Avenida Venezuela

El acuerdo más antiguo data de hace 96 años. Casi un siglo entero en el que Venezuela y Colombia se alejan y se acercan, se entrelazan y se dividen. Pelean como hermanos y vuelven a reconciliarse. Están ahí juntos, aunque pareciera que no.

Era 1922 y Pedro Nel Ospina había sido elegido como presidente de Colombia y Ernesto Sanz de Santamaría había sido designado alcalde de Bogotá. Venezuela y Colombia estaban de pelea. Ese año fue la plena disputa por las zonas limítrofes entre ambos países y, aunque el Laudo Arbitral Español ya había dado su veredicto, los dos gobiernos esperaban una ratificación por parte del Consejo Federal Suizo.

El vecino país creía que había perdido mucha tierra, y Colombia esperaba que los límites quedaran tal y como estaban pues se hacía con La Guajira, las Sierras del Perijá y de Motillones, entre otros. En medio de esa puja, Bogotá quería dar un paso amistoso así que el alcalde Sanz de Santamaría, de la mano del Concejo Municipal publicó el acuerdo 41 de 1922 que le cambiaba el nombre a la calle 22 de Bogotá.

El documento, de tres artículos la llamaba de una manera diferente. Desde ese momento sería: Avenida Venezuela. 

El gesto nunca quiso ablandar a Venezuela, aunque los límites colombo-venezolanos siguen casi que intactos desde ese entonces. 

La calle 22, además, no es ni era cualquier calle. En ese momento, el centro de la ciudad era el lugar más cotizado para vivir y donde pasaba todo. Desde el principio, la calle 22 tuvo un trazo paralelo a las vías del tren y atraviesa la ciudad de oriente a occidente. Se puede decir que Bogotá creció con ella.

Nace en la carrera 1 o avenida circunvalar y traspasa el centro de la ciudad por la universidad de los Andes y la universidad Jorge Tadeo Lozano. Sobre esa calle se ubica el mítico teatro Faenza y el teatro de Bogotá. Toda la movida cultural ocurría allí y la alta alcurnia bogotana la disfrutaba. 

Hoy el centro de Bogotá es apenas una sombra de ello. Aunque los espectáculos y el hecho de tener peatonalizada la séptima han hecho que las expresiones artísticas sigan cultivándose, lo cierto es que queda poco de ese centro cosmopolita. 

Ahora, en esa calle 22, hay un sinfín de artistas callejeros, rebuscadores, cafecitos melancólicos y una alta cuota de venezolanos que han ido cambiando las dinámicas del lugar. Entre los vendedores de cosas de segunda se pueden escuchar acentos de otras latitudes. Son gente de Valencia, de Miranda, Barina, Táchira o Aragua que gritan entre ellos con palabras que apenas si ahora estamos entendiendo. 

Hay vida en el centro. No se puede decir que no. Solo que son vidas distintas. 
Ellos también venden lo que pueden. Unos muestran los fajos de bolívares que ya no valen nada, otros tienen ropa como mercancía, y otros transforman la gastronomía y venden arepas “puras venezolanas”, hallacas o ‘asquerositos’, unos perritos calientes venezolanos que varían del clásico ‘hot dog’ porque le ponen zanahoria rallada, repollo blanco y salsa de ajo. 

La Avenida Venezuela parece por tramos una pequeña Venezuela, pero a nadie parece importarle. 

“¿O sea que todo este tiempo he estado parado en una calle Venezuela? Es una señal de mi Dioscito que no me desampara a ningún momento, aunque pana, eso no cambia las cosas. Estoy en una calle así, pero no estoy en mi país. No me puedo devolver y no me puedo quedar. Eso es como tener la mamá, pero muerta”, dice Santo, un joven venezolano que lleva 7 meses en Colombia.

Otra chica que lo escucha dice que en Venezuela también hay un montón de calles con nombres que parecen colombianos, aunque no es capaz de decir ninguna. 

La calle 22 o la Avenida Venezuela parece que también traza el destino de quienes llegan a Colombia. Pasa por la plaza de Mercado de Paloquemao donde es cada vez más creciente el número de venezolanos, especialmente los más jóvenes, que hacen las veces de cargadores y coteros.

Foto: Google Maps

La avenida muere un poco más delante de la carrera 30 sobre la línea del ferrocarril y revive cerca de Corferias. Sigue persiguiendo a los venezolanos porque aunque siempre tiene el sentido oriente-occidente, hay un tramo que va en la otra vía: justamente el que está frente a la terminal de transporte de El Salitre, que paradójicamente recibe a unos 2.000 ciudadanos de ese país cada día. 

