Muchos ciudadanos, quizás poco informados o muy indignados por la abundancia de crímenes y la percepción del peligro que eso supone para ellos mismos, argumentan: ?¿Por qué hay que respetar los derechos humanos de los delincuentes si ellos precisamente no respetan los de sus víctimas??. En consecuencia, estallan en toda clase de improperios contra las ONG y las personas que por vocación y con sacrificio se dedican a defender esos derechos contra los abusos de las instituciones del Estado y no suelen gozar de buena opinión en las redes sociales.El argumento aparenta fuerza y racionalidad. Nada más falso. Es cierto que el delincuente no respeta los más elementales derechos de las personas cuando caen víctimas de su violencia, su codicia o sus ansias de poder y sometimiento, pero exactamente por eso es declarado delincuente, porque infringe las leyes que defienden precisamente los derechos humanos de los ciudadanos. Esos derechos están ya bien defendidos por la constitución, las leyes y las instituciones del Estado creadas para eso. ¿Para qué existen, si no, los tribunales, los distintos organismos policiales, las cárceles, los institutos de prevención y vigilancia? Los derechos humanos del ciudadano común, están ya protegidos en cualquier Estado moderno, civilizado y eficiente. Sin embargo, estos derechos también tienen sus defensores cuando algún Estado, como el nuestro actual, elude sus responsabilidades al respecto y se desentiende de dicha protección. En defensa del ciudadano abandonado por el Estado que no cumple ni constitución ni leyes se crean organizaciones comunitarias, se alzan voces y se promueven acciones de protesta exigiendo el cese de la impunidad, de la venalidad de los jueces, de la falta de vigilancia, de la corrupción de las instancias de seguridad.Nadie defiende el derecho que supone tener el delincuente a ejecutar libremente sus delitos, pero, cuando ese delincuente ya está en manos del Estado y no puede dañar al prójimo ni violar sus derechos, conserva la condición de persona como ser humano que es, y no por delincuente pierde nunca, a cuya condición van indisolublemente unidos derechos fundamentales cuyo disfrute a ningún otro ser humano dañan. Si el Estado los viola ya sea al perseguirle, apresarle o retenerle, el Estado delinque y esos derechos necesitan ser defendidos contra ese Estado convertido en delincuente. Si al Estado se le permite violar los derechos humanos de cualquiera, todos estamos en peligro y fomentamos la tiranía bajo la cual ninguna persona puede vivir [email protected]


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