Con asombrosa velocidad la Asamblea Nacional agonizante o ?moribunda?, como decía Chávez, se apresura a designar nuevos magistrados del Tribunal Supremo de Justicia para dejarlos bien sembraditos por un período constitucional de 12 años. Incluso se dice que algunos magistrados cuyos períodos no están aún vencidos han recibido ?amables? y tentadoras invitaciones a retirarse para ser sustituidos de inmediato.Por primera vez creo coincidir plenamente con el diputado Elvis Amoroso, encargado de pisar la chola parlamentaria, quien ha dicho claramente que la razón de este apresuramiento es el proceso electoral que se avecina. Según Amoroso las elecciones pueden complicar este proceso, y tiene razón. Si las encuestas son acertadas y en las elecciones de 6-D la oposición se alza con una mayoría contundente de curules, digamos que entre noventa y cien, la elección de los magistrados necesariamente deberá ser producto de un consenso en el cual la mayoría, con seguridad, desechará a los candidatos a magistrados que, sin credenciales pero con mucha fe roja, piensen dictar fallos complacientes para dar una ilusión de soporte al Poder Ejecutivo.A fin de cuentas este empeño desaforado e inoportuno por designar a los magistrados evidencia que los partidarios del gobierno sí leen encuestas y el terror electoral que les embarga es de marca mayor.Suspender las elecciones parlamentarias es una estupidez demasiado costosa para la revolución. La mejor alternativa para ellos sería perder por poco margen y utilizar la institucionalidad servil que ella misma ha designado para gobernar. Es decir, sin importar la magnitud del descontento popular, aferrarse al poder colocando los poderes públicos de espaladas al pueblo. Puro Plan de la Patria.La estrategia oficialista es tan clara como torpe. Consiste en tratar de anular algunas funciones legislativas, mediante una corte de magistrados rojitos. En el fondo todo se reduce a conservar el poder mediante un choque de instituciones. Pero ese cálculo es políticamente estúpido y nacionalmente indolente. Una nueva torpeza que en lugar de reconciliar al país derivará en una seria y peligrosa ingobernabilidad.La Asamblea Nacional es el órgano de representación popular democrática por excelencia. Es el poder público que realmente concita al pueblo y precisamente por ello debe ser elegida repateando el principio de la representación proporcional de las minorías. El presidente de la República es uno solo y, por cierto, si ganó fue por nariz. Los magistrados del Tribunal Supremo, los rectores del CNE, la fiscal, el defensor del pueblo y el contralor, son todos funcionarios designados y, en consecuencia, no elegidos popularmente como sí lo son los diputados que representan cada región del país. En consecuencia el poder que realmente representa al pueblo es el Legislativo Nacional.Dicho claro y raspao, pretender que un grupito de magistrados soporte al gobierno interpretando la Constitución de manera parcializada y contraria a las decisiones del órgano de mayor representación popular es una estrategia antidemocrática que acabaría por cerrar las puertas a un cambio pacífico y a la reconciliación de todo el país. El colapso nacional es evidente. Nadie en su sano juicio puede decir que el país está bien o va por buen camino. El pueblo no solo quiere un cambio, lo necesita con urgencia. El fracaso de la revolución es indiscutible. Sencillamente el país está mucho peor luego de décadas de altos precios petroleros. Es hora de irse al dogout como un lanzador cansado. Insistir en mantenerse en la lomita es condenar al equipo y al público a un espectáculo lamentable. Aferrarse al poder con el pueblo inmensamente en contra es sumergirse en ilegitimidad, es fomentar la ingobernabilidad y por lo tanto guindarse de la represión. Dentro de la Constitución todo, fuera de ella nada. No hay vuelta de hoja, si la oposición gana corrido la Asamblea Nacional, esa tribuna de máxima representación democrática, supondrá un revolcón político nacional y la sociedad se abrirá camino hacia el cambio, así se opongan unos cuantos magistrados y bayonetas que al final tendrán que ceder para que el pueblo pase con sus necesidades a cuestas.


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