La calle se vuelve a perder al menos en un kilómetro sobre la ciudadela La Felicidad y retoma el rumbo en el Parque Hayuelos. Sobre este punto atraviesa casi toda la localidad de Fontibón, incluyendo los barrios El Cortijo, Boston, Versalles y Atahualpa. 

Siempre siguiendo la línea del tren desaparece en la carrera 116. Luego tiene un par de cuadras más sobre la carrera 129 y muere definitivamente en la carrera 138 al borde del río Bogotá en el límite con el municipio de Mosquera.

Caracas en Bogotá

Otra de las avenidas más emblemáticas de Bogotá es la Caracas o calle 14, aunque debido a la expansión de la ciudad su denominación numérica puede ir variando. 

Esta calle es por demás el símbolo de la ciudad y de cómo ha ido creciendo, reinventándose y modernizándose. En 1890 se realizó el primer trazado original para sustituir al Ferrocarril del Norte. La idea era hacer una avenida que atravesara la ciudad de Sur a Norte desde la calle 26 desde el Parque de la Independencia hasta el Puente del Común en Chía.

Apenas 42 años después, la avenida fue inaugurada y su concepción urbanística fue encargada al arquitecto austríaco Karl Brunner que la proyectó como una amplia avenida con espacio peatonal arborizado y calles en dos sentidos con dos carriles cada una. A partir de allí, surgieron barrios como Teusaquillo, Palermo y La Magdalena, entre otros, que tenían una arquitectura más de estilo español que aún hoy se conservan. 

Oficialmente, el 9 de diciembre de 1932, el Concejo de Bogotá le dio el nombre de Avenida Caracas “a la carrera 14 desde la calle 26 en su prolongación hacia el Norte”. 

“Se inaugurará esta Avenida el 9 de diciembre próximo, aniversario de la batalla de Ayacucho, en que los Ejércitos de la Gran Colombia, al mando del Mariscal Antonio José de Sucre, sellaron la independencia del Perú”, dice el acuerdo 53 de 1932, firmado por el entonces alcalde Luis Patiño Galvis y el secretario de Gobierno, Carlos de Mendoza Vargas.

De acuerdo con un artículo escrito por Fernando Rojas Parra, politólogo con maestría en Gestión Urbana e Historia para Razón Pública en 2018 Ramón Rosales, en representación del Ejecutivo municipal, afirmó el día de la inauguración que:

“El cabildo de Bogotá abre la vía urbana que ha de ser sus Campos Elíseos. No sobra diseñar cuán claro es el porvenir de la ciudad […] Y a esa vía, que será el eje de la ciudad moderna, el cabildo la bautiza con el nombre de Caracas”.

Foto: Biblioteca Luis Ángel Arango

Los “campos elíseos” bogotanos duraron muy poco. El urbanismo proyectado por Brunner duró apenas unos años porque en la ciudad empezó a pesar más la velocidad y la expansión de Bogotá determinó el rumbo de la avenida. 

Hoy la avenida Caracas sigue atravesando la ciudad y de hecho algunos puntos son lugares donde fácilmente se puede encontrar venezolanos. 

“Me imaginé claro que esta calle se llamaba Caracas por algo de Venezuela, pero si soy sincera tampoco es que me haya preguntado mucho sobre el tema”, dice una mujer venezolana que vende dulces en la estación Héroes, una en las que más ciudadanos de ese país se puede encontrar haciendo ventas informales o pidiendo dinero. 

87 años después de su inauguración, ya no importa la batalla de Ayacucho y se ha olvidado qué es la Gran Colombia. La Caracas hoy atraviesa la ciudad con un vaivén de venezolanos que la caminan, la recorren, suben y bajan de los buses, se reúnen, piden dinero, se rebuscan su trabajo. En la travesía se encuentran con colombianos que los ignoran, los escuchan, se molestan, se hacen indiferentes, se preocupan o los ayudan. Poco más de 1.404 kilómetros separan a Caracas, la capital de Venezuela, de Bogotá, la capital de Colombia, y sin embargo sus destinos siguen entrelazándose.

La avenida Caracas parte la ciudad en dos y es quizás la única que atraviesa de sur a norte toda la ciudad. Nace como la carrera 1 a la altura de la localidad de Usme muy cerca del parque ambiental Cantarrama. Luego atraviesa la localidad de Tunjuelito donde ya es la calle 51 sur. Sobre el barrio El Tunal su denominación ya es la de Avenida Caracas y su línea recta cambia de rumbo en la glorieta de Santa Lucía, en el barrio del mismo nombre. 

