En medio de la hecatombe argentina, otra debacle se está llevando la atención mundial: la de Lionel Messi. Nadie entiende lo del pasado jueves, nadie alcanza a interpretar su extraño gesto mientras sonaba el himno nacional antes del partido con Croacia, nadie acierta a decir qué le sucede en la cancha, pero todos coinciden: al «10» le pasa algo serio, el mejor jugador del mundo no puede ser lo que se vio hasta ahora en el mundial.

No brilló durante el partido contra Croacia, poco participativo y taciturno, hay preocupación por saber ¿Qué le pasó a Messi?

Es cierto lo que dijo el pasado jueves Jorge Valdano: «La selección juega como si Messi no existiera». En el primer tiempo ante Croacia, Messi recibió 11 pases de sus compañeros, ninguno se la entregó más de dos veces y el mejor jugador del mundo tocó la pelota 20 veces en total. Y era curioso, porque mientras el partido fue partido, la Argentina mostró trazos de algo llamativo: se las arreglaba para jugar sin Messi. El problema es que eso es una locura teniendo a Messi. Jorge Sampaoli, que lo dirigió durante un año en la selección, debe tener alguna explicación.

Pero así como la selección juega como si Messi no existiera, Messi jugó ayer como si no estuviese en su cuarto Mundial. Le dolerá a aquellos que con razón sostienen que el rosarino es mucho, pero mucho más jugador que Cristiano Ronaldo, pero no por ello deja de ser verdad: el portugués mostró, en apenas un partido, todo lo que se le reclama al Messi vestido de celeste y blanco. Todo lo que ayer no se vio.

El infausto penal fallado ante Islandia fue un antes y un después para el «10», que a partir de ese error se autoflageló públicamente -«me hago cargo»- y entró en una espiral depresiva. Del bunker de la selección llegaban noticias de que su ánimo seguía siendo sombrío, y la pregunta surgía natural: ¿tan mal estaba Messi por errar un penal? Falló varios en su carrera, de hecho cuatro de los últimos siete que había lanzado. ¿Puede un hombre de tanta experiencia y recursos futbolísticos hundirse de tal manera ante lo que no deja de ser siempre una posibilidad en el deporte?

El problema, si es que se lo puede definir así, es que Messi creció acostumbrado a ser el salvador de todos sus equipos. De chico recibía un alfajor por cada gol, y llegaba a meterlos (y comerlos) a más de media docena por partido para dar vuelta situaciones complicadas. Ese Messi no existe más, como tampoco el de los arranques eléctricos y vertiginosos que convertían en tierra arrasada las defensas rivales. El Messi de hoy es otro, un «caminador» que a los 31 años filtra pases y busca el momento justo para escurrirse él entre los defensas. No tiene la energía ni la vitalidad de antaño. El Messi de hoy es ese al que, un día antes de la hecatombe croata, el diario inglés The Guardian cuestionó como futbolista por primera vez que se recuerde en la prensa anglosajona. «Sus números revelan un rendimiento de bizarra y sedentaria monotonía», escribió el medio. Entre las cifras que destacó están los 7,61 kilómetros que corrió ante Islandia -«menos que cualquier otro jugador de campo en 90 minutos»- y el dato de que, sin pelota, se movió menos incluso que Kasper Schmeichel y Hugo Lloris, que son futbolistas, sí, pero juegan como arqueros.

El capitán de la selección encaró sólo 17 «sprints» y nunca superó los 25 kilómetros por hora corriendo, a un mundo de distancia de los 34 de Cristiano Ronaldo y más lento incluso que veteranos como David Silva y Andrés Iniesta o un mediocampista como Sergio Busquets.

Todo fue incluso peor ante Croacia, y la solución no pasa por lo que dio a entender Diego Maradona desde la tribuna, al hacer el gesto de unos testículos gigantes. Le pedía más fuerza a la selección, seguramente también a Messi.

¿Es eso lo que le falta al rosarino? Nadie vería excesivo que pusiera un poco más de garra en situaciones como las de ayer, pero es una incógnita lo que pasa por la cabeza del «10» en partidos de desarrollo tan extraño y trágico como el de Nizhny Nóvgorod. ¿Cree acaso que todo esto ya no tiene sentido, que la selección es un caso perdido? Quizás por eso ayer, cuando sus compañeros lo necesitaron, progresivamente dejaron de encontrarlo. No es su culpa, en cambio, que tras 14 años en la selección se siga hablando de cómo aprovecharlo. Fallaron los demás mucho más que él. Y de no ser por él, la Argentina no habría superado las eliminatorias y llegado a Rusia.

La vida privada de cualquier persona, incluso si es tan famosa como Messi, tiene poco que ver con lo que hagan como deportistas. Pero influye, claro que influye. Cuatro días atrás, el matrimonio Messi salió a neutralizar un artículo envenenado con un posteo en redes sociales. Lo hizo en plena madrugada rusa, ya más allá de la medianoche en España. No era un asunto menor, de lo contrario los Messi lo habrían ignorado.

Pero despejado el asunto, el tema principal es lo que suceda con ese regalo que el dios del fútbol le dio a la Argentina. Tener a Messi y no saber qué hacer con él fue siempre un problema. Ahora se suma otro: la situación del propio Messi. Es como si tampoco él supiera qué hacer consigo mismo. Lo dio a entender Diego Simeone con una inquietante pregunta en los segundos finales del ya megaviralizado audio que se filtró: «Si vos tenés que elegir a Messi o (Cristiano) Ronaldo para un equipo normal, ¿a quién elegirías?».

Las cifras del capitán

49 intervenciones en el juego. El Nº 10 protagonizó una acción cada casi 2 minutos.

32 pases. Fue el 8º argentino en ese rubro (Tagliafico hizo 78).

13 pérdidas de pelota. Figuró 5º, detrás de Caballero y Acuña (22 cada uno), Tagliafico (17) y Meza (16)


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