Donald Trump y Kim Jong-un hacen historia en el hotel Capella de la isla de Sentosa en Singapur este martes, en una cumbre que busca superar la crisis desatada por el desarrollo de armamento nuclear norcoreano.

Los dos gobernantes se reunieron desde la mañana del martes ante la mirada atenta de unos 5.000 periodistas y el mundo entero, que siguió la cumbre desde diversas plataformas.

Mientras la atención se concentra en el momento clave, Kim aprovechó para realizar una visita nocturna por la capitalista y ultramoderna ciudad.

Trump, durante un almuerzo en la víspera con el primer ministro de Singapur, Lee Hsien Loong, se había mostrado confiado en lograr una solución a la crisis. «Creo que todo va a andar bien», declaró.

El mandatario estadounidense llegó tres cuartos de hora antes del comienzo de la cumbre, después de un trayecto de menos de 15 minutos desde su hotel, el Shangri-la.

Por su lado el norcoreano salió un poco más tarde de su hotel, el Saint Regis, y se dirigió también por carretera a la sede de la cumbre.

Es la primera reunión entre mandatarios en ejercicio de ambos países tras casi 70 años de confrontación a raíz de la Guerra Corea (1950-1953), y de 25 negociaciones fallidas y tensiones a cuenta del programa atómico norcoreano.

Se esperaba que ambos dirigentes estrecharan manos y se reunieran en privado por unos 45 minutos.

Pero, a pesar del espectacular acercamiento diplomático de los últimos meses, persisten numerosas incógnitas respecto a la cumbre entre Donald Trump y Kim Jong-un.

Trump, que lleva poco más de 500 días en la Casa Blanca, afronta uno de los momentos más importantes de su presidencia en el escenario internacional, donde ha disgustado a numerosos mandatarios, incluidos algunos de los aliados de Estados Unidos.

«Pronto sabremos todos si puede haber o no un acuerdo real, a diferencia de los del pasado», tuiteó, antes de atacar en otro mensaje a los haters y perdedores que consideran la cumbre como una concesión arriesgada a Kim, con el que intercambió amenazas e insultos durante meses.

La cumbre en Singapur, que ofrece una visibilidad internacional al líder de un régimen aislacionista y cuyos desplazamientos al extranjero son contados, ya se interpreta como una concesión mayor de parte de Estados Unidos.

Funcionarios de Estados Unidos y Corea del Norte sostuvieron conversaciones de último minuto para sentar las bases de la cumbre entre los antiguos enemigos, un evento casi impensado hace sólo meses, cuando intercambiaban insultos y amenazas que generaron temores de una guerra.

«Hace 25 años que Corea del Norte intenta lograr un encuentro con un presidente estadounidense en ejercicio», explicó a la AFP Boris Toucas, investigador invitado del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales, con sede en Washington.

Un alto responsable estadounidense vio en esta forma de presentar el viaje un mensaje de optimismo.

— La desenvoltura de Kim —

Kim Jong-un, que hasta este año no había realizado ninguna visita oficial al extranjero, apareció muy desenvuelto ante las cámaras durante un encuentro con el primer ministro singapurense.

El lunes por la noche, disfrutó de una salida por Singapur, cuyos lugares turísticos más emblemáticos visitó, visiblemente encantado.

¿Cómo van a hablarse los dos mandatarios? ¿Será Donald Trump tan efusivo como puede ser con sus homólogos de las grandes potencias? ¿Cuánto tiempo durará el encuentro?

Unas preguntas cuyas respuestas esperan los miles de periodistas que viajaron a Singapur para cubrir la cumbre.

El arsenal nuclear norcoreano, que provocó una serie de sanciones de la ONU a lo largo de los últimos años, será la cuestión central de las conversaciones.

El jefe de la diplomacia estadounidense Mike Pompeo, que se entrevistó dos veces con Kim Jong-un, aseguró el lunes que las conversaciones entre Washington y Pyongyang habían avanzado rápidamente en los últimos encuentros y dijo ser muy optimista en cuanto a las posibilidades de éxito.

Pompeo afirmó que Estados Unidos estaba dispuesto a aportar a Corea del Norte garantías de seguridad únicas, diferentes de las propuestas hasta ahora, a cambio de una desnuclearización «completa, comprobable e irreversible».

Corea del Norte, que multiplicó desde 2006 los ensayos nucleares y balísticos, se ha declarado a favor de la desnuclearización aunque nunca ha entrado en detalles sobre la forma de llevarla a cabo.

— «Desde el primer minuto » —

Trump, que suele jactarse de su sentido de la negociación y de su instinto, asegura que sabrá desde el primer minuto de su encuentro con el líder norcoreano si este está dispuesto a avanzar.

La incógnita ahora es saber si, a pesar de los preparativos caóticos y de las señales a veces contradictorias enviadas por la administración de EE UU, el atípico presidente estadounidense logrará lo que ninguno de sus predecesores consiguió.

Analistas e historiadores creen que existe una posibilidad pero recuerdan que el régimen de Pyongyang tiene un historial de promesas incumplidas. En 1994 y en 2005 se cerraron acuerdos que nunca se aplicaron.

«Trump cantará probablemente victoria sea cual sea el resultado de la cumbre, pero la desnuclearización de la península coreana es un proceso que llevará años», considera Kelsey Davenport, de la Arms Control Association. La verdadera prueba será «la adopción o no por Corea del Norte de medidas concretas para reducir la amenaza que representan sus armas nucleares».

El jefe de la diplomacia estadounidense asegura, sin embargo, que la situación es totalmente distinta esta vez y que el encuentro dará sus frutos.

«Sólo hay dos hombres que pueden tomar decisiones de semejante importancia. Esos dos hombres estarán sentados en la misma habitación», afirmó Pompeo en la víspera de la cumbre.


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