Su recorrido sigue por el barrio Olaya, Gustavo Restrepo y San José para luego entrar a la localidad de Antonio Nariño. Pasa por el hospital de La Misericordia, y también por el Santa Clara y ya sobre Los Mártires se convierte en la calle 14. Después pasa por la localidad de Santa Fe, la calle 19, la avenida El Dorado y pasadas unas cuadras irrumpe en Chapinero. 

Pasa por el monumento de Los Héroes, se encuentra con avenida calle 80 donde su nombre cambia a la de Autopista Norte. Muere cerca al peaje Andes cerca de la calle 250.

Avenida Francisco de Miranda

En agosto de 1942 el Senado de Colombia discutía sobre los masones. Laureano Gómez y Romero Aguirre debatían sobre si derogar o no la ley que le concedía personería jurídica a esas logias. Más lejos, en India, se extendías las huelgas por partes de las multitudes partidarias de Gandhi. 

Mientras tanto el presidente Alfonso López daba una fiesta para las misiones diplomáticas en la Casa de Nariño, llegaban 1.000 llantas a Colombia provenientes del Brasil y un obrero venezolano arribaba a Bogotá tras ganarse un viaje desde Zulia hacia la capital colombiana. 

El premio le fue otorgado por la revista Torbes que dirigía la escritora colombiana María Luisa Gracia, radicada en Venezuela, y quien propiciaba acercamientos culturales colombo-venezolanos. 

El obrero de nombre Jesús Ángel Esteva habló con uno de los redactores de El Tiempo de esa época y en el diario quedó plasmado esto: 

“Al regresar de nuevo a mi país sabré llevar la fraternidad con que se le recibe aquí al huésped hermano”. 

Justo ese mismo día, en una coincidencia que deja ver los fuertes lazos entre Venezuela y Colombia, se inauguraba con todos los honores una nueva avenida en Bogotá que se convertiría en la “gran arteria para la ciudad universitaria” y que sería un homenaje al vecino país: la avenida Francisco de Miranda. 

La apertura fue el martes 11 de agosto con la presencia del embajador de Venezuela, José Santiago Rodríguez, y miembros del cabildo de Bogotá. 

De acuerdo con el registro de El Tiempo, aunque la construcción había llevado varios años, fue el secretario de Obras Públicas Joaquin Emilio Cardozo el que activó la finalización de la obra a la que solo le faltaba la pavimentación. La avenida, cuyo nombre fue dado en 1937, costó 300 mil pesos de la época.

“Está pavimentada en su totalidad y tiene un puente de concreto debajo de la carrera 22 cuyo costo pasó de 25 mil pesos, siendo uno de los mejores de la ciudad”, apuntaba El Tiempo

Y agregaba: 

“Esta nueva vía inaugurada como homenaje al gran prócer venezolano y en honor a la República de Venezuela es, junto a la Avenida Caracas, uno de la mejores de la capital”.

Foto: EL TIEMPO

Francisco de Miranda nació el 28 de marzo de 1750 en Caracas y es considerado el precursor de la emancipación americana contra el imperio español. Fue el creador del proyecto de la Gran Colombia, que pretendía unir a varios pueblos de América Latina bajo una sola nación. 

En Venezuela también existen calles, plazas y parques con su nombre. Una de las más populares es la avenida homóloga Francisco de Miranda en Caracas que tiene cerca de 7 kilómetros de extensión y es una de las arterias viales más importantes de la capital venezolana. El estado Miranda, el tercero con más población, también hace honor al apellido del prócer. 

“Nuestra ciudad, que se enorgullece de sus prestigios intelectuales, tenía que rendir un tributo al varón de la gesta independentista (…) Y así está bien que la que la corporación representativa de Bogotá haya bautizado con el nombre inmarcesible de aquel gran caudillo y sabio genial, esta avenida que se extiende ante nosotros hasta adentrarse en el recinto de la ciudad universitario”, dijo el secretario auxiliar de la Alcaldía en se momento, Francisco J. Arévalo.

Foto: Google Maps

La avenida Francisco de Miranda de Bogotá es más conocida como la calle 45. Nace en la transversal 4, por el sector de Chapinero. Baja de oriente a occidente atravesando la carrera séptima, la carrera 13 y la avenida Caracas hasta desaparecer justo frente a la Universidad Nacional en la carrera 30 o NQS. Era por eso que decían que era una arteria pensada para la ciudad universitaria. 

