Con afecto y respeto,dedico este comentario a mi amiga,Fronilde Bakhos. Los mártires (1842) es la primera novela venezolana conocida. Fue escrita por Fermín Toro y publicada por entregas en Liceo Venezolano. Poco a poco se fueron sucediendo las manifestaciones del género. No obstante esa presencia, es para lamentar el hecho de que esa novelística ha sido poco estudiada. Lejos de mi intención subsanar el olvido en tan pocos caracteres, solo quiero destacar el aspecto central que otorga sentido a uno de esos títulos.La novela que me ocupa se tituló ?Amelia?. Como Los mártires, también se leyó por entregas, esta vez en la revista El Repertorio de 1845. Traía un subtítulo: ?Leyenda original?. Al contrario de la obra de F. Toro, esta (de autor anónimo) no ha vuelto a imprimirse. De manera que se mantiene casi oculta de la curiosidad lectora.¿Por qué me he decidido a comentar esta propuesta estética el día de hoy? Les cuanto que se dieron una serie de circunstancias en días pasados, las cuales me llevaron a su relectura. Esas circunstancias tienen que ver, precisamente, con el argumento de esta novela de 1845.Resulta ser que comentaba entre un grupo de interesados en temas históricos y literarios la existencia de ?Amelia?. De la manera más breve que pude, resumí el argumento de la pieza. Las acciones se desarrollan en Caracas a comienzos del siglo XVIII. Allí encontramos a don Alfonso de Salazar que dispone el matrimonio de su hija Amelia con uno de sus amigos, Guillermo. Pero la joven ama a Carlos. Cuando el padre se desentiende del verdadero sentimiento de ella, suceden una serie de hechos que llevan a la muerte trágica de Amelia y Carlos.La novela concluye con la intervención del narrador que no oculta las intenciones de la pieza. Es una reconvención a los padres para que respeten los sentimientos de los hijos y les den libertad para que elijan a la pareja por designio del amor.Podría apuntar el día de hoy lo que significa el uso de ese subtítulo (Leyenda original). También sería importante detenerme en un análisis de la trascendencia que lleva el ubicar la ficción en Caracas. Son temas importantes para definir las orientaciones que particularizaron nuestra novelística en los años iniciales de vida republicana. Sin embargo, me quedo con aquello del matrimonio por amor.En efecto, durante el siglo XIX fue ganando fuerza y aceptación la idea de la unión de pareja soportada en el sentimiento amoroso. Se comenzó a hablar y a escribir con elogios acerca de los beneficios que sumaban cuando se otorgaba poco interés a lo económico ?lo crematístico? como soporte del lazo matrimonial.En la medida que el siglo XIX llegaba a su fin, se advierte que los escritos sobre el tema casi han desaparecido. A partir de ese silencio, cabría concluir que ya no se daban matrimonios por acuerdo entre los padres con prescindencia de la opinión de sus hijos. Cuando menos yo estaba convencida de que era así.De tal manera el día de la reunión que refiero ?en la que participa este grupo de interesados en historia, literatura y temas vinculados con estos campos? arribé a la conclusión que expongo en el párrafo precedente.Fue en ese punto cuando la amiga Fronilde Bakhos me detuvo para referir que el suceder de los hechos no se había producido de la manera tan mecánica como yo lo veía. Y, en ese preciso momento, refirió al grupo que una de sus abuelas se había casado a comienzos del siglo XX por acuerdo matrimonial. Que la joven de aquel entonces (que contaba apenas 17 años) nunca antes había visto al que sería su esposo por muchas décadas.Cuando escuché a Fronilde, entendí por qué muchas mujeres (entre ellas sor Juana Inés de la Cruz) optaron por ingresar al convento como la manera más digna de lidiar con su vida. Desde luego, todo lo que he señalado aquí tiene que ver con mujeres citadinas que, por añadidura, disponían de medios de fortuna. En otros sectores socio-económicos, la situación era distinta. Pero, para cumplir con las normas, hay que cerrar este capítulo; con ello debo indicar que el tema de hoy ha llegado a su inevitable fin.


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