Por Francia el mundo lloró la semana pasada. El atentado cometido en París fue un crimen incalificable, de dimensiones incalculables. Incalculables por el precio irrecuperable de las vidas inocentes sacrificadas impíamente. Incalculables porque ha dejado una herida en el alma de todos los franceses y de quienes, no siendo franceses, admiramos y veneramos esa monumental ciudad por su belleza, fuente inagotable de cultura. Soy descendiente de francés en tercera generación y tuve el alto privilegio de haberme desempeñado como Embajador de Venezuelaen Francia durante tres años, tiempo en el cual creció mi admiración y mi afecto por ese gran país. Mis condolencias para las autoridades de Francia y de París y sobre todo para los familiares de todas las victimas de ese monstruoso y cobarde crimen.Mucho se ha escrito y se sigue escribiendo sobre lo que sucedió en el teatro Bataclán y en los diferentes sitios donde los terroristas asesinos desencadenaron su irracional fanatismocegando la vida a tantas personas inocentes. No ha terminado la búsqueda de los autores del atentado, no solamente los autores materiales sino los inspiradores y los artífices de este y otros crímenes similares cometidos por la misma dirigencia concebidos y monitoreados por elementos exaltados, vehementes e irracionales que dicen actuar guiados el ser supremo de su credo, basados en una interpretación desvariada y falseada de las escrituras que sirven de guia a su fe religiosa.Se ha dicho que en Paris comenzó la tercera guerra mundial. El mundo racional e incluso rivales sempiternos han decidido coordinar esfuerzos para enfrentar un enemigo más peligroso que el que combatieron los ejércitos en la primera y la segunda guerra.El enemigo ahora es multiforme, huidizo, cobarde, no da la cara, dirige sus huestes a distancia, ataca cuando y donde nadie lo espera, se vale de medios y recursos muchas veces indetectables, utiliza seres humanos como armas y no discrimina sus objetivos. Su fin inmediato es difundir, sembrar terror como medio para consolidar su poderío. Su fin último es imponer su credo extremista y deformado en el mundo de los?infieles?, que somos todos los no – musulmanesArgentina, en cambio, celebra, baila, canta, festeja el cambio que se ha desencadenado la noche del pasado domingo 22.Mientras escribo este artículo el candidato oficialista Daniel Scioli se presenta en televisión para reconocer públicamente el triunfo de Mauricio Macri, quien acaba de alcanzar un ?resultado irreversible? como diría la Tibisay Lucena. Buenos Aires se lanzó a la calle para proclamar a su nuevo presidente. La multitud en la plaza canta las consignas de la campaña electoral de Macri y baila emocionada celebrando el comienzo del cambio en la dirección política del país y el inicio de una nueva era libre de la sombra del peronismo.  El presidente electo, desbordante de energía, desde la tribuna donde recién pronunció su discurso triunfal, ?se soltó el moño? como decimos en Venezuela y con todo desenfado bailó al ritmo de su público desenfrenado de alegría.Me sumo a los que piensan que el resultado de la elección presidencial de Argentina y sobre todo la elección de Mauricio Macri tendrá un impacto profundo en América del Sur, donde el castro-chavismo ya ejerce influencia en la política de varios gobernantes,incluida ladinastía kirchneriana. El lema de Macri y de su partido ?Cambiemos? se asemeja mucho a la consigna del cambio que propugna Leopoldo López. Macri, no tiene ?rabo de paja?. Siempre fue abiertamente crítico del chavismo kirchneriano y anunció públicamente que pedirá una reconsideración de la presencia de Venezuela en Mercosur porque ha violado el Protocolo de Ushuaia y ha exigido la libertad de Leopoldo López, la de todos los presos políticos y el levantamiento de la restricciones a la libertad de quienes cargan con medida cautelares impuesta por decisiones judiciales arbitrarias. Esperemos que esos designios no se diluyan en medio de las numerosas y difíciles tareas que deberá afrontar Macri apenas asuma la presidencia. Los vientos de cambio que han comenzado a soplar desde el sur pueden contribuir a barrer las inclinaciones populistas, demagógicas y totalitarias que abrigan muchos gobernantes de la región. En todo caso, espero no equivocarme, esos vientos contribuirán a impulsar a las fuerzas del cambio en Venezuela hacia la victoria y que el 6 de diciembre podamos festejar, como los argentinos, el inicio de una nueva era en la vida republicana. 


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