En Europa del Este se han encendido las alarmas. La baja tasa de natalidad, una fuerte emigración y una casi nula inmigración están despoblando desde hace 3 décadas la parte oriental de la Unión Europea. Un estudio conjunto de universidades de Varsovia (Polonia) y París (Francia) deja ver un paisaje de países que llevan 30 años perdiendo gente.

Las condiciones económicas de los Estados del este siguen siendo peores que en Europa occidental. Mientras el salario mínimo en Rumania es de 446 euros mensuales, en Polonia de 523 y en Hungría de 464; en Alemania es de 1.557 euros al mes, en Francia de 1.521, en el Reino Unido de 1.453 y en Holanda de 1.615.

Las franjas más jóvenes de la población de Europa del Este, con un nivel de formación equivalente al de sus vecinos occidentales, emigran desde hace décadas al oeste en busca de mejores condiciones laborales.

Christian Kvorning Lassen, jefe de investigación del Europeum Institute for European Policy, explica a El Comercio las consecuencias dañinas de estas migraciones: “En el caso de Rumania, el país no tiene suficientes doctores, no porque no los necesite, sino porque no tiene cómo pagarles de acuerdo con sus cualificaciones”.

Este analista considera que esta emigración “deja a los países del este con menos personas cualificadas, lo cual provoca que sus economías sean menos atractivas para la inversión”.

Un polaco tiene los mismos derechos en Alemania que un alemán, un rumano tiene los mismos derechos en España que un español, y un húngaro en Bélgica no puede ser discriminado laboralmente frente a un belga. Las políticas europeas, de forma consciente o no, fomentaron la movilidad de los europeos solo en una dirección, hacia el oeste.

La expansión europea

En noviembre de 1989 cayó el Muro de Berlín. Quince años después, en 2004, se produjo la gran expansión de la UE, que se completó en 2007. El grupo de 11 países que se integró en la UE en ese lapso tenía hace 3 décadas 111 millones de habitantes. Hoy tiene 103 millones, y las previsiones marcan una caída de más de medio millón por año.

Bulgaria, Croacia, Eslovenia, Eslovaquia, Estonia, Hungría, Letonia, Lituania, Polonia, República Checa y Rumania han perdido en las últimas tres décadas 7% de su gente. En tanto, la población de la parte occidental de la UE creció 13%, en parte por la llegada de jóvenes rumanos, polacos, húngaros y de países bálticos.

Bulgaria, Letonia y Lituania perdieron en 30 años 20% de población. Estonia y Rumania, 16%. Más de 8 millones de ciudadanos de esos países emigraron a España, Italia, Francia, Austria, Alemania, Reino Unido, Bélgica y Holanda y la mayoría no volvió. Así pues, 2,5 millones de polacos y 3,1 millones de rumanos ocupan masivamente empleos en los sectores de agricultura, construcción y servicios en países occidentales.

La emigración ha reducido aún más la tasa de natalidad de los países orientales, ya que quienes emigraron fueron principalmente jóvenes en edad de formar familias, las cuales acaban constituyendo en sus países de destino. Los nacimientos en las naciones del este se han reducido en 25 años más de un tercio.

El informe publicado recientemente explica que una primera migración se produjo cuando en 1989 –y después en 2004– se abrieron las fronteras y se permitió viajar libremente al oeste del bloque. Poblaciones germanas de Rumania emigraron a Alemania, rumanos que habían sido húngaros hasta el fin de la Primera Guerra Mundial se trasladaron a Hungría, y eslovacos pasaron a la República Checa.

Del comunismo al capitalismo

El documento también apunta a causas económicas: los ajustes de la transición de la economía comunista a la capitalista, la desregulación del mercado laboral y el aumento de la desigualdad y el cierre de las industrias más contaminantes y obsoletas. Esos procesos provocaron tanto emigración como baja natalidad.

Kvorning Lassen cree que “la pregunta que hay que hacerse en primer lugar es por qué emigran, sobre todo los más cualificados”. Según él, lo económico es importante pero no explica por sí solo el fenómeno. “En Polonia o la República Checa la gente se va porque en Europa occidental encuentran mejores oportunidades de realización”, señala. Tampoco ayuda, dice Lassen, que desde la Cancillería polaca se diga que “el vegetarianismo, las bicicletas, la homosexualidad y las energías renovables no son parte de nuestra cultura”.

Sin inmigrantes

Además de la tasa de natalidad muy baja y la altísima tasa de emigración, el tercer factor que impide que la mayoría de estas naciones consiga al menos sostener su población es que no reciben migrantes. No los quieren, como demostraron en los últimos años Hungría, Eslovaquia, Polonia y la República Checa.

Tampoco es fácil encontrar quien quiera trasladarse a vivir a esos lugares. Los europeos occidentales no quieren perder hasta dos tercios de sus salarios y los refugiados de fuera del continente saben que en Europa occidental tendrán más oportunidades y que serán mejor tratados.

Menos nacimientos, nada o casi nula inmigración y emigración masiva: he ahí todos los ingredientes de un cóctel explosivo.


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