Algunas cosas tienen su momento y su tiempo. Nada de lo que sucede es en vano y cada objeto se va transformando, cotejado y confrontado por el camino incierto de trasfondos y esencias que en aparentes episodios aciagos vagan como expulsadas de sí. Hace unos años, recuerdo con mucha claridad que una muestra del maestro Cruz Diez en el antiguo espacio Periférico del Centro de Arte Los Galpones me causó una extraña incomodidad. En ese instante la exhibición reunía varias de las propuestas más recientes del maestro, una exposición con una excelente curaduría que destacaba la capacidad interactiva y contemporánea de la obra de este gran creador venezolano.Sin embargo, en aquel tiempo reparé con especial detalle que mi incomodidad se desprendía de sentirlo aunque presente, lejano. Cruz Diez tiene un museo en Venezuela; como un extraño en su propia dimensión el trabajo del maestro parecía un cuerpo ignoto y trasladado, una aparición levantándose en otro lugar distinto al que verdaderamente le correspondía. El cinetismo,  tan cercano al pensamiento visual de todas las generaciones y de todos los órdenes de la vida social de este país gracias a su amplísima presencia como obra cívica en el ámbito urbano, me pareció repentinamente un hecho fantasmático, sombra fugaz de esas incógnitas nebulosasque a veces se levantan por entre las placas tectónicas de la memoria.Este pasado 17 de diciembre tuve la grata oportunidad de visitar el Museo de la Estampa y del Diseño Carlos Cruz Diez. Además de la amplia y delicada gama de muestras que tienen en sus espacios -La emblemática de Gerd Leufert o la Colección Troxler sobre diseño de afiches de jazz? destaca entre otras, la completa y muy bien distribuida exhibición que bajo el título Atrapando el color reúne una acuciosa selección cronológica de toda la trayectoria del maestro.En las salas del museo que lleva su nombre y entorno a la representativa Cámara de Cromosaturación por muchos visitada, la exposición se extiende, analizando punto por punto cada uno de los episodios más relevantes de este artista que no solo representa un significativo acervo dentro de nuestra historiografía, sino un valioso ejemplo de constancia creativa, seriedad en la investigación y reconocimiento internacional.Desde obras de los años cincuenta y sesenta hasta ejercicios recientes como la Experiencia cromática aleatoria interactiva de 2011 o las Duchas cromáticas del año 2015, la exhibición brinda un nutrido paneo que pone en relación cuerpos de trabajo con conceptos clave del artista como inducción cromática, color aditivo, color reflejo, color substractivo, cromointerferencia, inducción por cambio de frecuencia y fisicromías, entre otros textos y reflexiones. Junto a los detalles, todo culmina con un extenso, detallado y pertinente registro de la gran cantidad de piezas urbanas que Cruz Diez ha hecho durante estos años.Al terminar el recorrido me encontré con una frase del maestro en torno a la inestabilidad del color y los aspectos sensibles del mismo: ?Vivenciar un ámbito de un solo color es una experiencia perturbadora. Lo usual es distinguir el mundo a través de una variedad de formas y colores. Dentro de una Cámara de Cromosaturación se vive la experiencia de una realidad monocroma?. En estas palabras encontré una sencilla pero valiosa alegoría de mi sensación de antaño y de todos los recorridos que ese color ha dado para regresar a su lugar de origen; allí, en el recóndito ámbito de las formas y sus metamorfosis, de los tránsitos volubles, surgió de pronto desde un sitio múltiple y sereno: superposición de módulos donde se le observa más profundo, más palpable en la dermis de cada espectador. 


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