Antonio Sánchez García tiene una mente afilada como una navaja. Nació? en Chile en medio de una familia comunista y él mismo lo fue durante una buena parte de su juventud. Fue profesor de Historia en la Universidad de Chile y formo? parte del Centro de Estudios Socio-Económicos de la misma universidad. Perteneció? al MIR, simpatizo? con Salvador Allende, y tuvo que exiliarse tras su derrocamiento para escapar a los horrores de la dictadura. Posiblemente, a la muerte.Fuera de su patria, continuo? su formación intelectual en Alemania, en cuya Universidad Libre, de Berlín Occidental, había realizado sus estudios de posgrado. Fue investigador del Max Planck Institut, en Starnberg, y finalmente recalo?, como otros miles de chilenos, en Venezuela, entonces una nación democrática que les abría los brazos a los exiliados generados por diversas catástrofes, casi todas producidas por las dictaduras militares de derecha, pero también por el régimen totalitario cubano instaurado por los Castro. En Venezuela conoció? a Soledad Bravo, la extraordinaria cantante, y se unió a ella.Ese bagaje intelectual ?alguien que viene del comunismo, que conoce el marxismo al dedillo? le confiere a sus opiniones sobre el chavismo un peso excepcional. No estamos ante un burgués económicamente afectado por la revolución. Al contrario: si se hubiera plegado al chavismo y hubiera sido corrupto, como lo son casi todos los líderes chavistas, hoy podría ser, si cabe el oxímoron, un intelectual de fortuna. Se trata de una persona que abandono? el comunismo tras un largo periodo de reflexión y de conocimiento íntimo de cómo funcionan realmente los sistemas fundados en las supersticiones del marxismo-leninismo.Arthur Koestler, el brillante escritor hu?ngaro-alema?n-brita?nico, con el mismo recorrido intelectual que Antonio Sánchez García, solía repetir que: ?al final, solo quedaremos nosotros y ellos?. Nosotros eran los ex comunistas, de regreso de todas las utopías. Ellos, eran los creadores de esas pesadillas que parecían liquidadas tras el derribo del Muro de Berlín, pero que han reaparecido en América Latina, revitalizadas con un nuevo ropaje, pero con la misma insensatez y capacidad de devastación de los regímenes soviéticos.Afortunadamente para los venezolanos ?y para los latinoamericanos? están la voz y la pluma de este singular pensador. Lo que dice y escribe es agónicamente importante. Él sabe de lo que habla. Nadie puede engañarlo. Leámoslo con gran atención. En ello nos va la libertad. Tal vez nos va la vida. 


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