Las imágenes de horror que conocemos de guerras mundiales y regionales comienzan a aparecer en ciudades y pueblos de Venezuela, con linchamientos, madres implorando comida para sus hijos, ancianos muriendo en colas por alimentos o medicinas, soldados robando chivos porque la tropa padece hambre, incluso versiones donde la desesperación en barriadas conlleva a alimentarse con cualquier bicho de uña para subsistir, o donde la escasez y la pobreza presencian hasta la caricatura de venta de un rocío de desodorante en alguna esquina de Petare. En fin, sin exageración alguna, parajes de la miseria humana que jamás imaginamos sucederían en nuestra patria.La respuesta gubernamental ante la cruenta realidad nacional es ignorarla y negarla en un mundo globalizado, donde nada se oculta y evidencia a una macolla que disfruta la embriaguez del poder, al punto de reconocerse amos y señores de un país, por sentirse flanqueados por la escuela estalinista del terror, cuyos laboratorios de la maldad asolaron desde el siglo XX hasta el presente a naciones enteras.Este es el origen de tanta insensibilidad y desprecio ante la tragedia que todos sufrimos. No importa que se esfumen más de 30.000 puestos de trabajo directos de la Polar y aproximadamente 300.000 indirectos en el mercado laboral, negar el ingreso de  ayuda humanitaria sanitaria internacional para miles de enfermos que requieren medicinas, burlarse en cadena nacional de la hambruna popular y anunciar que sustituyamos harina precocida de maíz por casabe, o que las colas inhumanas a 40 grados bajo sombra son manipulación mediática del imperio y la oligarquía.Por tanto, la respuesta de la nueva mayoría nacional surgida el 6-12-2015 debe ser más contundente y unitaria, ya que no hay lugar ni espacio para cálculos políticos de ningún partido o líder predestinado a salvarnos. Para rescatar a Venezuela requerimos el esfuerzo de todos, de los trabajadores, los empresarios, los universitarios, la Iglesia y por supuesto los partidos políticos, ya que el nuevo país a reconstruir será gobernable con el concurso de todos, so pena de tener un nuevo gobierno frágil y efímero.En un país fragmentado donde la oferta de cambio se multiplica y diversifica; donde se ofrece parceladamente el revocatorio; otros, elecciones a gobernadores; enmienda; constituyente; la partida de nacimiento presidencial, abruman la perplejidad de una población que votó por una Asamblea Nacional que impulsara un cambio inmediato y promoviera unitariamente a partir del menú constitucional descrito las bases de un gobierno de emergencia nacional que asuma las medidas necesarias para garantizar la alimentación, la salud ante la escasez y el desabastecimiento, reactive la economía y restablezca el sistema democrático.Recoger los vidrios rotos de un país descompuesto es el trance y el reto más difícil de nuestra historia contemporánea, ya que Venezuela requiere de un gran acuerdo nacional que integre voluntades y recursos para la reconstrucción de la patria y superar el caos planificado que nos gobierna.


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