El asesinato del estudiante Eleazar Hernández en la Facultad de Humanidades y Educación de la Universidad del Zulia (LUZ), ocurrido el pasado viernes durante una elección de universitarios afectos al chavismo, es una muestra de lo que puede pasar cuando la violencia sustituye la confrontación política apasionada pero a la vez racional.Este joven zuliano cae víctima de la intolerancia, del odio y de la poca valoración que en estos tiempos tiene la vida humana en nuestro país. Por supuesto, ni soy testigo de lo ocurrido ni vivo en el Zulia, como para pretender sustituir en su rol a quienes deben investigar este caso y determinar si efectivamente o no los dirigentes estudiantiles opositores, Yorman Barillas, Carlos Palma y Víctor Ruz son los autores de este lamentable crimen. Ellos tienen derecho a un proceso pleno de garantías, y deberán asumir las consecuencias en caso de que efectivamente se demuestre su participación en el hecho.Pero más allá de las particularidades de ese doloroso caso, no deja de preocupar que el asesinato del joven pesuvista derive en una nueva escalada de violencia que salga incluso de las paredes de la casa de estudios zuliana, precisamente cuando nos acercamos al proceso electoral parlamentario del venidero 6 de diciembre. Tanto las autoridades universitarias de LUZ como el liderazgo político de la región, oficialista y opositor, tienen que hacer un esfuerzo máximo para contribuir a evitar situaciones incontrolables.¿Qué habrá pasado por la mente de quienes golpearon repetidamente la cabeza de este infortunado joven venezolano contra una cartelera de vidrio? ¿Eran conscientes de que con sus acciones podían arrebatarle la vida? Y otra pregunta, ¿también tenemos que acostumbrarnos a que ciertos o supuestos dirigentes estudiantiles porten armas de fuego como si se tratara de un cuaderno, un libro o unos marcadores? No hay diferencia alguna entre un estudiante que ataque a balazos a otro y un malandrín cualquiera. No importa el carnet de partido que tenga o la ideología que defienda.La violencia no puede ser legitimada por ningún sector como método de lucha. Ni en las universidades, donde supuestamente se hace del debate libre y civilizado un hábito dentro y fuera de las aulas, ni en el resto del país se puede ser débil frente a los violentos, del signo que sean, porque independientemente del lenguaje que utilicen, de los supuestos principios que dicen defender, en el fondo no son sino individuos absolutamente equivocados, incapaces de convencer en un debate abierto sobre la pertinencia de sus ideas, si es que efectivamente las tienen.En el caso de la Universidad del Zulia, ignoro si sus autoridades han hecho algún esfuerzo por contribuir a disminuir o a erradicar los niveles de violencia estudiantil, pero este lamentable asesinato tiene que llamar a la reflexión de quienes tienen la responsabilidad de conducir el alma máter zuliana.He visto algunas declaraciones exigiendo que el caso no se politice. Imposible que así sea, porque tanto la víctima como quienes están siendo acusados han tenido militancia política inocultable. Es inevitable que se produzcan señalamientos de lado y lado. Lo fundamental es que la justicia actúe con equilibrio y firmeza para que este crimen no quede impune. Porque la impunidad le da alas a la violencia, sea esta del signo que sea.


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!