Los años noventa del siglo XX trajeron la inserción de la danza venezolana en las tendencias mundiales del movimiento vigentes en ese tiempo. Las cinco ediciones del Festival de Danza Posmoderna ?que ofreció sistemática información sobre los conceptos y las técnicas de la nueva danza global? y la apertura del Festival Internacional de Teatro de Caracas a manifestaciones diversas del arte corporal repercutirían en los rumbos que en poco tiempo tomaría la danza contemporánea nacional. La presencia recurrente de agrupaciones que mostraban valoraciones alternativas sobre el cuerpo expresivo reveló nuevas posibilidades para la actividad danzaria realizada en Venezuela.La compañía de Stephen Petronio, notable bailarín de Trisha Brown, sacerdotisa de la danza posmoderna, fue uno de los grupos participantes en las muestras coreográficas del festival de Caracas. El bailarín neozelandés Jeremy Nelson, integrante de este elenco, permaneció en Venezuela por el lapso de un año y generó vínculos con la compañía Espacio Alterno recién establecida. Este hecho supuso para un grupo de intérpretes nacionales un intenso proceso de aprendizaje alrededor de la soltura corporal y la improvisación como postulados vertebrales de la Nueva Danza, expresión todavía poco divulgada en el país hasta ese momento. Los aportes de Nelson se cuantificaron en la orientación de Espacio Alterno y el trabajo coreográfico de Rafael González, su fundador y director artístico, dentro de los principios de la soltura, el contacto y la improvisación, que llevaron a algunos de sus bailarines a interesarse en su desarrollo profesional en los centros naturales  de estas especialidades, fundamentalmente los ubicados en Estados Unidos y Europa: Luis Lara, convertido hoy en reconocido maestro internacional residenciado en Nueva York; Manuel Pérez, activo en la compañía de Sasha Waltz con sede en Berlín; y María Inés Villasmil, coreógrafa y profesora en la Universidad para el Desarrollo de la Nueva Danza en Ámsterdam.Recientemente, Jeremy Nelson y Luis Lara mostraron en el espacio experimental La Caldera de Barcelona, España, dos secciones de su proyecto creativo denominado A B C D E F, seis duetos que tienen como base común procesos de improvisación, que cuentan con la colaboración del músico electrónico holandés Ivo Bol. La actividad también incluyó le realización de un taller especializado promovido por la compañía Mudances de la bailarina catalana Angels Margarit, también conocida en Venezuela.La conceptualización de este proyecto se encuentra documentada en un trabajo publicado por María Inés Villasmil en el nuevo número de la revista madrileña Susy Q, dedicada a la investigación y difusión de la danza escénica internacional. De una clara toma de conciencia de la ?fisicalidad? parte el proyecto. ?El trabajo técnico que propongo se orienta a llevar tus pensamientos de nuevo a una plataforma más física. La sensorialidad enriquece esta posibilidad de estar más abiertos a cualquier proceso creativo. En general, los entrenamientos más convencionales no dan este tipo de reflexión física y ello sin duda afecta la creatividad. Como maestro y creador no me interesa imponer ideas en el cuerpo del otro?, señala Nelson en la publicación.A su vez, Lara revela la estrategia seguida en el proceso de concepción de la obra: ?La improvisación es utilizada para crear material físico a partir del método que ha sido la base de nuestro trabajo. Estos devices son: resistencia, demora, acumulación y movilización. Con estos cuatro elementos clave hemos creado scores de improvisación muy claros que proporcionan cierta libertad creativa?.En 2016 y 2017 esta dupla de bailarines de Nueva Zelanda y Venezuela se propone la realización de proyectos en Dinamarca, Alemania, China, Estados Unidos y México. 


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