No hubo una entrevista formal. Él no se sentó tranquilo a responder preguntas. Como un niño al que dejan libre en una sala de juegos, comenzó a recorrer sus cuadros mientras hacía exclamaciones en dos idiomas: inglés y español. Y así como él es su obra: lúdica. Es una suerte de destello, enloquecida de color.Se detuvo en cada obra para contar la anécdota de su nacimiento. De cuerpo ancho y baja estatura, con lentes redondos morados, tocó una vez más los papeles llenos de óleo colgados en la pared. Mencionó que a uno de los frailejones le dio los tonos de su imaginación, que con otro tardó más de siete meses porque siempre era interrumpido y que en una ocasión pintó un coco, pero lo tituló Cucaracha porque el insecto entró a su estudio y no quiso salir hasta que le hizo más de 70 fotografías.Él nació en Richmond, Virginia, y llegó a Venezuela por casualidad en diciembre de 1995. Quería pasar Navidad en Latinoamérica y por sugerencia viajó a Caracas. Entonces se enamoró de Sabana Grande, del Gran Café, de los chalecos de los mesoneros, del gentío que vendía cosas en el bulevar. ?Y no me fui para otro lado?, dijo. Volvió en febrero, en abril y en agosto de ese año. Desde entonces regresa anualmente y se queda seis meses. ?Perdí mi mente en Venezuela. Aquí he visto pavos reales caminar entre la gente. Eso es este país?. Dio clases en la capital y en Mérida, donde se encontró con lo más grande: el páramo.Él es Franklin White. Es artista plástico. Y expone hasta el 3 de abril Encuentros al natural en el Centro de Arte Daniel Suárez, en la Alta Florida. La muestra está compuesta por una treintena de cuadros en mediano y gran formato. La mayoría retrata al frailejón, pero también hay bromelias, frutas y platos de comida: un pastel de chucho, un helado, una sopa de tomate. Para algunos empleó además papeles de color sobre los que usó el creyón.Su obra es principalmente el dibujo, aunque en tiempos pasados pintó al óleo. Su técnica es elaborar elementos en capas sobre capas, cubierta cada una con barniz. Más de 200 colores estallan en la imagen. Por eso abundan las texturas, hay mucha sensualidad.?El objeto es una excusa para usar el color. Y mientras más diversión tengo, más extravagante soy con los materiales. Cuando dibujo es como si me lanzara en una piscina de pelotas. Hay muchas variaciones de un mismo tema. Me pregunto qué más puedo hacer, cómo puedo moverlo, torcerlo. Y tiene que ser así. Después de cierta edad debes tener cierta diversión en tu vida?, dice.Encuentros al natural Centro de Arte Daniel Suárez, quinta Veneyork, avenida Ávila con calle San Miguel, Alta Florida Horario: de lunes a domingo, de 10:00 am a 4:00 pm Entrada libre


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