Que el Royal Tulip de Brasilia es un hotel peculiar se percibe desde que se ingresa a su imponente hall: muebles de diseño y butacas coloridas destacan sobre los tonos blanco y gris del suelo y de los tres pisos de balcones ondulados que fluctúan al interior.Desde el techo, la luz se filtra suave por una enorme claraboya con forma de dirigible, contribuyendo a la atmósfera futurista del hotel, con la firma del arquitecto brasileño Ruy Ohtake.Pero el lujo no es lo único que hace distinto a este lugar.Tanto el Royal como el Golden Tulip de Brasilia, un hotel del mismo grupo empresarial dentro del mismo predio, son frecuentados por la flor y nata de la política brasileña.Pero con la tremenda crisis política que asfixia a Brasil estos días, sus vestíbulos y habitaciones se han vuelto escenarios imprevistos de hechos propios de novelas policiales o de suspenso. En algunos casos hubo arrestos de figuras poderosas. En otros, operativos policiales por escándalos de corrupción. Y en otros, grabaciones ocultas de consecuencias devastadoras.El expresidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, montó en el hotel su búnker de Brasilia, a la espera de que la justicia defina si puede asumir como ministro jefe de gabinete del gobierno.Desde este sitio, Lula comanda negociaciones a contrarreloj intentando salvar el mandato de su sucesora y correligionaria, Dilma Rousseff, ante la posibilidad un juicio político en el Congreso.Pero en el hotel dicen que es difícil ver al expresidente cuando llega o sale, protegido por su equipo de guardaespaldas.»Entra por la entrada privada», señala un empleado sin revelar su nombre, porque carece de autorización para hablar con la prensa.»Hay una crisis muy grande y mucha gente no está contenta», explica. «Antes, cuando (Lula) era muy popular, aparecía más, se dejaba ver. Pero ahora no».* * *Hay algunas razones para que este hotel sea elegido por políticos, empresarios y líderes extranjeros que visitan Brasilia, como lo han hecho el presidente estadounidense Barack Obama o la canciller alemana Angela Merkel.Está ubicado en una zona tranquila y apartada de la ciudad, a orillas del lago Paranoá y a pocos metros de distancia del palacio de la Alvorada, residencia oficial del presidente de Brasil. La propia Rousseff ha sido vista pasando cerca de la entrada del Royal Tulip, ejercitándose en su bicicleta algunas mañanas, incluida una el mes pasado en que la policía hacía un allanamiento dentro del hotel, según el diario Folha de S.Paulo.Los investigadores revisaban una habitación que solía usar João Santana, el hábil estratega de campañas electorales de Rousseff, Lula y otros presidentes latinoamericanos, detenido en febrero como sospechoso del caso de sobornos y corrupción que estremece a Brasil.La vecindad con el palacio de la Alvorada es una de las ventajas que destaca el mercadeo del Royal Tulip.»Es el lugar perfecto para su viaje de placer o negocios, distante apenas dos kilómetros del Congreso nacional», señala también un mensaje grabado cuando se llama al hotel por teléfono.Otro motivo por el cual los poderosos optan por este lugar, donde se observan desde un ángulo privilegiado los cielos abiertos de Brasilia, son sus comodidades.  De categoría cinco estrellas, el hotel con forma de «U» posee dos suitespresidenciales de 360 metros cuadrados y ascensor privado, 395 habitaciones, sauna, spa, piscinas, gimnasio, restaurante, bares y hasta un teatro.El cuarto más económico para una persona cuesta cerca de US$100 por día,pero una suite presidencial con obras del arquitecto Oscar Niemeyer y artistas reconocidos cuesta miles de dólares.En una de esas suites-design se filmó para la miniserie de ficción «¿Felices para siempre?» una escena que el año pasado sacudió las redes sociales en Brasil: un empresario envuelto en corrupción recibe allí a una prostituta de lujo, interpretada por la actriz Paolla Oliveira, casi desnuda.Por la mañana en una habitación del hotel se escucha solo el canto de pájaros, una enorme diferencia con el bullicio de las grandes ciudades de Brasil, de calles repletas de vehículos y gente que intenta ganarse el pan en medio de la recesión.El diputado opositor Francisco Floriano, que por estos días estaba hospedado en el Royal Tulip, explica que el hotel suele tener acuerdos de alojamiento con la Cámara de Diputados.»Es un hotel con seguridad, al lado de la Alvorada, y creo que siempre tuvimos convenios», dice Floriano tras saludar en el hall a un entrenador personal y avisarle que lo llamaría.Luego el diputado señala asombrado el escaso movimiento que ve en el lobby principal y comenta: «¿Qué es esto? La crisis?».* * *Fue en este complejo hotelero donde la policía arrestó al senador Delcídio do Amaral una mañana de noviembre, cuando aún era el principal líder del gobierno en la Cámara Alta.Los investigadores del dantesco escándalo de sobornos en Petrobras fueron a buscarlo a su habitación tras conocer un diálogo que Amaral tuvo con el hijo de un exdirector de la petrolera estatal, Nestor Cerveró, sentenciado por corrupción.En la charla íntima, que había tenido lugar en el mismo hotel, el senador detallaba un plan para que Cerveró escapara de Brasil en un avión privado, rumbo a España y pasando por Paraguay.La conversación fue grabada con un teléfono por el hijo de Cerveró y entregada a la policía.Tras su arresto, Amaral llegó a un acuerdo de colaboración con la justicia en el que acusó a Lula y Rousseff de operar para evitar el avance de las investigaciones de corrupción en Petrobras, algo que ambos niegan.El senador también involucró en hechos ilegales al vicepresidente Michel Temer, que ha sido acusado por Rousseff de conspirar para derrocarla mediante un juicio político, y a políticos de oposición.Un día antes del arresto de Amaral, la policía había detenido en el Golden Tulip a José Carlos Bumlai, un empresario ganadero amigo de Lula, también por sospechas de involucramiento en la trama de corrupción.Este complejo hotelero inaugurado en la década pasada ya había sido mencionado en relación con denuncias, sospechas y escándalos previos de la política brasileña.BBC Mundo se comunicó con autoridades del hotel y el servicio de prensa del grupo al que pertenece para saber si estos episodios recientes lo han afectado, pero no obtuvo una respuesta hasta la publicación de este artículo.Ahora la gran incógnita que sobrevuela el lugar es si el palacio presidencial vecino tendrá pronto un nuevo inquilino.La Cámara de Diputados prevé decidir el domingo si apoya la apertura del juicio político a Rousseff, después que una comisión especial aprobara un informe señalando indicios de que la presidenta maquilló las cuentas del gobierno para cubrir el déficit.Si al menos dos tercios de los diputados votan el impeachment, y el Senado lo acepta por mayoría simple, Rousseff será apartada del cargo por hasta 180 días para ser juzgada por la Cámara Alta, que podría destituirla.»Estamos con mucha expectativa sobre lo que va a ocurrir», dice Jorge Lacão, un diputado portugués que días atrás se hospedaba en el Royal Tulip para asistir a un encuentro internacional de parlamentarios.»Cuando hablamos con colegas brasileños», agrega, «ellos tampoco consiguen decirnos qué va a ocurrir».En la prensa brasileña ya hay oficialistas anticipando que, si Rousseff fuese suspendida, podría permanecer en el palacio de la Alvorada, oponiéndose a su sucesor mientras la juzga el Senado.Quizá el Royal Tulip siga siendo por algún tiempo ese lugar especial, donde la crisis política de Brasil se observa en primera fila.


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