Esta típica expresión venezolana extraída de la mecánica popular, del taller del barrio y de la mata de cují, califica el estado terminal de la máquina del automotor, la cual reclama con urgencia la reparación o su sustitución inmediata, ha servido para ilustrar el imaginario colectivo a la hora de diagnosticar la situación dramática  que atraviesa cualquier mortal en nuestro país.Pues bien, lo que siempre era el sufrimiento circunstancial de un porcentaje minoritario de los venezolanos ha pasado a ser el tema permanente de una mayoría aplastante de la población, que ve cómo se esfuma toda esperanza de vida decente en las fauces de la inflación más atroz que hayamos conocido. Para muestra, sin necesidad de ir al túnel del tiempo, haga la prueba, revise cuánto gastaba en su mercado semanal a principios de 2015 y podrá registrar facturas de 2.500 bolívares, dato que, comparándolo con la misma lista adquirida de productos a marzo de 2016 alcanzaría fácilmente los 27.000 bolívares; entre tanto, la remuneración marca una distancia astronómica ante el costo de los productos, a tal extremo que sería necesario un salario cercano a los 200.000 bolívares mensuales para adquirir un nivel de vida decente, cifra que no devenga ningún trabajador en la actualidad.Ante esta monumental realidad que padecemos, sabemos que ha habido mandatarios de otros países que a lo largo de la historia han propiciado hasta el exterminio de sus pueblos, con tal de imponer sus sistemas políticos; y de ello la lista es superconocida, comenzando por Mao Tse-tung, Pol Pot en Camboya, el nazismo y el fascismo en Alemania e Italia, Stalin en la URSS, a quienes los unificó el resultado de la gestión de sus proyectos, la muerte de cientos de millones de seres humanos, en función de sus aventuras ideológicas, que luego lamentablemente fueron registradas por la historia del siglo XX como un sacrificio en vano.En la alborada del siglo XXI, cuando creíamos que estas tragedias de la humanidad eran cosa del pasado, vemos cómo aparecen de nuevo bajo otras formas en Venezuela, donde sufrimos un genocidio en gotas entre innumerables casos, las centenas de fallecidos por falta de medicinas y de atención médica en hospitales que son ruinas, las dos centenas de miles de asesinatos por el hampa, las matanzas de Tumeremo o en las cárceles venezolanas, que en nada le envidian a las conductas de los Zetas en América Central o al Estado Islámico en Siria e Irak.Por tanto, ¿adónde pretende llevarnos el plan dislocado de Maduro?, que no sea la miseria más abyecta y el empobrecimiento general, representado en América Latina en las imágenes de la famélica población cubana, que tras décadas de fraseología y retórica revolucionaria sus formas se asemejan a  sombras y fantasmas en lugar de seres humanos. Estamos en presencia de un fin de régimen cuyo destino es su partida irremediable, siendo su récord el de haberse presentado inicialmente como redentor y ahora promotor del apocalipsis que todos padecemos.


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