Una nueva diplomacia argentina, liberada de los lazos forjados por el castrocomunismo y el chavismo a través del Foro de Sao Paulo, también debiera comenzar a hacerse sentir en cuanto se produzca el esperado vuelco en las alturas del gobierno argentino. Los gobiernos de Chile y Brasil atraviesan por severas crisis políticas y es perfectamente previsible la derrota de los factores foristas que hoy los controlan. Desde luego, en Chile se fortalecen las aspiraciones de Sebastián Piñera, en muchos sentidos cercanos a Mauricio Macri. E incluso el perfil de Ricardo Lagos, el posible aspirante por la izquierda chilena, se acerca mucho más al del liberal argentino que al neocastrista de los Kirchner. En cuanto a Brasil, el PT resbala en un descrédito imparable ante sus implicaciones en los casos de corrupción de Petrobras. Es perfectamente pronosticable la amenaza de un vuelco hacia los sectores afines al ex presidente Fernando Henrique Cardoso.Soplan aires huracanados de cambio en América Latina. Llega a su fin el ciclo abierto el 4 de febrero de 1992, con el golpe de Estado en Venezuela y la fundación del Foro de Sao Paulo en Brasil. Tiempos de esperanzas y expectativas para un renacimiento de la democracia, hoy severamente extraviada en las huestes del populismo de izquierdas.


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