Una pantalla de televisión a la que no le prestaba mayor atención me brindó las primeras imágenes grotescas de gente que cruzaba un río con sus enseres. Pensé que se trataba de otra de las historias del Medio Oriente o del norte de  África. Me impactó el hombre con una nevera a cuestas y niños en brazos de sus madres cruzando un río. Para mi mayor sorpresa era el mismo río del estado en donde nací, y los deportados eran colombianos que injusta y arbitrariamente salían de mi país. Me dio tristeza y vergüenza como venezolano. Hermanos expulsando a hermanos.Más lejos, en Europa, otro gran drama. Se produce el mayor flujo migratorio y de desplazados desde la Segunda Guerra Mundial. Miles de muertes, desesperanza y sacrifico de tantos hombres, mujeres y niños buscando una vida mejor. Es la guerra en Siria, es el hambre en África, la opresión de gobiernos que no deben existir en la agenda del siglo XXI y las persecuciones atroces del ISIS hace que miles intenten llegar, mientras que uno de cada dos pierde la vida.Los europeos tienen un gran reto ante esta coyuntura. La necesidad de muchos y el negocio de mafias del tráfico de personas se unen y amenazan a una región confusa ante tamaño reto. Se proyecta que 1 millón de personas podría ser el número final de esta oleada, solo han acordado entre los  27 países cuotas para 120.000 personas en 2 años y  en medio de la resistencia de un grupo de países que se niegan a recibir parte de estos flujos humanos. Ya en 2014 les dieron protección a más de 184.000 demandantes.Toda esta realidad prende las alarmas y despierta instintos chovinistas en  una región que batalla entre países cerrados a cuotas y a brindar ayuda humanitaria, y sectores racistas que ven en estas corrientes una amenaza para la estabilidad económica y la penetración aun mayor del islamismo en el continente.Lo cierto es que esta avalancha de seres humanos es una muestra de lo trágicos que son los desplazamientos forzados de personas en cualquiera de sus modalidades.


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