Eso de condenar a la pira pública, a la hoguera del dicterio y el escarnio público a quien, por ejemplo, se declara ?antibolivariano? en una sociedad cuyos dirigentes se autoproclaman socialistas, bolivarianos y antimperialistas, es una prueba fehaciente y patética de totalitarismo nazi-fascista. Puede uno reivindicarse ?piarista? (Manuel Piar) o ?santanderista? (Francisco de Paula Santander) o qué sé yo lo que uno quisiese declararse, asumirse desde el apelativo que cualquier ciudadano quiera sin que por ello se convierta en objetivo político-militar y candidato al paredón de fusilamiento moral por parte de las hordas salvajes y criminales del partido único y del gran Moloch bolivariano.Es una flagrante contradictio in abyecto decirse socialista y bolivariano y a la vez pretender asumirse demócrata. Es una contradicción en los términos. No hay ni ha existido nunca un fulano socialismo democrático. Todos los socialismos desde la Comuna de París, pasando por la bolchevique revolución octubrista rusa de 1917, hasta llegar a la bolivariana, son medularmente antidemocráticos y se fundan en la criminalización y exterminio de la disidencia y de las voces heterodoxas que le adversan. La revolución ?bolivariana? no sabe concebirse ni pensarse sin el espectro del enemigo irreconciliable que, huelga decirlo pronto, es menester exterminar y extinguir como a una cucaracha o un insecto (gusano apátrida y pitiyanqui, derecha maltrecha, y demás linduras semánticas).Ser de ?derecha? en revolución, al menos en Venezuela, es personificar a Arimán, o a Belcebú, ser antibolivariano es una raya mefistofélica. El cielo socialista de la mayor suma de felicidad bolivariana es la  civitas ?heroica? y hagiográfica donde ?habitan? los espíritus de quienes se inmolaron u ofrendaron sus vidas en pos del ideario bolivariano. El mal o el bien. Blanco o negro. Ustedes o nosotros. No hay zona gris, no término medio. O eres bonancible (bolivariano) o eres malevo (opositor). Así es el credo bolivariano. Así es el chavismo moribundo. No existe el madurismo, no hay un tal cabellismo. Nada de esos mejunjes ni patuques esperpénticos farsescos ni ideologemas existen. Solo sectas hamponiles en el seno de una cofradía de burócratas predelictiva que hace las veces de organización política partidista que se autoadjetiva ?socialista unido de Venezuela?.De tal modo que, así como Cristo nunca fue cristiano, Marx jamás fue marxista, Bolívar tampoco fue bolivariano. Solo a fuer de insistir, persistir a través del sistema nacional de propaganda doctrinaria e ideologizante, se puede tan solo imaginar a una sociedad que compulsivamente es obligada a pronunciarse bolivariana en medio del estertor de su signo monetario tan esmirriado y lastimoso.Nadie, ningún ciudadano en su sano juicio que tenga sus sentidos ?bien puestos? es capaz de asumirse ?bolivariano? sin sentir pena ajena o bochornosa vergüenza al ver la vertiginosa e indetenible depauperación de su moneda. ¿Quieres postrar y someter a una sociedad a la condición de sociedad mendicante y desmoralizada que permanentemente espera un mendrugo de pan duro a cambio de una fulana lealtad a un ininteligible proyecto deletéreo de dudoso aliento emancipatorio? Destrúyele su moneda y llénale su lengua nacional de detritus impronunciable.Todo, o casi todo en Venezuela ha sido rotulado con el remoquete de ?bolivariano?; así por ejemplo, tenemos, café bolivariano, papel tualé bolivariano, cárceles bolivarianas, cementerios bolivarianos, mercados bolivarianos, asaltos y secuestros bolivarianos, colas bolivarianas? todo lo han bolivarianizado, obviamente, previa desbolivarianización del bolívar mal llamado ?fuerte? trocado en debilucha moneda zarrapastrosa porque ya no viste sus antiguas orlas de moneda apetecible, pues su otrora poder adqusitivo ha quedado en los olvidados socavones de la memoria museográfica de la sociedad venezolana.Así las cosas ser bolivariano convirtiese en una estratagema publicitaria para cazar incautos, trocase en ardid semántica y en birlibirloque confuso y comodín seudopolítico distractor de legiones de masas sedientas de odio y venganza. Triste destino el de un gentilicio que en sus luminosos prolegómenos de la primera independencia impregnó al bravío e irreducible espíritu nacional de orgullo enaltecedor.


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