La caja negra se disuelve y toma las formas y luces que el director decide para ellas. En esta oportunidad se convierte en un bar decorado con afiches y discos de acetato. Solo un rostro destaca: el del cantante Daniel Santos, protagonista de la historia que estamos a punto de presenciar.La fuerza de la escenografía es tal que se puede imaginar el olor a alcohol con cigarrillo. Tres mesas con manteles de colores desvaídos con un pequeño piano al fondo y un bar con botellas de diversos colores y bebidas espirituosas, complementado por dos sujetos que duermen la resaca en la barra.Esta fotografía de botiquín fue extraída de las palabras de Salvador Garmendia, quien fuera autor de El Inquieto Anacobero, autor venezolano demandado en 1976 por la intelectualidad moralista de la época por el lenguaje utilizado en este cuento basado en la vida de Daniel Santos. Hoy, tanto este texto como el curioso pasaje del revuelo que causó, son llevados a escena por Federico Pacanins en una pieza homónima que mezcla teatro y música de época. El resultado, más allá de poder contar con la etiqueta de teatro musical, es el fiel testimonio de una época en Venezuela, con personajes que actúan clara y definidamente y que forman parte de la cotidianidad de la época.Pacanins se sirve de la crónica como género periodístico para representar en sus piezas los sonidos y costumbres de un momento determinado. A esta línea pertenecen espectáculos basados en personalidades de la música popular venezolana como Luis María «Billo» Frómeta, Aldemaro Romero y ahora Daniel Santos, utilizando de esta forma a música no tanto como una expresión artística sino como un registro histórico.El inquieto anacobero además, tiene la particularidad de ser orgánica: su reparto, compuesto por los talentos de Mirna Ríos, Rolando Padilla, Daniel Jiménez, Fabiola Arace, Jesús Rafael Pédez y Juan Manuel Blanco son quienes interpretan las canciones en vivo, permitiéndose hacer gala de improvisaciones vocales e instrumentales propias de un buen número musical.La pieza culmina con un final conocido: el cese de la investigación judicial a Salvador Garmendia y los posteriores escándalos del protagonista de su cuento. Todo se desvanece como un recuerdo, y es entonces cuando la compañía canta el sentimiento general que mueve el espectáculo: Recordar es vivir.


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!