Comenzaron su vida en Buenos Aires con presentaciones en el Metro de la ciudad (Subte), con lo suficiente para mantenerse por ocho meses en la capital argentina. Él tocaba la percusión. Ella bailaba danza tribal. Del arte pasaron a la gastronomía y participaron en ferias de comida venezolana. Sus platos se expandieron luego al delivery y a «cenas clandestinas» en sus propias casas. Por tres años, cada vez tenían más comensales. Pasaron de atender a diez personas por turno hasta llegar a 300 cada fin de semana.

Pero al no ser un restaurante oficial, en septiembre de 2017 fueron clausurados y multados por la municipalidad de la ciudad. Entonces, en diciembre y enero de este año vendieron comida navideña venezolana para salir de una deuda de 160.000 pesos, llegar a cero, y enfrentarse a una disyuntiva: «‘O abrimos un local, o nos olvidamos de la gastronomía’, pensamos. Habíamos tenido seis meses muy difíciles», cuenta Cristóbal Mendoza, uno de los dueños de Cumaco, a La Nación.

Una de las presentaciones que hacían en el subte: Lozada bailando y Mendoza tocando percusión (a la derecha). Crédito: Facebook Ivamary Lozada

Gracias a la ayuda económica de sus familiares y amigos, el 11 de abril abrieron sus puertas al público un restaurante cultural venezolano. «Al empezar teníamos deudas grandes pero el local luego empezó a producir así que vamos ‘palante'», dice Mendoza, con el optimismo que caracteriza a muchos venezolanos emigrantes.

El restaurante se ubica en Godoy Cruz 1725, entre Honduras y Gorriti. Fuente: LA NACION – Crédito: Natalia Quiroga Sáez

El nombre que Cristóbal Mendoza e Ivamary Lozada le dieron a su local es el de un tambor tradicional que se usa en la música de la costa central de Venezuela conocida como los tambores de San Juan. «El cumaco significa para nosotros la fuerza. Produce una música muy enérgica y poderosa. Además, simboliza la mezcla de las culturas africana, indígena y europea en nuestro país», cuentan.

Pero antes se hacían conocer como «Los 3 duendes», junto a Giovanni Triuni, y a sus mesas no solo asistían coterráneos. «Nuestra clientela empezó con un círculo cercano de venezolanos. Luego se fue regando la voz, de boca en boca, y muchas veces atendimos a más argentinos que a venezolanos, quienes venían por recomendación de amigos», cuenta Mendoza. Si bien las arepas son lo que más conocen, «a los argentinos les encantan los patacones, los tequeños y las cachapas», agrega Ivamary Lozada, también conocida como «Wiwa».

Unas 300 personas asistieron al evento inaugural del restaurante el pasado 11 de abril. Crédito: Prensa Cumaco.

De cenas clandestinas a un restaurante cultural​

Una de las «cenas clandestinas» que hicieron en sus propios departamentos como «Los 3 Duendes». Crédito: Prensa Cumaco

«De pronto hubo un boom y nos hicimos famosos por nuestros ‘tenedores libres’, lo que sería un all you can eat. En las casas teníamos muy poca capacidad entonces hubo gente que esperó hasta tres meses para hacer una reserva», dice Lozada. Pero fue esa intensidad de trabajo lo que los motivó a seguir cocinando: «Aprendimos muchísimo. Después de atender a toda esa gente los dos solos, sabíamos que podíamos hacer cualquier cosa», agrega.

Cristóbal Mendoza e Ivamary Lozada comenzaron como «Los 3 duendes» junto a Giovanni Triuni. Crédito: Súper Aguacate Fotografía.

Cuando inauguró Cumaco, en abril, una banda en vivo de tambores de San Juan, un grupo de bailarinas, otro de hip hop y uno de salsa, coronaron una noche de arepas, empanadas, tequeños, patacones y cachapas para 300 comensales.

Es que desde su concepción, Cumaco ha sido siempre más que un restaurante. «Es un espacio cultural y un espacio temático, para que sientas que estás en Venezuela», explica Mendoza al referirse a los platos que preparan y a los aromas, las bebidas y el trato que brindan sus empleados a los clientes. «Toda la propuesta busca profundizar la cultura venezolana para mostrarle a la Argentina, y también a los venezolanos y extranjeros con quienes vivimos acá, lo rica que es nuestra cultura y la variedad de manifestaciones artísticas que existen», agrega.

