Durante la mayor parte de estos larguísimos diecisiete años y medio de régimen chavista oímos el incesante, y hoy comprobadamente falso, discurso relativo al ?pueblo?: el pueblo soberano, el pueblo protagónico, el pueblo revolucionario, el pueblo bolivariano, el pueblo chavista, etc., etc. Pero bastó y sobró que ese mismo pueblo sufragara mayoritariamente en contra del gobierno en las elecciones parlamentarias del pasado 6 de diciembre de 2015, para que las voces que lo enaltecían y glorificaban se acallaran y dieran paso a una artera campaña de irrespeto y desconocimiento a la soberanía popular. Los diputados, que eran los ?representantes del pueblo soberano? cuando el chavismo era mayoría, son ahora los ?voceros de la derecha,? término anacrónico y desfasado, residuo roñoso de las chatarras revolucionarias de los siglos XVIII, XIX y XX que nada significa en la actualidad.Pero lo que sí tiene significación, y mucha, es el derecho del pueblo a que se respete su mayoría de las dos terceras partes de los diputados de la Asamblea Nacional. Se trata de un derecho fundamental que está siendo desconocido por el presidente y sus poderes subordinados que representan muy poco del apoyo popular (en el caso del presidente quizás 20% de los votantes, entre militantes y tarifados) y absolutamente nada en lo que se refiere al Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) y sus respectivas Salas, cuyos magistrados fueron escogidos de la nómina de pago del gobierno.El pueblo venezolano ayer glorificado por la oratoria oficial y hoy martirizado por la escasez, la inflación la inseguridad y la represión, está siendo irrespetado igualmente por el intento manifiesto y desvergonzado del oficialismo de impedirle  que cambie de manera pacífica y democrática el sistema político del ?socialismo del siglo XXI?, o más exactamente del castro-comunismo, que ha sido el hilo conductor del proceso que nos ha llevado al mismo estado de penuria que padecen los cubanos. El referéndum revocatorio del mandato presidencial es el recurso previsto por la Constitución Nacional para resolver las situaciones críticas de la vida nacional. Negarlo, desconocerlo o bloquearlo constituye un delito de lesa patria, un irrespeto al pueblo, un golpe de estado contra la República. Siendo este propósito un fin expresado públicamente por el Presidente, el Vicepresidente y otros altos funcionarios del Gobierno, tendría que ser prueba (al igual que el atropello a la Asamblea Nacional) suficiente para activar la aplicación de la Carta Democrática contra el gobierno antidemocrático de Venezuela en la Organización de Estados Americanos (OEA)Ante todos estos desmanes realizados por el proceso político que en sus inicios se declaró democrático, participativo y protagónico, habría que preguntar a quienes todavía lo apoyan: ¿qué pasó con el protagonismo del pueblo venezolano tan cacareado por Chávez y sus camaradas cuando requerían su voto en los procesos electorales?, ¿qué ocurre con la ?mejor Constitución del mundo? que supuestamente garantiza el derecho del pueblo a escoger su destino?, ¿son acaso  la Constitución y las leyes ?papeles mojados,? como suelen decir quienes no creen en esos instrumentos jurídicos salvo que sean la fiel expresión de sus ideas e intereses?Los hechos de la historia, ejemplares o execrables, pasan a la posteridad asociados a los personajes que los realizan y quedan escritos (y hoy en día, grabados y filmados) para la memoria imperecedera de los pueblos. Así, los nombres de todas aquellas personas que hoy operan arteramente desde las trincheras del poder en contra de los intereses del pueblo y de la Nación, sea por desvarío ideológico, debilidad de carácter, intereses mezquinos o maldad congénita, pasarán a la historia cargados de ignominia para unirse a las legiones de minúsculos personajes del pasado marcados con el oprobioso hierro de algún ?ismo? de los muchos que han ensuciado nuestra historia: paecismo, monaguismo, guzmancismo, gomecismo, perejimenismo y (ojalá último)  chavismo. 


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