Algo hace pensar que no es Juan Manuel Santos quien mantiene en Colombia la sartén por el mango en el tema de la paz. El proceso se tambalea. Un nuevo ingrediente viene a complicar las cosas: la propuesta de Álvaro Uribe de oponer resistencia civil a cualquier acuerdo de paz que surja de la actual negociación de la guerrilla de las FARC con el gobierno colombiano. Este nuevo giro tiene un buen asidero, ya que se enmarca perfectamente dentro de los mecanismos constitucionales.La razón para Uribe de adelantar y alentar esta propuesta de actuación, a través de la resistencia, es que estima que una solución como la que está pactando el gobierno y la guerrilla estimulará un género de violencia que no será sostenible en el tiempo. El ex mandatario presentará en los próximos días un formulario que deberá ser firmado por quienes se oponen en el país al acuerdo de paz. Puede haber sorpresas.El tema de los diálogos ha estado pervirtiéndose cada día más. Cada una de las partes está mostrando el tramojo.Por un lado, el bloque de las FARC que lleva el nombre del Mono Jojoy emitió un remitido en el que asegura que hay entorpecimiento de los diálogos por parte del gobierno, toda vez que han ocurrido enfrentamientos en algunas zonas rurales del Meta que hacen pensar que del lado oficial se está bombardeando el proceso.Por otro lado, las Fuerzas Armadas por boca del ministro de la Defensa, Luis Carlos Villegas, han declarado que ha habido violación del cese al fuego bilateral por parte de los insurgentes cuando estos han perpetrado ataques con francotiradores que así lo demuestran. Estos ataques serían importantes violaciones de los derechos humanos. En el criterio de Villegas, las FARC siguen manteniendo la práctica de las extorsiones, el tráfico de drogas y la explotación ilegal de la minería, todo lo cual iría en franca contravía con conversaciones tendientes a finalizar las hostilidades.Esta semana, igualmente, el gobierno del país acusó a la guerrilla de violar el acuerdo de cese al fuego en marcha desde julio del año 2015. En los días pasados se ha producido el asesinato de soldados profesionales en el Caquetá.La controversia que se ha suscitado en el país está modificando los escenarios a gran velocidad. El proceso de paz va perdiendo asidero conceptual, va soltando el amarre con el que se animó la población de a pie, aunque el gobierno le ha puesto tanto empeño que tratará de sacarlo adelante a troche y moche. En ello va el prestigio de Juan Manuel Santos y de sus colaboradores directos.Por ello la propuesta de Álvaro Uribe viene a enredar más las cosas, pero también viene a aportar elementos para resolver el nuevo conflicto que es el de la pertinencia de ?ese? proceso de paz, el que lleva el sello Santos. En lo internacional no le ha resultado difícil al mandatario colombiano granjearle simpatías a las tratativas, porque en esos predios el presidente goza de vara alta. Sin embargo, Uribe exhibe igualmente contundente prestigio en la escena global. Ante la duda suscitada, terceros países darán un paso atrás, no serán demasiado entusiastas de ninguna de las dos tesis y tenderán a mirar los toros desde la barrera.En síntesis, Colombia genera hoy más inquietud que otra cosa. El proceso no se sabe cuál derrotero tomará. La piedra de tranca la ha puesto Álvaro Uribe. 


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