Después de la Revolución de diciembre de 1989 en Rumania y el derrocamiento del líder comunista Nicolae Ceausescu, se permitió la entrada de la prensa por primera vez a los orfanatos del país.Las espantosas condiciones en las que vivían los niños conmocionaron al mundo y las organizaciones humanitarias se apresuraron a encontrar la forma de mejorar la vida de los menores.Cientos de niños fueron adoptados por familias en Occidente. Uno de ellos fue Izidor Ruckel, quien había estado en una institución para chicos «irrecuperables».Ésta es su dolorosa historia.Cuando los periodistas fueron a cubrir la caída de Ceausescu, algunos encontraron instituciones que no habían sido pensadas para que las viera el público o el mundo exterior. El mundo quedó en shock al descubrir que tales condiciones existieran.Cuando tenía 6 meses me enfermé y mis padres me llevaron a un hospital para que fuera atendido.Pero en vez de que me curaran, terminé infectado con poliomielitis.Mis padres me llevaron a otro hospital distinto… y nunca regresaron.Entonces el Estado me puso en una institución para niños discapacitados, un orfanato conocido como «el hospital para los niños irrecuperables».Eso era todo lo que conocíamos, todo lo que podíamos recordar.No teníamos compasión; no teníamos sentimientos o emociones.Simplemente existíamos para vegetar.Éramos animales salvajes que necesitaban ser enjaulados.Crecía ahí hasta los 11 años.Cargando con el dañoMe adoptó una familia de San Diego, California, Estados Unidos: Marlis y Daniel Rackhome.Fue muy difícil. No me podía adaptar a un ambiente familiar.Mi mente estaba acostumbrada a vivir en la institución. Estaba desesperado por volver a Rumania.Me sentía furioso y me volví muy amargo.Hasta les escribí a los trabajadores sociales para pedirles que me dejaran quedarme allá hasta cumplir los 18 años.Todos me dijeron que no.RegresoVolví a Rumania en 2001.Fui a buscar a mi familia biológica, en busca de respuestas.También visité la institución en la que crecí.Traté de entender a mi mamá. Traté de conocerla.Pero desafortunadamente, no todos los padres quieren serlo.Salvado pero marcadoSi nunca hubiera venido a Estados Unidos, estaría o en la calle o muerto.Hay tantos niños que son sencillamente expulsados del sistema.Cuando veo en Rumania o en cualquier otro país a algún adulto sentado o de pie meciéndose hacia adelante y hacia atrás, o comportándose de maneras en típicas de personas institucionalizadas, puedo reconocer instantáneamente a quienes crecieron en un orfanato.A veces extraño esa institución. La gente no lo puede entender pues nunca vivieron esa experiencia.Estábamos acostumbrados a eso, ahí fue donde crecimos, es nuestro hogar.


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