Cuando los montañistas Frida Ayala, José Antonio Delgado y Orlando Corona empezaron el festival Ascenso hace 12 años, poco imaginaron que se convertiría en una iniciativa tan sólida. Lo que comenzó como una representación en Venezuela del festival Banff ?cuya edición local aún celebran? se ramificó en una asociación civil y una muestra nacional de videos y fotografías, que se constituyó en punto anual de encuentro para la comunidad amante de la naturaleza y los deportes de aventura.Ayala atribuye el crecimiento de este proyecto ?que todavía defiende con Corona? a un ritmo constante y alianzas transparentes. «Los tres empezamos esto porque nos apasionaba. Nos producía un placer enorme aunque no ganábamos ni un bolívar», recuerda. «Creo que parte de ese cariño que le ha tomado la gente al festival también se debe a la identificación, a través de esas historias, de cualquiera que quiera ver reflejada otra Venezuela. En ver el lado bonito y más sano de nuestra propia idiosincrasia, de gente que comparte sus anhelos de lograr algo importante», comenta sobre el evento que esperan exportar en pocos meses a EE. UU. y Canadá.Mantener en pie un proyecto difícil de encasillar, que nació en el año del paro petrolero y sobrevivió a pesar de las dificultades y las tragedias, dice mucho de su resiliencia. Cuando su esposo falleció en 2006 durante el descenso del monte Nanga Parbat, en el Himalaya, sus hijos tenían 4 y 8 años, respectivamente. «Mi viudez me planteó dos opciones: me echaba a morir o le echaba piernas. Cuando mi mamá se divorció, se quedó a cargo de cinco niños, y creo que recordar ese ejemplo me puso en contacto con mi propia fortaleza. No iba a ser la única mujer de este país que criaba sola a dos hijos. Convertirte en la única proveedora en muchos aspectos es complejo, pero seguir me pareció una obligación automática con el hecho de ser venezolana. En un momento dado se me hizo muy evidente que el festival era lo que nos iba a sacar a todos adelante», explica. «A mis hijos les he enseñado que tengamos lo que tengamos, sea mucho o poco, implica un esfuerzo. Cuando una puerta se cierra y me dicen que no, busco otra, y eso muchas veces me ha llevado a posibilidades aún mejores. A veces simplemente no es el momento y ya. No me asusta que me digan que no. Prefiero que me lo diga otro que decírmelo a mí misma».La 12° edición del festival Ascenso se celebró recientemente, a finales de septiembre en el Centro Cultural Chacao. En él, Ayala estrenó Kora: senderos a la felicidad, un documental dirigido por ella misma y que rodó en varios países. En él tuvo la oportunidad de conversar con descendientes de Mahatma Gandhi, indagar sobre el índice de felicidad de Bután ?un indicador más valioso en ese país que el del producto interno bruto? y compartir con una mujer que rescató en Nepal a 25.000 mujeres del tráfico humano, entre otras vivencias. La experiencia le confirmó la importancia de saber caer y levantarse.No acepta que le digan que el venezolano no sirve. «Estamos pasando por un momento difícil, pero tenemos el deber de ver también lo mejor de nosotros mismos porque eso es lo único que nos va a sacar adelante. Tenemos derecho a ser felices», reflexiona. «He vivido afuera y no he vuelto a irme porque siento que yo vibro aquí, que el país que me dio tanto, me necesita. Esto es lo que me da calor; me mantiene aquí el reto de construirlo. Pero vivas aquí o afuera, la venezolanidad es algo que deberías llevar con orgullo. Uno puede procurar todo lo que esté a su alcance para hacerlo un país más grande. Puedes hacerte un mejor venezolano desde donde estés». Su política personal es no claudicar. «José Antonio decía que lo mejor que se puede hacer es sacarle provecho a la vida y yo lo veo así también. La vida siempre te va a poner en circunstancias que nunca te imaginaste y las alas que tengas son del tamaño que te las pongas. Yo prefiero morir luchando que suicidarme de aburrimiento».En Twitter: @fridaayala


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