La calle 45 vuelve a tener tramos más pequeños desde la carrera 45, justo a la espalda de esa misma institución educativa, para morir definitivamente en la avenida carrera 68.

Avenida Antonio José de Sucre o Mariscal Sucre

Antonio José Francisco de Sucre y Alcalá es el nombre completo de unos de los generales venezolanos más importantes de la Independencia. Es más conocido como El Gran Mariscal de Ayucucho, título que le fue otorgado por el Parlamento peruano tras la Batalla de Junín que le dio fin al dominio español en América Latina. Fue presidente de Bolivia y Gobernador de Perú y general en jefe del Ejército de la Gran Colombia. 

Sucre tuvo una estrecha relación con Simón Bolívar y fue uno de los gestores independentistas. Murió en tierra colombiana. Fue asesinado el 4 de junio de 1830 en las montañas de Berruecos, en Arboleda, Nariño. Aunque la historia no precisa quién ordenó su muerte, varios apuntan al comandante José María Obando, en alianza con Juan José Florez. 

“Yo pienso que la mira de este crimen ha sido privar a la patria de un sucesor mío… ¡Santo Dios! ¡Se ha derramado la sangre de Abel!… La bala cruel que le hirió el corazón, mató a Colombia y me quitó la vida», dijo Bolívar en una de sus cartas. 

El ‘Abel de América’, como también se la ha llamado, está muy presente en las calles bogotanas. En la plaza de Lourdes hay una estatua suya. También hay plazas, colegios y parques e incluso uno de los barrios de la localidad de Usme lleva el nombre del general. 

Hace 65 años, la historia también marcó una de las calles de Bogotá con su título de guerra. El 4 de junio de 1953, cuando se cumplían 123 años de su muerte, la Alcaldía de la ciudad decidió que la carrera 13, desde su nacimiento en la Avenida Colón (cale 13) hasta terminar en la Plaza del Monumento a Los Libertadores. 

El decreto 379 de 1953 de la Alcaldía disponía lo siguiente: 

“Considerando que Sucre fue excelso genio militar y Padre de La Patria, cuya vida sin tacha estuvo siempre dedicada al servicio y gloria de las naciones bolivarianas, y su recuerdo aparece ante las generaciones como el del héroe perfecto, es oportuno señalar nombre tan ilustre a la veneración y recuerdo constantes de los hijos de la ciudad”.

Esta calle nace en el sur de Bogotá, a la altura del Humedal El Tunjo en Ciudad Bolívar, y tiene un recorrido bastante irregular. Por momentos es la carrera 24 o la carrera 19 o la carrera 18.  

Se junta con la calle 22 o la Avenida Venezuela a la altura de la carrera 19, y va, casi que de la mano, paralela, con la Avenida Caracas. 

El Mariscal Sucre y Francisco Miranda se unen de nuevo en Bogotá en la calle 45 con carrera 19. El cruce exacto en esas dos calles que llevan los nombres de dos generalísimos de Venezuela son hoy el punto donde Daniel vende tinto, sándwich y dulces. 

Su pequeño puesto tiene dos mesas bien dispuestas desde donde despacha a su clientela. La gente hace fila para esperar un vaso de café negro muy generoso que huele a clavo y canela. Hace unos meses, Daniel, oriundo de Caquetá, le dijo a Yenner que se viniera a darle una mano. Apenas hace unos días lo había conocido cuando se le acercó a decirle que solo tenía 800 pesos para el tinto, pero que por favor se lo vendiera. 

Yenner llegó hace cuatro meses del estado venezolano de Aragua y como dice varias veces, «hace lo que sea para sobrevivir». Cuando Daniel le propuso que trabajara con él no lo dudó ni un minuto. «Ni un mal pensamiento se me cruzó por la cabeza. Vengo de la mano de Dios, si él me puso a Daniel en el camino, ese era el destino». 

«Yo soy desplazado, esta ciudad también me recibió mal, siento un poco de lo que Yenner siente», dice Daniel sin dejar nunca de servir tintos por doquier. 

Colombia, con Daniel, y Venezuela, con Yenner, confluyen por hoy en esta esquina sin saber la historia de estas calles ni de los militares a los que deben sus nombres.Quizás este gesto de generosidad era la Gran Colombia que soñaban los generalísimos. 


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