En el futuro y para siempre, el despertar del lunes 7 de diciembre de 2015, estará asociado a ?Toy contento?, la canción del maestro Billo Frómeta. Desde el anochecer del día anterior, cuando el triunfo de las fuerzas democráticas había pasado de rumor a convicción, la canción se hizo viral en las redes. Al amanecer del día siguiente muchos tarareamos: ?Hoy todo me parece más bonito./ Hoy canta más alegre el ruiseñor./ Hoy siento la canción del arrollito./ Y siento como brilla más el sol?.Y no era para menos. Luego de larguísimos años de hegemonía arrogante y sectaria del oficialismo rojo en la conducción de la Asamblea Nacional, y a pesar del uso ventajista de todo el aparato y los recursos del Estado en la camapaña electoral, una considerable mayoría de venezolanos había decidido cambiar el orden y poner al frente del parlamento a los candidatos de la Mesa de la Unidad Democrática.El lunes amaneció de sonrisas. En algunos estados, como el Táchira, donde de los siete diputados correspondientes los demócratas obtuvieron seis, la tarde fue de celebración colectiva. Miles y miles de personas recorrían las calles masivamente portando banderas tricolores. Se abrazaban. Reían. Algunos lloraban de emoción.¿Qué enseñanzas deja el triunfo del 6-D? La primera y la más contundente, que se ha resquebrajado el mito de la invencibilidad del chavismo por vía electoral. Aunque el PSUV continué siendo el primer partido político, el chavismo ha pasado a ser minoría sin que los rectores del CNE pudieran hacer nada para impedirlo.La segunda enseñanza tiene que ver con el valor del camino elegido por la Mesa de la Unidad. Mantenerse en la actividad política de manera constitucional; eludir cualquier atajo; soportar estoicamente persecuciones y maltratos denunciándolos internacionalmente; y persistir en la idea de unidad por encima de las diferencias, ha dado su fruto. De los tiempos cuando el chavismo sacaba hasta 30% de ventaja, como en las elecciones Chávez/Rosales en 2006, hemos pasado a una situación inversa.La tercera enseñanza está asociada a la ceguera del poder omnímodo sustentado en ortodoxias ideológicas. El chavismo, o mejor el madurismo, no supo leer las señales que le estaba dando la realidad. Atrapados obsesivamente en la idea paranoica de que todo lo malo que ocurre en el país es obra de los opositores, el Imperio, el capitalismo, no se tomó en serio su desgaste y la constante caída de popularidad. Se confió en la superioridad de su aparato de movilización electoral y en el cambio de votos por regalos y no introdujo los cambios en las políticas, especialmente en las económicas, necesarios para frenar el avance de la pobreza y el deterioro acelerado de la calidad de vida que está entre las causas fundamentales de su derrota.Durante los primeros dos días posderrota, la cúpula en el poder quedó como esos boxeadores atontados por un jab en el mentón que no terminan de caer pero quedan extraviados y sin vista, camino de la esquina del contrario. Pero a medida que pasa el tiempo van retornando a su tono beligerante de siempre. Ahora están adoloridos con los votantes que no les apoyaron y atemorizados al corroborar el poder que ha adquirido la MUD al lograr la mayoría calificada en la Asamblea.Vienen tiempos difíciles. Todos lo sabemos. El triunfo significa la posibilidad de recuperar paulatinamente la autonomía de poderes, el principio clave de la democracia. Primero el Poder Legislativo y desde allí el Electoral, el Judicial y así sucesivamente. Y un proceso semejante hace inviable el modelo presidencialista y centralista sobre el que se sustenta el proyecto rojo.Todo hace pensar que la cúpula de poder hará lo imposible por torpedear, obstaculizar, asfixiar y disminuir la nueva Asamblea Nacional. Convertida en minoría, aunque mantenga el Poder Ejecutivo, ya no le será tan fácil. La bancada de la MUD tendrá que apoyarse en la participación real de los electores que le confiaron su nueva investidura y jugar de manera ingeniosa para frenar el elefante loco en la cristalería. Igual estamos contentos.


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