Y el día llegó y desde que el sol despuntó comenzaron a ocurrir cosas sorprendentes que nos inducen a pensar que el régimen está dispuesto a violar una vez más la voluntad popular expresada en unas elecciones parlamentarias en las que la oposición, venciendo un grosero y delincuencial ventajismo, ganó sin asomo de dudas con una ventaja que la historia calificará de increíble. Y no es para menos porque 2 millones de votos de ventaja que le otorgan a la MUD 112 escaños en la Asamblea Nacional no es concha de ajo. Sin embargo, hay que estar alertas porque las cosas que están ocurriendo nos llevan a una lectura llena de subtextos que anuncian innumerables obstáculos, muchos de ellos no exentos de alta peligrosidad.Si bien es cierto que no se presentó el cuadro de violencia que gracias al lenguaje amenazante del régimen muchos esperábamos, pudimos ver otra forma de violencia cuando el régimen apoyado en su dominio comunicacional desapareció de los medios a la oposición y sometió al país a una cadena ventajista grosera y continuada, teniendo como actores exclusivos a los candidatos del PSUV y a Maduro en una rueda de prensa absolutamente abusiva, todo lo cual dejó desnuda la parcialidad servil del árbitro que no solo no se inmutó ante tamaño desparpajo, sino que para completar su colaboración con el régimen, tomó decisiones como la de aumentar el tiempo de la votación cuando muchas mesas habían cerrado, quitarle las credenciales a los ex presidentes, y lanzar un primer boletín con un retardo de cinco horas,  ocultándole, además, a un país ansioso, el grueso de la información que el árbitro tenía en sus manos desde tempranas horas.Lo primero que tenemos que decir es que el perdedor de esta jornada electoral es alguien que ha tenido durante diecisiete años un poder absoluto, que sin escrúpulo alguno utilizó el poder para su único y exclusivo beneficio, que por ese mismo motivo tiene tanto que perder y mucho a qué temer, que logró articular un sistema de ataque y defensa con algo más que una apariencia de invulnerabilidad, que a través de leyes habilitantes arrimó todas las brasas a favor del desastre comunista, que aplicó la represión y otros métodos de sometimiento, incluidos los psicológicos, con una vehemencia argumental deplorable, que nunca se cansó de exhibir su desprecio por la ley, que inhabilita o hace presos sin pruebas a los líderes opositores, y que nunca ha sido capaz de reconocer sus errores. Como es fácil entender, un perdedor que exhibe semejante hoja de vida, no es precisamente el enemigo que se resigna a perder una consulta electoral sin recurrir a la arbitrariedad y al desconocimiento de resultados, tal y como pretende hacerlo ahora, según se desprende de las patéticas intervenciones de la cúpula que dirige este desastre. De esa materia tenemos un rollo infinito, que permite pensar a cualquier observador que haya seguido este proceso desde sus inicios que a los venezolanos nos esperan días de incertidumbres y borrascas que ponen en peligro la paz y la gobernabilidad necesarias para lograr resolver civilizadamente los problemas que nos tienen disminuidos como pueblo y como nación, que es, en definitiva, el mensaje que dejó esta contienda electoral que el incivil lenguaje de los principales voceros del régimen logró convertir en plebiscito. Ahora, con un discurso que por absurdo se convierte en patético, nos quieren llevar después del revolcón que el pueblo le diera como castigo a su ineptitud, soberbia, y arbitrariedades que han lindado con actos cercanos a un terrorismo de Estado, al mismo estado de tensión nacional e internacional que dominó la escena preelectoral. Basta escuchar a los principales voceros del régimen para entender que lo que persiguen es exterminar el entusiasmo de una población que se siente aliviada y victoriosa con unos resultados que fueron el producto de una toma de consciencia colectiva que puso al desnudo las miserias de la mentira, el populismo y la manipulación continuada y funesta de las causas y realidades de una crisis que tiene a todo un país sumido en la desgracia. Propósitos estos que mal se hermanan con un pretendido desconocimiento de la voluntad popular como ya lo han hecho en repetidas ocasiones con resultados que han sido, por decir lo menos, catastróficos. Sin embargo, esta vez el juego les resultará peligroso porque la motivación de los votantes que produjeron tan aleccionadores,  como esperanzadores resultados es demasiado grande, porque esos mismos resultados también los celebra el grueso de nuestras Fuerza Armadas y porque los ojos que observan el paisaje político venezolano, además de haberse multiplicado, permanecen abiertos y muy sensibles a lo que pase en este territorio por lustros injustamente abandonado a su propia suerte.Toda vez que una parte de la cúpula del régimen, alimentado tanto por una vocación totalitaria como por los miedos que esa misma condición genera, pretenderá persistir en tan desbocada actitud, a la oposición toda, a ese sentimiento entusiasta y renovado que hoy se riega en el país todo como una nueva siembra de ciudadanía y determinación gracias a la rebelión popular del voto, le queda mantenerse en la unidad y el coraje que lo hicieron posible, en no ceder ni en un milímetro los derechos que le otorga una victoria sin precedentes, buscar en la historia las lecciones que dejaron la concertación chilena y la experiencia de España que encabezara Adolfo Suárez, y con la misma fe democrática con la que fueron a las elecciones parlamentarias, comenzar a construir una transición que, a pesar de lo que quieran los radicales del régimen, se entregue por entero a reconstruir a Venezuela solucionando en primer instancia los problemas económicos, sociales y políticos que la afligen y recuperar su democracia y la fortaleza de sus instituciones con la mirada propia de gente que mira el futuro con una mentalidad propia del siglo XXI.Llegados a este punto solo podemos decir y repetir con entusiasmo y convicción absolutamente democrática, ni un paso atrás porque duélale a quien le duela, esta rebelión que surgió del propio pueblo con su voto, nos dijo que el país es de todos y en manos de todos, sin exclusiones de ningún tipo, hemos de encontrar la solución de nuestros problemas. Venezuela el 6 de diciembre se alargó los pantalones de la ciudadanía y ya no acepta ni manipulaciones, ni engaños y mucho menos arbitrariedades provocadas por un discurso resentido que alborota los bajos instintos. Duélale a quien le duela, la Venezuela democrática está viva.


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