La crisis gubernamental brasileña traerá consecuencias evidentes para la política continental. Lo que se ha aireado en el interior de la política del gran coloso latinoamericano provocará un viraje importantísimo en el rumbo de la más grande nación de todo el continente y determinará, a la vez, un nuevo derrotero para los movimientos demócratas de nuestra geografía regional.Ella se da de la mano con el deterioro de los gobiernos de otros representantes del izquierdismo del siglo XXI en nuestro entorno, también severamente cuestionados por sus propios seguidores, por sus votantes, por los países que estos han gobernado y lo que indefectiblemente ha hecho retroceder al socialismo de cuño latinoamericano como una opción válida de gobierno.     Ya en la puerta de salida de la presidente del Brasil toca analizar cómo el desplome del gigante será una piedra más, una fundamental, en el desvanecimiento de las corrientes populistas y antidemocráticas que se han gestado en nuestros alrededores en las dos últimas décadas, porque, sin duda, hay marcas que las caracterizan a todas.Las dos más protuberantes, pero presentes en cada caso, son la corrupción rampante y desvergonzada y el desapego absoluto a la legalidad y a la constitucionalidad. Sin embargo, el pésimo manejo de su propia circunstancia económica ?con tonalidades de gris? es también una piedra angular del retroceso que se ha manifestado en cada uno de sus administraciones. Hasta ahora no se sabe de ningún país en este hemisferio que, habiendo abrazado las corrientes populistas, haya podido armar una propuesta económica exitosa dentro de su propia geografía. En otro plano quedan otros elementos que los caracterizan a todos, desde Nicaragua a Bolivia, desde Cuba a Argentina, desde Venezuela a Brasil y es la incapacidad de asumir las consecuencias de sus propias equivocaciones, la imposibilidad de trazarse nuevos derroteros cuando la realidad muestra el dramatismo de sus fracasos, la tendencia omnipresente de imaginar y vociferar que algún elemento externo liderado por las fuerzas diabólicas del capitalismo ha actuado para detener sus gestas salvadoras.Otra arista que está presente en cada uno de estos ejemplos es la del abuso extremo en la persecución de sus opositores, la penalización a la opinión disidente y la destrucción de las libertades individuales.Todo lo anterior ha conformado un cuadro de excesos dentro de los que estos gobernantes se han podido manejar más o menos a sus anchas en nuestro vecindario con la complicidad de sus iguales y con la indiferencia de la comunidad internacional. Pero, al menos en Brasil, la hora de su salida está ya activada y el ejemplo institucional de ese país terminará por dar fuerza a los que aún quedan en manos del oprobio.A inicios de este siglo, 300 millones de los 365 millones de almas que pueblan nuestro subcontinente vivían en países cuyos gobernantes tenían marcadas vocaciones izquierdistas. No será necesario que pasen muchos meses para que se materialice el fin de estas veleidades de las democracias que consisten en abrirles las puertas a quienes prometen lo que nunca cumplen y en el camino destrozan el futuro de generaciones enteras mientras se enriquecen abierta y groseramente.Estemos claros: el fin de la era Rousseff/Lula, dará fuerza al resto y son unos cuantos los que vienen de salida.


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