Uno de los daños más profundos que el chavismo ha infringido al tejido social de nuestra querida Venezuela, tiene que ver con la destrucción de  valores  fundamentales en la cultura societaria  de nuestro pueblo.Establecer un conjunto de valores que se convierten en ética social, entiendo por tal, el conjunto de normas espirituales que orientan el comportamiento colectivo e  individual de un pueblo determinado, constituye  una labor que toma largos periodos de tiempo. Varias generaciones deben pasar, asumiendo determinados comportamientos, para asumir que forman parte de una ética distintiva de una comunidad, o de una cultura.Forjar al pueblo venezolano como un pueblo trabajador, disciplinado, honrado, solidario,  respetuoso de los demás ha sido un objetivo trabajado, deseado por importantes organizaciones y personas a lo largo de nuestra historia. Avances significativos habíamos logrado en pos de conseguir hacer de dichos valores, una constante de nuestra gente.La mayoría de nuestros compatriotas preservan en su vida personal y familiar buena parte de esos atributos. Son millones los venezolanos que asumen con tesón la disciplina del trabajo, desde la madrugada, salen a la calle a trabajar, a estudiar, a forjar con su esfuerzo una mejor calidad de vida personal y familiar; a pesar de tener que superar un entorno cada vez más hostil, para el logro de sus propósitos.La mayoría quiere acceder a bienes materiales y espirituales con su propio esfuerzo, para lo cual solo exigen, se respeten sus derechos y se creen condiciones favorables en el entorno.El Socialismo Bolivariano ha promovido a lo largo de estos últimos 17 años, una línea de conducta disolvente de «lo afirmativo venezolano», como bien lo definiera, Don Augusto Mijares, en su libro más reconocido. La revolución ha promovido un discurso que afecta la disciplina, el trabajo, la tolerancia y el respeto entre los venezolanos.Dicho discurso ha derivado en políticas populistas que vienen minando las bases éticas de nuestra sociedad.De «la deuda social» a la promoción de la holgazanería sistemática, solo ha existido un estrecho margen. En nombre de la necesidad de saldar dicha deuda social, se ha establecido el más brutal sistema de corrupción y saqueo de recursos públicos, que se haya conocido en las sociedades contemporáneas. Pero también se ha cultivado la idea de que no vale la pena trabajar, porque «somos un país rico», que debe proveernos de los recursos necesarios para vivir.  La tesis de que somos acreedores de una «suerte de gota de petróleo» para bien vivir, se ha ido internalizando en importantes contingentes de nuestra sociedad.No se trata de  obviar programas sociales con los cuales atender los sectores más vulnerables de nuestra sociedad, se trata de no patrocinar la vagancia, de lanzar cuantiosas sumas de dinero a la calle, para captar adeptos, detrás de los cuales se instalan siempre, las mafias que aprovechan la ocasión para hacerse con buena parte de los recursos asignados para tales políticas.Con ocasión de las primeras manifestaciones del surgimiento del rostro de la quiebra del fisco nacional, el inefable ex ministro «socialista» de planificación, Jorge Giornani, declaró: «El gratis se acabó y el regalado se tiene  que acabar», (Leer más en: http://www.elmundo.com.ve/noticias/economia/politicas-publicas/giordani-dice-que-en-venezuela-se-debe-acabar-lo–.aspx#ixzz45Tv5dsnT)La anterior declaración de Giordani refleja lo que fue una de las líneas del populismo más aberrante de nuestro país.  Impulsar un clientelismo mediante el cual se regalaba toda suerte de bienes y servicios, que fueron generando en crecientes sectores sociales, una idea de que esos bienes no cuestan, que nos deben obsequiar siempre los mismos, y que no vale la pena trabajar para lograrlos, porque al final, el estado me los «debe» entregar.Cuando se han despilfarrado y saqueado los recursos de la bonanza petrolera, y nos es posible sostener tal derroche, entonces se producen severas frustraciones en dichos sectores sociales, quien sin conocer la forma como los mismos fueron financiados, desean seguir recibiendo, becas, auxilios y ayudas.La alternativa democrática no debe confundir política social, necesaria para atender los sectores más vulnerables de nuestro pueblo, con el derroche irresponsable de los recursos, pero sobre todo con fomentar la cultura de la holgazanería, hasta el punto de no exigir ningún esfuerzo para acceder a bienes y servicios que representan un alto costo para la sociedad en su conjunto.La propuesta asumida en la segunda discusión de la Ley que otorga el derecho de propiedad a los adjudicatarios de la Gran Misión Vivienda Venezuela, de condonar el total de la deuda de los beneficiarios de dicho programa, constituye un paso más en la línea de no exigir responsabilidad a quienes accedieron a viviendas financiadas por el estado. Esa media podría ser otorgada en casos excepcionales, a familias o personas que por razones de salud o de ancianidad,  no están en capacidad de pagar su costo. Pero no exigir retribución a personas y familias con capacidad productiva constituye una irresponsabilidad, pues se están perdiendo recursos que deberían reinvertirse en la construcción  de nuevas viviendas, que les permitan a otros contingentes humanos acceder a un bien fundamental de toda persona.Los demócratas venezolanos no pueden seguir jugando al populismo irresponsable que ha caracteriza la gestión pública, se hace necesario asumir con seriedad la disciplina fiscal,  el valor del trabajo y la transparencia.Seguir creyendo que los recursos del estado son infinitos, que los mismos se pueden ?regalar?, seguir promoviendo la holgazanería de nuestros ciudadanos no va a permitirnos superar la pobreza y conseguir la justicia social, ya que seguiremos siendo una sociedad ?rentista?, muy alejada de la sociedad productiva y solidaria que debemos construir.


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