Todos los fines de semana se presentan bandas en vivo y de baile de ritmos caribeños y venezolanos en Cumaco. Una de las más recientes, fue la «Fiesta de los tambores de San Juan» para dar inicio al Festival de Cine Venezolano de Buenos Aires (Fecive) el pasado 20 de junio. Además, todos los martes, con el tema #CulturaCumaco, proyectan películas venezolanas.

En las paredes del restaurante cultural presentan exposiciones de arte dentro y fuera del local. Una de las obras fijas es la exposición «Mi querencia» del fotógrafo Yiste, con la actriz Norkys Batista, que representa varios elementos culturales típicos y territorios del país caribeño en unos cinco cuadros con los emblemáticos colores amarillo, azul y rojo de la bandera de Venezuela.

Los cuadros del fotógrafo «Yiste» con la actriz venezolana Norkys Batista, obra llamada «Mi querencia».Crédito: Natalia Quiroga Sáez

Otra es la de arte cinético del venezolano-argentino, Rafael Parra Toro o «ParraToro » que acompañan la entrada de Cumaco, dentro y fuera del local. Es una obra que se asemeja al mosaico del artista venezolano Carlos Cruz-Diez en el piso del aeropuerto internacional Simón Bolívar de Maiquetía que se ha vuelto un símbolo de la emigración de venezolanos, quienes antes de «irse del país», se toman una foto con sus pies sobre esta obra.

La obra cinética y su creador, el venezolano-argentino Rafael Parra Toro. Crédito: Luis E. Vásquez O. @l.e.v.o

A su vez, Cumaco también es un espacio que recibe a reconocidas bandas de música venezolana. Recientemente, tuvieron a Los Amigos Invisibles, ganadores de un Grammy Latino en 2009; así como a la banda «Desorden Público», fundada en 1985, y que conserva un sonido único de la fusión de elementos caribeños con un ritmo urbano caraqueño.

La banda venezolana «Desorden Público» en el restaurante, en su visita para presentarse en un concierto en Buenos Aires. Crédito: Instagram Cumaco.

En Cumaco tampoco se escapan del Mundial de Rusia 2018. En ciertos partidos,realizan «promociones mundialistas» y premios especiales a los que acierten en sus predicciones de los resultados.

Respecto de estos espacios artísticos y de entretenimiento, Mendoza profundiza: «Nosotros empezamos con la gastronomía pero siempre fuimos artistas y siempre tuvimos el sueño de abrir un espacio cultural. Quisimos mezclar el arte y la gastronomía. Siempre le imprimimos arte a todo lo que hacemos».

En ese sentido, el dueño y también músico recuerda que además de encargarse de la comida en las cenas clandestinas, a veces salía de la cocina con una trompeta para acompañar a la banda invitada o para improvisar alguna melodía. Algunos de los asistentes también participaban con espontaneidad en las presentaciones, lo que hacía de la experiencia algo más que «salir a comer» a la noche.

Los dueños de Cumaco con los músicos de la banda venezolana «Amigos Invisibles». Crédito: Instagram Cumaco.

«Sin duda una de las mejores opciones venezolanas en la capital: los chicos son muy amables, las porciones son suficientes, el sabor es el que uno recuerda. El lugar que pusieron está bien ubicado y está bien ambientado», dice entusiasmada la cliente Anelí Cervantes Meneses.

La buena vibra también la sienten sus empleados: «Cumaco es una familia que te genera mucha confianza y respeto. Es una experiencia; así se siente. Te da un sentido de pertenencia con todo lo que está y te mueve a seguir viniendo», confieza la chef del restaurante, Bárbara Meza.

Desde que se presentaron día a día en el subte hasta que realizaron numerosas cenas en sus casas, Mendoza y Lozada nunca imaginaron que llegarían a tener un local sin tener que esconderse de la ley. Sin embargo, gracias a su constante esfuerzo y la ayuda de sus familiares, amigos y clientes superaron las adversidades para traer hoy, a territorio porteño, «un pedazo de Venezuela».


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